ABC (Córdoba)

La pareja del zorro

- FERNANDO MUÑOZ

Hay una crítica de cine antológica en la hemeroteca de este periódico sobre una de esas películas tan, tan, tan buenas que nadie pagó un duro por verla: «Yo y 60 programado­res de festival no podemos estar equivocado­s». Es algo humano: creerse parte de un grupo alumbrado por una sabiduría nacida directamen­te de la caverna de Platón y, claro, contárselo al mundo. Que todos sepan lo equivocado­s que están al otro lado del río. La cosa se pone peor cuando, además, entra en juego la política: estamos tan acostumbra­dos a la polarizaci­ón, al odio, que ahora el valor de las cosas lo fija el nivel de irritación que produce en el rival y no en si tienen un verdadero valor artístico.

Desde la madrugada del sábado empezó a levantarse una ola reactiva desde cierta ribera política frente a una hipotética polémica que estaría por estallar –y que nunca lo hizo– en la de enfrente. Fue, claro, con el ‘Zorra’ que representa­rá a España en Eurovisión. Unos pensaban que los otros iban a criticar a Nebulossa por la letra, pero nada de lo cantado suena más fuerte de lo que ya compusiero­n las Vulpes hace 40 años; tampoco hay escándalo en ver a dos bailarines quitarse la americana y bailar en tanga en ‘prime time’. Y menos aún en que la cantante pudiera ser la abuela de Aitana, a la que ahora le dicen que no baile tan sexy porque ofende a las niñas que la escuchan, como si la culpa fuera de Aitana y no de los padres que cambiaron el Baby Shark por una veinteañer­a bailando reguetón.

Como aquí gusta más una polémica banal que un decreto ley por consenso, Pedro Sánchez ya dijo ayer en ‘Al rojo vivo’ que a la ‘fachosfera’ le molestaba lo de ‘Zorra’. Pero las únicas protestas han llegado desde asociacion­es feministas que defienden lo mismo que Carmen Calvo, y quien quiera entender que entienda.

Todo ha quedado invadido por la política, por un «y tú más» que ya golpea hasta en esos lugares de la cultura que parecían ajenos al ruido que nace de esos gabinetes plagados de politólogo­s. Y pasa lo inevitable: para las nuevas generacion­es de críticos, las series y las películas son buenas o malas en función del tema que tratan; el cómo importa menos que el mensaje. Estar en el lado bueno del turnismo político para que te inviten a moderar el último coloquio en sede ministeria­l sobre la película que esté de moda.

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