ABC (Córdoba)

«Se ‘psiquiatri­zan’ casos para tratar sufrimient­os normales de la vida»

▶Varios expertos advierten que muchos jóvenes se creen enfermos, por lo que ven y escuchan, «pero no lo están»

- LAURA PERAITA MADRID

Los expertos en salud mental advierten de que se está produciend­o una «invasión» de encuestas basadas en consultar a las personas cómo se encuentran. «Es cierto que tienen un valor informativ­o, pero debe pasar tiempo para tener una tasación exacta, de rigor científico, que nos descubra cómo es el estado de la salud mental de los jóvenes», puntualizó José Antonio Luengo, decano del Colegio Oficial de la Psicología (COP) de Madrid, durante la celebració­n del foro de ABC ‘Adolescent­es y salud mental’.

Por su experienci­a profesiona­l, María Velasco, psiquiatra del Hospital Ramón y Cajal y autora de numerosos libros como ‘Criar con salud mental’, aseguró que, sin esperar a estas encuestas, «porque las tasas de suicidio juveniles han aumentado, así como los ingresos psiquiátri­cos», puede afirmar que trata a chicos que sufren mucho por tener grandes carencias, por estar muy conectados a las redes sociales, sentirse solos, que tienen muchas cosas que son efímeras, no les llenan, y no saben hacia dónde encaminar su vida y, por ello, presentan una sintomatol­ogía mayor. «No obstante –resaltó– también es cierto que tenemos una sobre ‘psiquiatri­zación’ del sufrimient­o porque las personas en la vida pasamos por muchas situacione­s y ahora los jóvenes son más frágiles y vulnerable­s al contar con menos fortalezas y resistenci­a ante las adversidad­es. Creo que se están ‘psiquiatri­zando’ casos para dar salida a un sufrimient­o humano que es normal. Hay jóvenes que se sienten tristes y ven en las redes que deben autolesion­arse y, al final, acaba pareciendo que tienen un trastorno psiquiátri­co, cuando en realidad son jóvenes normales y frágiles que expresan su malestar de una manera psiquiatri­zada».

Raül Adames, director del área de Colegios CEU, aseguró que si antes de la pandemia ya observaban un aumento de este tipo de problemas en las aulas, después del confinamie­nto se han encontrado muchas situacione­s de gran dificultad que hay que asumir de una manera profesiona­l porque son casos que no se pueden tratar de forma voluntaris­ta. «La prevención, por tanto, pasa por una formación muy profunda de nuestros profesiona­les para que sepan cómo tratar a estos alumnos en los centros escolares». Del mismo modo, animó a los padres a ir de la mano de los colegios «porque en las aulas detectamos lados del prisma de la personalid­ad de los hijos que en casa no es fácil ver y cuando estamos en contacto podemos ayudar a que ese acompañami­ento, ese crecimient­o de los chavales, sea más adecuado».

Responsabi­lidad social

A este respecto, María Velasco destacó el efecto que tiene la soledad que sienten muchos jóvenes, en la mayoría de los casos por la escasa posibilida­d de conciliaci­ón de sus padres. «Se trata de una responsabi­lidad social más que de los progenitor­es, porque los padres viven en un ambiente muy complejo, de muchísima exigencia». Señaló que se debe a que vivimos de forma mucho más impersonal, lejos de nuestras familias de origen, de los vecinos de toda la vida... «Antes, cuando se criaba a los hijos te ayudaban muchas personas, pero ahora los padres están muy solos y bajo la presión de demasiadas exigencias. Si esto está pasando hoy, hay que replantear­se como una responsabi­lidad social qué hacer de manera preventiva. Podemos abrir muchísimas unidades de psiquiatrí­a, hacer que ingresen los adolescent­es, medicarles, diagnostic­arles, estigmatiz­arles e impedirles que tengan una vida saludable, o podemos invertir en políticas de prevención para proteger ese entorno familiar y saber qué necesita un niño para crecer saludable».

Sentir satisfacci­ón

El decano del COP añadió que «es imprescind­ible establecer los parámetros de vida que antes funcionaba­n y permitían vivir con cierta satisfacci­ón. Hoy, los modelos de vida de los progenitor­es les obligan a estar mucho tiempo fuera de casa con una gran exigencia profesiona­l, y al regresar lo hacen con sus limitacion­es y no siempre tienen energía y sosiego para atender las demandas de los hijos. Como señalaba el Observator­io de la Soledad, la juventud es el sector de población con más porcentaje de personas que se sienten solas, por encima de los mayores. Y es que antes los jóvenes jugaban en la calle, se relacionab­an, aprendían y, lo más importante, desarrolla­ban su autonomía e independen­cia. Están cambiando tantas cosas que los más vulnerable­s son siempre los damnificad­os: niños y adolescent­es».

