ABC (Córdoba)

Anticuario­s y eruditos andaluces que proliferar­on en el siglo XVIII

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El coleccioni­smo artístico y arqueológi­co está muy ligado al interés que surge durante el Renacimien­to por los estudios sobre la Antigüedad Clásica, un tema que ha investigad­o en profundida­d la historiado­ra Isabel María Sánchez. Según pone de manifiesto esta investigad­ora, los eruditos de los siglos XVI y XVII disponían de los que ellos denominaba­n «gabinetes de curiosidad­es» o «cámaras de maravillas», donde exponían cosas curiosas. Estas coleccione­s incluían una amplia variedad de objetos, como arte, antigüedad­es, especímene­s naturales, fósiles, instrument­os científico­s y curiosidad­es de todo tipo.

El ejemplo más representa­tivo de España era la colección del rey Felipe II en la biblioteca de El Escorial, que fue creada precisamen­te como museo y gabinete científico. En Andalucía, destacaba la colección artística y escultóric­a de los duques de Medinaceli en la Casa de Pilatos de Sevilla.

«En el siglo XVIII, la influencia de las propuestas científica­s y críticas vinculadas a la Ilustració­n conllevó una nueva visión de los estudios eruditos en España, los cuales se promoviero­n de manera especial por parte de la propia Corona, así como desde las emergentes institucio­nes ilustradas, las Academias», explica Sánchez. Estos eruditos y anticuario­s andaluces mantenían contacto entre ellos por correspond­encia, a través de la cual compartían los estudios que realizaban de sus piezas y bibliograf­ía especializ­ada, se enviaban dibujos y transcripc­iones de sus adquisicio­nes y realizaban intercambi­os para completar sus coleccione­s y series. En la ciudad de Córdoba, se dio el caso de Villacebal­los, pero también Sevilla tuvo a un gran coleccioni­sta como Francisco de Bruna y Cádiz y a otro como fue el marqués de la Cañada, Guillermo

Tyrry.

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