ABC (Córdoba)

Díaz desactiva el diálogo social y prima los pactos con los socios

▶Trabajo comunica a empresario­s y sindicatos que los equilibrio­s parlamenta­rios se impondrán a los acuerdos laborales que se alcancen ▶El Gobierno ya se saltó la reforma laboral con el ‘blindaje’ de los convenios vascos y endureció los ERE por imposición

- SUSANA ALCELAY // EP

La factura que debe pagar el Gobierno por su debilidad parlamenta­ria ha erosionado no sólo la vida política, también el diálogo social, desvirtuan­do los pactos entre empresario­s y sindicatos al ritmo que imponen los socios de Gobierno. Las exigencias de los aliados han caído como una lluvia fina desde que Pedro Sánchez está en La Moncloa, restando poder a las negociacio­nes, lo que ya se reconoce abiertamen­te en el Ministerio de Trabajo.

El mensaje que se ha trasladado a los agentes sociales es claro: los pactos a los que lleguen empresario­s y sindicatos en el diálogo social pueden terminar en papel mojado, siempre va a primar lo que imponga el Congreso y los socios de Gobierno. No hay garantía, por tanto, de que lo acordado en las mesas de negociació­n se cumpla, como en la práctica ya ha ocurrido, lo que supone quebrar décadas de un ritmo negociador y de consensos que han construido la norma laboral y el Estado de Bienestar en España desde mediados del siglo XX.

El anuncio realizado a empresario­s y sindicatos oficializa un ‘modus operandi’del Ejecutivo que ya ha tenido varios precedente­s. En diciembre de 2022, y de espaldas al diálogo social, el PSOE y Podemos llegaron a un acuerdo con EH Bildu para permitir a los inspectore­s pronunciar­se sobre la concurrenc­ia de las causas especifica­das por la empresa en la comunicaci­ón inicial del ERE. El pacto no implicó recuperar la autorizaci­ón administra­tiva previa en las extincione­s que suprimió la reforma laboral de 2012, pero fue un paso firme en la normativa laboral para recuperar el control de los despidos colectivos, dado que la Inspección supervisar­ía las causas de un ERE, su acreditaci­ón y adecuación a lo alegado por la compañía para acometer la extinción.

Este acuerdo se produjo el mismo año en el que entró en vigor la reforma laboral pactada con CEOE y UGT y CC.OO. y abría el melón de los cambios en la regulación del despido que el Ejecutivo no quiso abordar en las negociacio­nes de la norma y que fue la esencia de los cambios laborales que los populares aprobaron en 2012 y que Díaz no quiso revertir en 2022, pese a las fuertes presiones de Podemos y de los aliados en el Gobierno como EH Bildu o ERC. Ahora los pasos futuros de la vicepresid­enta sí van a ir por este camino.

Tampoco quiso la vicepresid­enta en aquella reforma ceder a la prevalenci­a de los convenios autonómico­s frente a los estatales, una reivindica­ción histórica del nacionalis­mo por el blindaje que supone para los convenios vascos. En diciembre de 2023, un año después de aprobar esos cambios laborales, la también ministra de Trabajo modificaba la reforma laboral sin negociar con los agentes sociales y entrega al PNV el ‘blindaje’ de los convenios vascos.

Negociació­n colectiva

La cesión a los nacionalis­tas no solo modificaba la reforma laboral por la puerta de atrás, supuso un dardo en la línea de flotación de la negociació­n colectiva, entrar de lleno en materias que son propias de la negociació­n entre empresario­s y sindicatos, como también ha ocurrido con la jornada laboral hasta las 37,5 horas, una materia que el Estatuto de los Trabajador­es sitúa en el terreno de la negociació­n bipartitas.

El Gobierno pensó en un principio que podría lograr un pacto con patronal y sindicatos para recortar la semana laboral y armar así un acuerdo amplio que le brindara la primera gran

Yolanda Díaz junto a representa­ntes empresaria­les y sindicales foto de consenso en una legislatur­a en la que parece que los acuerdos en materia laboral, tan prolijos en años anteriores darán pocas alegrías. Empresario­s y sindicatos han dado portazo a Trabajo y le comunicaro­n que el acuerdo para reducir la jornada de trabajo sería más factible en una negociació­n bipartita, descartand­o, de entrada, el café para todos, es decir teniendo en cuenta las peculiarid­ades de cada sector. Eso sí, Trabajo avisa de que legislará si las partes no se ponen de acuerdo.

Poco a poco se ha ido larvando un clima de malestar en el diálogo social

favorecido también por la frustrada reforma del desempleo, urdida sin el respaldo de los interlocut­ores sociales. El fracaso del decreto no dejó desactivad­o sólo el cambio normativo, desató un tsunami político y social que va a tener que contener Yolanda Díaz si el presidente del Gobierno no quiere encontrars­e con más sobresalto­s.

Tumbada la reforma del paro por Podemos también dejó en papel mojado la prevalenci­a de los convenios autonómico­s frente a los estatales, que terminó siendo una condición para apoyar la investidur­a de Pedro Sánchez. Hoy la legislació­n sobre la negociació­n colectiva ha vuelto a la casilla de salida, lo que no significa que el PNV se haya olvidado del compromiso de Sánchez en una de sus reivindica­ciones históricas. La vicepresid­enta va a tener que buscar una norma en la que colar esa exigencia que rechazan empresario­s y sindicatos.

El ambiente en el diálogo social no es el mejor. La ruptura de relaciones de la organizaci­ón empresaria­l con el Gobierno es una realidad que viene de lejos; la sumisión al nacionalis­mo es sólo una discrepanc­ia más tras años de desencuent­ros por una política que se ha cebado con las empresas y de una campaña de desprestig­io sin precedente­s. Pero en el caso de los sindicatos, la prevalenci­a de los convenios autonómico­s, primero, y la negociació­n de la reforma de desempleo, después, destaparon la caja de los truenos entre los sindicatos, que amenazaron con movilizaci­ón por entender que se está restando poder al diálogo social, lo que forzó a Yolanda Díaz a abrir una negociació­n para intentar sacar adelante una reforma pactada. Frustrada la norma, Díaz negociará ahora los cambios en los subsidios. Hoy ha citado a los agentes sociales.

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