«El periodismo es una lucha por sentir mejor el mundo»
▶El codirector de ‘La Tarde’ es hijo de un profesor fundacional de Ahlzahir, se crio en Santa Rosa, y estudió Periodismo en Navarra después de Derecho en la UCO
De Haro fue un niño con una ilusión clara y firme: convertirse algún día en periodista. Nació en Madrid en 1965 pero se considera cordobés porque cuando tenía tres años a su padre le salió una oferta de trabajo en la ciudad: estaba fundándose el colegio Ahlzahir y se incorporó a su primer claustro como profesor de Latín, Griego e Historia del Arte. Criado en el barrio de Santa Rosa, estudió en el centro educativo en el que su progenitor impartía docencia y por momentos le pareció que su sueño de ser reportero se alejaba. «En casa me dijeron que no podían pagarme la carrera de Periodismo fuera, que empezara por Derecho y que luego ya veríamos», comenta el codirector de ‘La Tarde’ de Cope, de emisión nacional, que esta semana se ha desplazado a Los Pedroches para participar en la cobertura de un programa especial sobre la sequía en toda España. Miembro de la primera promoción de Derecho de la Universidad de Córdoba (UCO) —como el exalcalde Rafael Merino y el presidente de la Confederación de Empresarios (CECO), Antonio Díaz—, empezó Periodismo en Navarra cuando estaba finalizando su titulación en leyes con una dispensa de asistir a clase. Es doctor por la Universidad Complutense y hasta hace unos meses ha ejercido como profesor en la Carlos III.
—Llega la hora de la sobremesa en la que la luz roja se enciende en su estudio. Están ustedes en el aire. Qué siente.
—Segundos antes de que se encienda la luz roja lo que intento es tener presente que no estoy hablando delante de un micrófono, sino que al otro lado hay gente que está haciendo su vida, que viene del colegio de recoger a los niños, que está trabajando o que está descansando, cada uno con su afán, con su preocupación, con su alegría. Y yo intento tenerla presente: saber que al otro lado hay personas, gente gente como digo yo, que en ese momento está viviendo su vida, e intentar que lo que yo pueda decir les pueda resultar interesante, les pueda acompañar, les pueda ayudar a comprender lo que está sucediendo… Es un momento especial, muy especial, sobre todo cuando el programa va a arrancar y miras el reloj: sientes la responsabilidad y el gusto, porque también es un gusto. La responsabilidad es no ser ideológico, no ser esquemático, no ser bronco, ser original. Ese momento, el del inicio del programa, es de deseo de no repetir lo que dice todo el mundo, de poder llegar a la gente y de ayudarle en la medida de lo posible, y de tener la sensación de que arranca una cosa muy importante, de relación con mucha gente.
—¿Hay también vértigo?
—Pues sí. Hay un momentito de vértigo. Sobre todo cuando estás cubriendo algo fuera del estudio, cuando estás cubriendo algo en un punto distante, por ejemplo ahora que hemos estado en Belén o en Jerusalén, pues sientes el vértigo de trasladar todo lo que estás viviendo y lo que estás viendo y sintiendo. A ese instante en el que se enciende la luz roja en el estudio no te acostumbras nunca: hay una mirada con el técnico, ¿no?, que es de complicidad, como diciendo: ‘Vamos’, ‘vamos a estar en comunicación’.
—¿El periodismo es una buena manera, tal vez la mejor, de conocer al otro?
—Desde luego que para mí es una manera estupenda de conocer al otro cuando haces periodismo de verdad, es decir, cuando no estás repitiendo fórmulas. El periodismo es una lucha, una batalla, es conocer y sentir mejor el mundo. Tienes que empezar por el principio: por la veracidad, por la tendencia a comprobar cómo han sido las cosas; esto es una cosa que antes dábamos por supuesto, pero ahora con la eclosión de las ‘fakenews’ no está tan claro. El abecé del periodismo cada vez es más necesario. Se trata de un acto de razón, de confianza: de quién me fío y de quién no me fío, porque muchas veces lo que nosotros contamos no lo contamos directamente, sino que lo hacemos a través de otras personas. Otra cosa es cuando hacemos el periodismo en el sitio donde están pasando los hechos, que es algo que a mí me gusta especialmente. El conocimiento de la realidad siempre es complejo, porque si no tenemos cuidado nos contaminan los políticos y los ideólogos, y no nos abrirnos a la pluralidad de la realidad y de las personas, que no son esquemáticas. El otro es otro por dos razones: la primera porque es diferente a ti, y la segunda porque tiene cosas en común contigo.
—El oyente de la Cope que sintoniza su programa viene de escuchar a Carlos Herrera por la mañana y luego pasa a Ángel Expósito, al ‘Tron’. ¿Cómo encuentra usted su voz propia entre esos dos estilos tan marcados?
