El cazador cetrero
▶ El interés por la cetrería se recuperó en España gracias a Félix Rodríguez de la Fuente
Se entiende por cetrería, en su primera acepción, según el Diccionario de la Real Academia, «el arte de criar, domesticar, enseñar y curar a los halcones y demás aves que sirven para la caza de volatería». Y, en su segunda acepción, como «la caza menor que se hace con halcones, azores y otras aves». Cetrero es el que practica la cetrería y su etimología se remonta al antiguo vernáculo ‘acetrero’, que a su vez provenía del latín vulgar ‘acceptor’, derivado del latín ‘accipiter’ (azor).
El origen de la cetrería, al parecer, se localiza en Asia, en Mesopotamia o en Mongolia, hace unos 4.000 años. Aunque también existen fuentes que lo sitúan en China. A Europa Occidental llegó con las invasiones godas y en nuestro país con los germanos y acto seguido con los árabes. Fue la Edad Media su época dorada, en la que aparecieron numerosos escritos sobre ella. Se puede decir que tales escritos comenzaron en el siglo IX con un breve tratado conocido como ‘Anónimo de Vercelli’, que contiene un recetario para el cuidado de las aves, siguiéndole otros hasta finalizar con ‘De arte venandi cum avibus’, del siglo XIII (1241-1248), de Federico II Hohenstaufen, extensa obra formada por seis libros traducida de la del árabe Moamín ‘Kitab al-yawarih’ y que trataba de una introducción sobre ornitología general seguido de una serie de instrucciones sobre la crianza, entrenamiento y uso de halcones para la caza.
Ciertamente, la cetrería en Europa estaba prácticamente reservada a los nobles, que se divertían soltando sus aves de presa en salidas al campo con la parafernalia que rodea a un acontecimiento social ‘inter pares’. Muchas y variadas anécdotas y leyendas están recogidas en los anales históricos sobre esta afición aristocrática, como aquella en la que Sancho I de León se prendó de un ejemplar de azor propiedad del conde Fernán-González, por lo que se propuso adquirir, al precio que fuere, tan singular animal; en la compra, concertada en el año 923, comprometió Sancho su real palabra a doblar el precio convenido por cada día que pasara sin saldar la deuda. Al cabo de siete años, Fernán-González reclamó el dinero, que alcanzaba una suma fabulosa, y al no disponer de ella el monarca leonés accedió, a cambio, a la emancipación del reino de León del condado de Castilla.
Con el paso de los años, la cetrería de los nobles europeos vino a menos debido al cambio de regímenes políticos en los que ellos no poseían tanto poder, pero no desapareció, sino que pasó a manos más modestas, lo cual no quiere decir que ganara tanta popularidad como en el caso de las otras modalidades de caza.
Los aficionados a la cetrería por lo general no abundaron, sus aventuras quedaban casi por completo en el anonimato, no se hablaba apenas de ellas entre los aficionados a la caza ni aparecían en los medios de comunicación especializados. Bien es verdad que la Ley de Caza de 1970 la contemplaba normalizando la cuantía dineraria de su licencia, en aquellos tiempos de 500 pesetas.
Su recuperación
El interés por la cetrería despertó de su letargo cuando apareció en escena, allá por los años setenta del siglo pasado, uno de sus practicantes más famosos, Félix Rodríguez de la Fuente,
el gran comunicador de los avatares de la naturaleza tanto en el medio televisivo como en el literario.
Fue a partir de entonces cuando se despertó el interés por esta modalidad, no solo por el disfrute de la caza en sí misma sino por los beneficios que podrían obtenerse con su práctica. Uno de ellos, quizá el más importante, era, y es, usar las aves de cetrería para ahuyentar a otras aves que causan importantes molestias al hombre, como lo pueden ser aquellas que frecuentan los alrededores de los aeropuertos o aquellas otras que acuden a comer en cantidades ingentes a los vertederos urbanos.
En este sentido, como profesor, he de confesar mi satisfacción por tres de mis alumnos. Dos son estudiantes de grado: Federico Sepúlveda, desgraciadamente desaparecido a edad temprana, que llevó a cabo el proyecto fin de carrera sobre el empleo de la cetrería para hacer una barrera a las aves que frecuentan los alrededores de los aeropuertos, y Alfonso del Valle García, quien estuvo probando, con un cetrero, la bondad del procedimiento de suelta de halcones para ahuyentar a las aves que visitan los vertederos de basura. El tercero, el estudiante de doctorado Javier Ceballos Aranda, quien defendió con éxito su tesis doctoral, ‘Cetrería en España: evolución histórica del empleo de falconiformes para la caza’, de magnífica hechura.
En julio de 2021 la cetrería quedó inscrita en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la Unesco. Esperemos y deseemos que la afición a esta tan interesante actividad transformada en arte continúe en nuestro país por mucho tiempo.
Se sitúa el origen de la cetrería en Asia hace unos 4.000 años