ABC (Córdoba)

Amnistiar un maletero

Y ahí siguen, preparándo­le un traje ‘molt honorable’ a su @KRLS

- JESÚS NIETO JURADO

España es un país de porteras, de cainitas y de envidiosos. Ya verán, cuando menos se lo esperen, cómo Junts exige un memorial de agravios con la chequera apuntando al corazón o a la frente. Yo ya le he cerrado el corazón y el piso a mi compañero después de seis años; por impago y por eso mismo, por caradura de Junts sin saberlo, que se ve que aquí los hechos consumados y la falta de honor cotizan al alza; huelga decir que el susodicho no era Luis Candelas y las luces del bingo «le alegraban –como se dice pasando Despeñaper­ros–la pajarilla». Y eso que vivimos en un bajo de Argüelles el secuestro civil de Sánchez, una isla de las tentacione­s, y le enseñé hasta a declinar. Él me cantaba por Antonio Molina. Todo era una economía de trueque.

Pero al lío. Un algo más que la amnistía así, a tenazón, quizá sería hasta entendido como un gesto bonito de un Estado tan blando que se diría todo de algodón para un Nobel de la Paz. Al tiempo.

Es mejor empantanar, que la ley haga de Puigdemont un Mandela cateto, que en eso andan los fontaneros, esa aportación del socialismo español a la ‘socialdemo­cracia’. Y ahí siguen, preparándo­le un traje ‘molt honorable’ a su @KRLS, y que el mártir del maletero y el Gerona siga vendiendo su relato de exilio bruselense, quizá con memorias lluviosas como una canción de Jacques Brel.

Lo peor es que está el mundo a días que al sátrapa Putin le dé por invadir los Sudetes, y mientras, en esta península soleada, cada uno con sus cosas. Yo ya me imagino giras de Puigdemont por los pueblos y ciudades. Un «Ja sóc aquí» sostenido en el tiempo, y pasando la hucha, eso sí, que ya el padre Pujol dejó la tradición de rogar su ‘impuesto revolucion­ario’ por donde pasase.

Un ‘ninot’, representa­ndo la elasticida­d y ofrecimien­to de España por donde la espalda pierde su nombre a Puigdemont, equivale a un delito de odio, lo mismo que un requiebro en verso a una dama de buen ver.

Moncloa es ya una oficina de regalías a Junts, y en ello aporta mucho Óscar Puente, indispensa­ble en esto de ser diplomátic­o y sibilino. Fino estilista.

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