—La voz propia la tienes. La radio es un medio en el que el oyente percibe
Sin agua en Los Pedroches «Hay cosas que uno no se las puede imaginar, que no las puede contar sin verlas, sin saber qué trastornos producen en la gente»
inmediatamente quién eres o si te has creado un personaje. La radio es un examen de autenticidad permanente. No se puede fingir. No puedes crear una voz que no es la tuya. Yo no puedo hacer radio nada más que con lo que tú eres como periodista, como analista y como persona. Yo vengo de otros medios, he hecho televisión, he hecho prensa escrita, he hecho periodismo recorriendo el mundo, tengo una sensibilidad para no simplificar los problemas, y con todo eso creas tu voz. La voz no es producto, no es un perfil de redes sociales.
—El oyente identifica pronto a un impostor, entonces.
—Claro. Tú estás tres horas todos los días delante del micrófono, y no puedes crearte un personaje. Tu voz es tu historia personal, tu historia periodística, la sensibilidad que he adquirido viajando por el mundo. Yo soy quien soy, y eso me permite conectar con el oyente. Mire, hay gente que me dice: ‘Fernando, no estoy de acuerdo con tus análisis pero me interesa lo que dices porque eres sincero’. Para mí eso es lo máximo: que me escuche hasta quien no está de acuerdo conmigo. Yo no soy como un político que por la mañana recibe un argumentario para saber qué tiene que repetir durante todo el día. Mi lucha, desde que me levanto hasta que acaba el programa, es salir de los argumentarios de una cierta derecha, de una cierta izquierda, de una cierta posición social.
—Comenta que le gusta estar en los sitios. Esta semana ha visitado el Norte de Córdoba contando el problema de la sequía.
—Nosotros hemos hecho en la Cope este especial porque no tiene nada que ver cuando sales del estudio, cuando pisas el terreno, cuando entras en una casa y te cuentan hasta dónde tienen que ir a por el agua… Hay que palpar lo humano: detrás de cada noticia hay una historia protagonizada por personas, por gente gente, y hay que escucharla, mirarla a los ojos, preguntarles por su alegría, por su sufrimiento. Hay que saber a qué huele y a qué suena una historia, qué rostro hay detrás. Por eso hemos estado en el Valle de Los Pedroches, para saber qué significa en la vida diaria no tener agua potable desde hace meses.
—Parece mentira.
—Claro. Hay cosas que uno no se las puede imaginar, que no las puede contar sin verlas, sin saber qué trastornos producen.
—Ha escrito libros y hecho documentales sobre los cristianos perseguidos en el mundo. Es un tema que le preocupa especialmente.
—Sí. Yo empecé este trabajo siguiendo el criterio del que hemos hablado: escribí un libro titulado ‘Cristianos y leones’ y cuando lo releí me di cuenta de que le faltaba lo fundamental, que era ir a los sitios, así que estuve viajando por países de África y de Asia, y es verdad que sorprende el ataque a los Derechos Humanos que sufre el cristianismo en muchas partes del mundo. Con el tiempo, viajando, he aprendido que la persecución de los cristianos tiene que ver con las situaciones políticas y sociales que se viven en muchos rincones del mundo, y además he aprendido que estas personas, a pesar de estar perseguidas, tienen una vida muy luminosa que me ha interesado contar.
—He leído que usted es miembro de Comunión y Liberación. ¿Cómo se plantea en su trabajo diario la dimensión apostólica que puede tener la comunicación?
—Sí, pertenezco a ese movimiento. La cuestión fundamental es la persona, la forma que tienes de relacionarte con la realidad. Yo no hago información religiosa, no la he hecho en mi vida ni creo que supiera hacerla. Pero claro, yo miro la realidad de una determinada manera, como cada uno. Una persona que tiene una tradición librepensadora mira la realidad de una forma, otra que es socialista pues lo hace otro modo, porque el sujeto está conformado por las experiencias que le marcan. El periodista, el comunicador no es un sujeto neutro, y eso es mentira. Es como es escritor, que tiene su propia mirada. Para lo contrario ya está la inteligencia artificial. Yo no soy una máquina. Mi experiencia como católico está en mí, claro, y luego todo eso se enriquece con diferentes experiencias y sensibilidades.
—Usted hizo la mili en Cerro Muriano, que es noticia por dos motivos. La más reciente, por la muerte de dos militares durante unas maniobras. La segunda, el proyecto de la Base Logística del Ejército de Tierra. ¿Está al tanto?
—Sí, claro. Pasé un año en Cerro Muriano, y lo llevo dentro. Estoy muy pendiente de estas cosas. La Brigada ha cambiado radicalmente desde aquellos lejanos 1989-1990 en los que yo hice la mili, porque nosotros éramos reclutas y la tropa no estaba profesionalizada. Yo era de Infantería, y recibí una muy buena instrucción. En estos años me ha parecido importante la participación en las misiones exteriores, en las que se ve lo capaz que es nuestro Ejército, como he visto por ejemplo en el Líbano. Y, hombre, sobre la muerte de los militares en las maniobras creo que estas cosas hay que investigarlas hasta el final; hay cosas que no están claras, me parece. El Ejército gana cuando este tipo de situaciones se investigan y se comunican con transparencia. Presunción de inocencia, por supuesto, pero si ha habido responsabilidades se tienen que asumir por el bien de todos: de las familias, del Ejército y de la sociedad cordobesa.