ABC (Córdoba)

La gran colección que Córdoba perdió y terminó en Málaga

▶Hace 250 años murió el coleccioni­sta Pedro Leonardo de Villacebal­los, que abrió el primer museo de la ciudad ▶Buena parte de las numerosas piezas que atesoró se exponen hoy en la capital de la Costa del Sol, en la Aduana

- FÉLIX RUIZ CARDADOR CÓRDOBA

Los orígenes de la museística cordobesa tienen un nombre propio: el del cordobés del siglo XVIII Pedro Leonardo de Villacebal­los, nacido en 1696 y fallecido hace ahora justo 250 años, en 1774. En vida, tuvo este hombre amplia fama por sus coleccione­s, que decidió exponer en su casa, situada en el que hoy se conoce como Callejón de Villacebal­los, lindero con la Plaza de la Luna y la Casa de las Pavas, en el Campo Santo de los Mártires y muy cercano al Alcázar de los Reyes Cristianos.

Según él mismo dejó en sus manuscrito­s, en esta casa-museo —que se denominó en aquellos años Zevallano Antiqui Museo Cordobés— se acumularon unas 6.000 monedas, gemas y medallas, alrededor de 100 inscripcio­nes y unas 20 esculturas romanas. A mediados del siglo XVIII vivió en este espacio su momento cimero, con su propietari­o muy activo como demuestra la amplia correspond­encia que mantenía con otros coleccioni­stas y especialis­tas.

Su muerte en 1774 supuso sin embargo la dispersión de las piezas, ya que ninguno de sus herederos tuvo interés por continuar con este legado. Finalmente las piezas fueron vendiéndos­e a otras coleccione­s y el grueso del museo se lo quedó en el siglo XIX la acaudalada familia malagueña Loring, que lo integró en su Museo Loringiano.

Origen de la colección

Lo curioso es que esos fondos de los Loring acabaron en el Museo de Málaga, que hoy se expone en el Palacio de la Aduana de la capital de la Costa del Sol. Allí se pueden ver piezas originales del museo de este coleccioni­sta cordobés, como la célebre thoracata de Montoro.

El origen de la colección de Pedro Leonardo de Villacebal­los está en su propio matrimonio, como contaba la historiado­ra Fuensanta García de la Torre, antigua directora del Museo de Bellas Artes, en su estudio sobre la museografí­a y la museología cordobesas que preparó para su ingreso en la Academia de la Historia Andaluza en 2016.

García explicaba allí que Villacebal­los se casó con su prima Catalina Estefanía Villacebal­los Segovia y Cabrera, y por esa vía le llegó la colección del tío abuelo de su esposa, el presbítero, anticuario y comisario del Santo Oficio Bernardo de Cabrera, además de otras coleccione­s como la del canónigo archivero José Vázquez Venegas.

Fueron la base sobre la que él fue construyen­do su propio museo, que siguió aumentando durante toda su vida, aunque él siempre se consideró con humildad, tal como refleja su propia correspond­encia, un «mero aficionado a las vetustedad­es de letreros, de monedas y de piedras».

Según explica en su estudio la historiado­ra Fuensanta García, una de las curiosidad­es del Museo Villacebal­los era la distribuci­ón de la colección en el patio y pórtico de la vivienda y el diseño de soportes expositivo­s, que fueron reproducid­os en manuscrito­s del siglo XVIII. De su distribuci­ón y exposición han quedado de hecho dibujos de los muros norte y sur del patio, de hacia 1740.

Conservado­r pionero

El interés de este legado llevó a que a inicios del siglo XXI, en 2003, se realizase un estudio monográfic­o con la participac­ión de varios especialis­tas para analizar la colección y sus particular­idades. Lo que se valora es que fue un caso muy singular de patio arqueológi­co andaluz en la tradición del renacimien­to italiano y con una organizaci­ón establecid­a.

De la minuciosid­ad de Villacebal­los, como explica Fuensanta García, dan cuenta las pormenoriz­adas descripcio­nes que hace de cómo conservar y exponer su colección. Así, en 1754, el coleccioni­sta explica que guarda las monedas en «un cuadradito de a tres dedos, cubierto con papel blanco, en cuya área se concavizas­e al justo cada medalla o moneda», con una cartela «para la comprensió­n común y su más pronto repaso». «Son detalles que hoy asociamos a procedimie­ntos habituales de conservaci­ón y difusión de bie

Entre las piezas expuestas había 6.000 monedas, 20 esculturas romanas y alrededor de 100 inscripcio­nes

La muerte de Villacebal­los supuso la dispersión de su colección, ya que sus herederos no quisieron continuar con su legado

nes culturales», según García, lo que demuestra el carácter pionero que tuvo este cordobés diecioches­co.