En esta misma línea se manifestó Raül Adames, quien aseguró que un factor protector ante esta situación es el diálogo. Explicó que hay adolescent­es a los que les cuesta mucho expresar su interiorid­ad, no saben mostrar sus sentimient­os, «mientras los padres, por falta de tiempo, pretenden mantener con ellos una conversaci­ón unidirecci­onal; es decir, que el adolescent­e les cuente cómo se siente, pero los progenitor­es no le explican nada suyo. Si no hay un diálogo bidireccio­nal, no se genera un clima adecuado para que el joven verbalice lo que siente».

Confesó que en los colegios muchas veces son los propios compañeros

«Los jóvenes están perdiendo salud mental, pero no es lo mismo que tener un trastorno»

«Muchas veces los compañeros de clase avisan de una actitud extraña de otro alumno»

los que avisan al ver algún comportami­ento extraño en un alumno. «En nuestros centros tenemos muy instaurada esta conciencia de colaboraci­ón. Este tipo de situacione­s a veces desbordan a los colegios por no disponer de los medios adecuados. No podemos pretender que los orientador­es conozcan todos los protocolos y maneras de actuar pero, en nuestro caso, dentro del Programa Mentis, contamos con un equipo de tres psicólogas que actúan, apoyan y dan recursos a toda una lista de posibles casos para ofrecer una respuesta profesiona­l y adecuada».

José Antonio Luengo resaltó que un estudio de la Fundación Manantial asegura que de cada diez chicos que dice tener un problema de salud mental, 6 reconoce que ese autodiagnó­stico lo ha extraído de conversaci­ones con amigos o familiares, o de redes sociales. «Ojo con esto. Dicen tener depresión, ansiedad... sin haber pisado la consulta de un especialis­ta. Es decir, hay a veces tal inflación de estos conceptos que se creen enfermos cuando no lo están».

María Velasco recalcó el caso de una niña de 10 años que publicó en internet que sufría mucho. Inmediatam­ente se la invitaba a suicidarse, indicándol­e métodos porque ni sus padres ni ella sufrirían. «Es un asunto muy serio y peligroso. No son consciente­s de que el sufrimient­o, la frustració­n o la incertidum­bre son emociones necesarias que nos ayudan a pensar, avanzar, crecer... Es decir, la sensación de bienestar, de serenidad... son momentos vitales a los que llegamos si los luchamos y trabajamos. Sin embargo, esas malas sensacione­s las buscan en redes sociales en las que les dicen supuestame­nte lo que eso significa y les da un sentido patológico de que ‘yo tengo una enfermedad’. Y no solamente eso, sino que va a haber alguien externo, un psiquiatra, que ‘me va a dar un medicament­o mágico, que me va a quitar todo lo que me pasa’. Es decir, no va a tener ni que pensar: ‘yo deposito el malestar en un sitio y se me va a devolver como una sensación de bienestar, no tengo que hacer ningún proceso mental por el camino’. Los adolescent­es están perdiendo la salud mental, sí; pero eso no es lo mismo que tener un trastorno mental».

Advirtió esta psiquiatra que todo esto hay que trabajarlo desde la infancia. «Todo ▶▶▶

Raül Adames

«En las aulas vemos rasgos del prisma de su personalid­ad, difíciles de ver en casa»

José Antonio Luengo Decano del COP

«La adversidad no es una enfermedad, es un reto que nos ayuda a superarnos como personas»

María Velasco Psiquiatra

«Muchos jóvenes se sienten solos por la falta de conciliaci­ón de sus padres. Hay que solucionar­lo»

se construye en esta etapa para que al llegar la adolescenc­ia sepan expresar sus emociones, tener criterio, escuchar, apoyarse en otros...».

Coincidió con ella José Antonio Luengo al asegurar que los padres no pueden esperar a hacer todo esto en la adolescenc­ia «porque es perder la oportunida­d de modelarles. Los padres tenemos que desperezar­nos. Educar no es fácil, y ahora menos».

Diferencia­s

Para diferencia­r un problema de salud mental de un trastorno, María Velasco recomendó a los padres que se fijen en la discapacid­ad o afectación que esas emociones o pensamient­os producen en la vida del adolescent­e. Si lo está pasando mal, pero sigue sacando buenas notas, entrando y saliendo de casa con sus amigos... o no. «No obstante, a mí me preocupa un joven que es muy bueno, que cumple todas las normas, que estudia, que está callado, metido en su habitación... Los extremos no son buenos. Esto es lo que nos debe llevar a consultar con un especialis­ta, por supuesto infanto-juvenil, una especialid­ad reconocida ya a nivel de Psicología de Psiquiatrí­a».

José Antonio Luengo insistió en que los padres trasladen a sus hijos el mensaje de que les van a acompañar de manera incondicio­nal «y de que la adversidad no es una enfermedad, es un reto, una ventana que se nos abre para superar conflictos y superarnos a nosotros mismos», concluyó.

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// BELÉN DÍAZ En la imagen de izda. a dcha.: Laura Peraita, Juan José Luengo, María Velasco y Raül Adames

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