ABC (Córdoba)

Elogio de la presión

- IGNACIO RUIZ-QUINTANO

Que qué es la presión, le preguntan a Ancelotti. Si Ancelotti fuera Dante, hubiera contestado con un terceto (¿el terceto justifica a Dante o Dante justifica el terceto?), pero Ancelotti sólo es un entrenador, y respondió como lo hacen los entrenador­es (salvo Guardiola):

–La presión es la gasolina que necesitas para hacer mejor tu trabajo.

Xavi, sin embargo, no soporta la presión, y dice que ya se lo dijo Guardiola. ¿Qué le dijo Guardiola? Guardiola le dijo que la presión más grande del mundo es la del Barcelona.

Presión, precisamen­te, es lo que los Intelectua­les al Servicio de la República pedían a los «hombres de actividade­s liberales» para derribar la Monarquía: «Es, pues, urgentísim­o organizar esa presión haciendo que sobre el capricho monárquico pese con suma energía la voluntad republican­a de nuestro pueblo… Movilizar a todos los españoles de oficio intelectua­l para que formen un copioso contingent­e de propagandi­stas y defensores de la República española. Llamaremos a todo el profesorad­o y magisterio, a los escritores y artistas, a los médicos, a los ingenieros, a los arquitecto­s y técnicos de toda clase, a los abogados, notarios y demás hombres de ley… De corazón ampliaríam­os a los sacerdotes este llamamient­o…» Poco después, el «No es esto, no es esto» de Ortega, sólo superado por el célebre ‘mosso’ de «la república no existe, idiota».

Por si acaso Guardiola tuviera razón y el Barcelona del ‘prusés’ fuera el club de mayor presión mundial, he buscado en ‘Los grupos de presión en la Segunda República española’, de Manuel Ramírez Jiménez, pero no he encontrado el dato que lo corrobore. Así que la presión que tiene Xavi es la necesidad de ganar, y para ganar vale todo. Por eso nadie se cree que Ancelotti vaya a ganar la Liga (que, por otro lado, poco importa), en competenci­a con un Leviatán mediático, arbitral y financiero.

En Getafe Vinicius fue recibido en la calle por un grupo de aficionado­s al grito de ‘¡Mono!’, y en el campo, con un manotazo en la cara que el veterano comentaris­ta se apresuró a calificar como «accidente» y que el trencilla dejó pasar, a diferencia del trencilla de hace una semana en Las Palmas, que amonestó a Rodrygo por un sosquín a Valles, el portero teatrero, mientras el mismo comentaris­ta, sólo una semana más joven, pedía la roja, «o por lo menos naranja», que es el gracejo que tiene. Con Rodrygo se manipuló un video para hacer decir al árbitro lo que no había dicho. Cuestión de criterios. El Getafe, por ejemplo, decidió solicitar al director de partido de LaLiga que incluyera en su informe un supuesto insulto, en el terreno de juego, de Bellingham, jugador del Real Madrid, a Greenwood, jugador del Getafe, episodio que abre expectativ­as mediáticas inusitadas: si tenemos los audios del VAR, ¿por qué no equipar a cada futbolista con un pinganillo y así disponer de los audios que relancen las audiencias deportivas de los medios? Ni audios de Villarejo ni vídeos de la TV del Real Madrid: ¡audios con las confidenci­as que a Vinicius le hacen sus marcadores en el fragor del regateo!

El trencilla de Getafe culminó su portentosa actuación (una amarilla por dieciséis faltas para el equipo local, dos amarillas por cinco faltas para el equipo visitante) dejando sin derbi a Tchouaméni en el último minuto, y a Ancelotti sin centrales para enfrentars­e al entrenador mejor pagado del mundo (no confundir con el «más pagado de sí», que es el del City), que anda con centrales de estreno, como Paulista, experto en Vinicius. ¡Cómo hay que valer para sacar de quicio a un tipo como Ancelotti! Un amigo manchego me dice que los De Burgos son gente con correa, emigrantes de su pueblo, Moral de Calatrava, a las provincias vascongada­s. La Españona de «¡Se siente, c…!» nunca dejará que un italiano con corbata bien anudada le levante una ceja.

Ancelotti tiene, en fin, la presión suprema, que es la obligación (no la necesidad) de ganar siempre, frente a la presión de excusarse, que es la presión de todos los demás, encabezado­s en España por Xavi, cuya Xavineta carraspea en las cuestas (con el carraspeo que te entra si tienes que explicar que Joselu vale más que Lewandowsk­i), y por Simeone, que maneja la presión de insinuar, revelándos­e el ‘malevo’ a lo Borges que lleva dentro del traje negro cuando, hablando del Real Madrid, alude «a todo lo extra que no se ve, pero está…» (?) –Los entendidos entienden. Pobre hombre: tiene la gracia (¡el humor negro!) donde pican las avispas, como su ídolo Enrique Pinti.

Por eso tampoco quiero que venga Mbappé: primero, porque, en lo económico, podría dejar al Madrid como Messi dejó al Barcelona; pero, en lo deportivo, no haría sino excitar todavía más al palurdismo hispánico. El fútbol español, que es un fútbol lombrosian­o y de entrecejo, no se merecería ese lujo del Real Madrid.

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// I. GIL Hazard

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