La muerte de Villacebal­los en 1774 supuso el declive de este proyecto, que al final fue un empeño personal cargado de romanticis­mo. Manuel José Díaz de Ayora dejó un descriptiv­o manuscrito de la colección en el que señala «que permanece en la casa familiar, desvanecié­ndose por el escaso interés de sus herederos».

Según cuenta Fuensanta García, «el monetario y algunas esculturas debieron venderse pronto, pues el epigrafist­a Emil Hübner al visitar Córdoba en 1861 describe el museo, citando que ya faltan el monetario, las gemas, algunas esculturas y algunos elementos epigráfico­s».

Años después el arqueólogo y abogado malagueño Manuel Rodríguez de Berlanga también estuvo por Córdoba y relató «la lastimosa situación de la colección y el riesgo de ser almacenada tras la venta de la casa».

Más tarde, según cuenta García, «entran en escena Rafael Romero Barros y su hijo Enrique Romero de Torres, que con el apoyo de la Comisión de Monumentos pusieron su empeño para que los restos del Museo Villacebal­los se incorporar­an al Museo de Pinturas y de Antigüedad­es de Córdoba».

Los esfuerzos de ciertos sectores de la ciudad no se vieron sin embargo recompensa­dos y a fines del siglo XIX lo que quedaba del Museo Villacebal­los fue adquirido por Jorge Loring Oyarzábal, marqués de Casa Loring, que en 1896 los traslada a su finca de la Concepción en Málaga, pasando a integrarse en el célebre Museo Loringiano.

En 1911, los herederos de Jorge Loring y Amalia Heredia perdieron la propiedad de la finca La Concepción a manos del matrimonio de empresario­s vascos Echevarría-Echevarrie­ta, experiment­ando el mismo destino la colección arqueológi­ca loringiana. Los Echevarría cuidaron y conservaro­n aceptablem­ente la colección, pero sus herederos fueron menos consciente­s.

Cerrado el Museo Loringiano, cuentan los historiado­res que durante muchos años pasó desapercib­ido para la mayoría de los investigad­ores nacionales y extranjero­s que visitaban la ciudad.

Durante la Guerra Civil muchos objetos se perdieron o se dispersaro­n. Otros, por el contrario, al pasar la finca de los Loring a nuevos propietari­os, se trasladaro­n a otras ciudades, caso del mosaico de Los Trabajos de Hércules de Cártama o la Urania de Churriana, que fueron llevados al cementerio de La Galea en Algorta (Vizcaya).

Al Museo de la Aduana

El Museo Arqueológi­co Provincial de Málaga, que fue creado por Decreto del año 1947, integró finalmente en su colección fundaciona­l los fondos restantes del antiguo Museo Loringiano, quedando éstos expuestos en su sede, que por entonces era la Alcazaba de Málaga.

El último capítulo de esta historia está en la apertura ya en el siglo XXI del denominado Museo de la Aduana ubicado en pleno centro de la capital malagueña y destino definitivo de algunas de las más valiosas piezas de la colección Loringiana y de la de ese personaje peculiar que fue Pedro Leonardo de Villacebal­los. Sin duda, fue uno de los hombres destacados de la Córdoba del siglo XVIII y cuya labor y ejemplo está en la base de los diversos museos de la ciudad y a los que él abrió el camino.

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 ?? ?? ฀Sección de restos romanos y epigrafías del Museo de la Aduana de Málaga. ฀La thoracata de Montoro, en la finca de la Concepción y en el Museo de la Aduana ya limpiada y restaurada. ฀El Museo Loringiano, donde estuvo lo que quedaba de la colección. ฀Jaime Loring y su familia.
฀Sección de restos romanos y epigrafías del Museo de la Aduana de Málaga. ฀La thoracata de Montoro, en la finca de la Concepción y en el Museo de la Aduana ya limpiada y restaurada. ฀El Museo Loringiano, donde estuvo lo que quedaba de la colección. ฀Jaime Loring y su familia.

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