Lucano y la épica
¿De verdad alguien pensaba que el proyecto del antiguo colegio de la Fuesanta iba a pasar inadvertido?
AUNQUE el poeta Lucano fue lo que ahora llamaríamos un niño prodigio por su precocidad, apenas ha quedado registrada para la historia una de sus obras, la ‘Pharsalia’, que es un texto épico sobre la guerra entre Julio César y Pompeyo en el que los cordobeses fuimos básicamente pompeyanos. Así nos fue la cosa. Pese a que el grueso de su creación se ha perdido, el sobrino de Séneca —un tipo tan supuestamente estoico y novelero como inmensamente rico— es uno de los favoritos de los libros de frases que sirven para aderezar discursos y trufar artículos. Citemos, pues, a Lucano usando esas fuentes para nada de fiar: «Nada hay tan grande o admirable que, poco a poco, no dejen todos de ir admirando».
Sucede que el gobierno municipal del Ayuntamiento de Córdoba, el de la mayoría absoluta popular, se la ha envainado como un dios griego al anunciar que el antiguo colegio dedicado al poeta latino, en el barrio de la Fuensanta, no será un centro dedicado al tratamiento integral de personas sin hogar. Citemos, de nuevo, a Lucano en una frase seguramente apócrifa: «Y si nada hay prefijado de antemano, sino que el incierto azar lleva y trae a su antojo los destinos, si las cosas humanas están sujetas a infortunio, que al menos los decretos de la suerte nos hieran con golpe imprevisto».
El gobierno municipal aprovechó la buena nueva (en griego clásico: evangelio) de la nueva fábrica de Cunext y sus 220 millones para colar de rondón a la concejala de asuntos sociales, Eva Contador, quien se comió el marrón superlativo de anunciar que renuncia a un proyecto que llevaba meses preparando y que tenía la financiación concedida. Ejercicio clásico de elección de agenda: se usa una noticia de impacto para reducir el espacio disponible a la que es claramente negativa. Tengamos en mente al poeta latino: «Debes considerar no haber hecho nada, si has dejado algo por hacer».
Sucede que el Ayuntamiento de Córdoba paralizó la instalación de un instituto en el antiguo colegio con el propósito de crear un equipamiento para personas sin hogar dotado de residencia permanente y de actividades de reinserción a la vida civil. Y cuando tenía el dinero a su disposición, los vecinos se le han puesto en jarras asegurando que ni de broma le van a colocar otro edificio de ese tipo en el barrio con los problemas de convivencia que conlleva. Volvamos a Lucano —el poeta, no el colegio— y una frase seguramente falsa que se le atribuye: «Cada cual sufre su propio naufragio».
Existen varias preguntas pertinentes en todo este asunto. La primera, pongamos, es si nadie en el gobierno municipal pudo anticipar que esto iba a pasar desde el momento de la concepción del proyecto. Si la idea era que todo fuese fluyendo hasta que no hubiese más remedio, probablemente, es que sepan mucho de cobre verde pero poco de la naturaleza humana. Dicen que escribió (o no, vaya usted a saber): «¡Cuán fácilmente nos conceden los dioses las mayores bendiciones, y cuán difícilmente quieren conservárnoslas».
La segunda es sobre los hados, el destino, lo que nos deparará la vida. En concreto, si el equipo municipal va a ser siempre tan sensible a la opinión ciudadana, cosa que es de agradecer, o si resulta que por esa vía rara vez se toman decisiones impopulares que forman parte nuclear, también, de la acción de gobierno. Escribamos con el poeta o con quien se inventa sus citas: «Tanto va de tierra a cielo, y de fuego a agua, cuanto de lo útil a lo justo».
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