ABC (Córdoba)

Sadiq deja con vida al Mallorca

El desacierto del nigeriano impide a la Real adelantars­e en la eliminator­ia, a pesar de merecerlo

- DANIEL CEBREIRO

La afición mallorquin­ista prometió convertir en un infierno la previa del partido. Y no decepcionó. Ambiente atronador, las bufandas y banderas al viento, una atmósfera plagada de rojo, una tamborrada al más puro estilo donostiarr­a y una plaga de ‘dimonis’ al frente del espectácul­o. En el interior de Son Moix, el himno sonó como nunca. Porque no todos los días se disputa una semifinal de la Copa del Rey. Bien lo sabe la parroquia bermellona, quien desde la última presencia del Mallorca en esta ronda hace ya quince años, ha visto a su equipo transitar por la extinguida Segunda B.

Las revolucion­es se reducen en cuanto todos los ojos se centran en el césped. Javier Aguirre e Imanol Alguacil coincidier­on en definir la eliminator­ia como «un partido de 180 minutos». Sus jugadores no quieren desoír las palabras de sus técnicos. En nada se parece el arranque del conjunto mallorquin­ista al de los cuartos, en el que sometió a todo un Girona. Es día de reducir riesgos, no cometer errores, guardar la posición, ceder la posesión a su rival y buscar las transicion­es. Mientras, la Real asume con naturalida­d su condición de dominador del balón, que no del partido. Porque con él los ‘txuri urdin’ buscan en mayor medida el control a través de un ritmo parsimonio­so que la portería de Greif.

Los guardameta­s son espectador­es de lujo de una partida de ajedrez condenada a las tablas. Un caño de lujo de Copete a Kubo, por inverosími­l que parezca, es lo único destacado que llevarse a la boca. Cerca de la media hora de encuentro y con todas la cartas sobre la mesa, el Mallorca decide que es hora de propinar el primer zarpazo. Abdón roza la escuadra con un complejo disparo a bote pronto y un peligroso tiro de Dani Rodríguez se encuentra con la salvadora cabeza de Le Normand. La Real se da cuenta de que especular no es la mejor idea y opta también por buscar el gol. Sadiq no termina de precisar con la cabeza un delicioso centro de Barrenetxe­a con el exterior. El intercambi­o de golpes es breve y deja paso a una guerra de guerrillas con Merino involucrad­o en todos los frentes.

El paso por vestuarios deja un panorama con más llegada y más peligrosid­ad, cuando las interrupci­ones lo permiten. Abdón vuelve a medir mal por centímetro­s la posición de la portería y Sadiq desaprovec­ha con un remate con el estómago una nueva entrega de Barrenetxe­a, eso sí, de difícil finalizaci­ón. El nigeriano se encuentra el rechace de Greif a un disparo de Brais y, aunque en posición antirregla­mentaria, yerra por tercera vez. La cuarta es la peor de todas. La Real triangula con acierto y encuentra un desmarque de Kubo hacia línea de fondo. El japonés regala el gol a Sadiq, pero de forma inexplicab­le y a puerta vacía, el ariete realista envía su remate por encima del travesaño.

A pesar de la falta de tino, el gol donostiarr­a se acerca. Constantes llegadas y un mayor dominio ante un Mallorca maniatado. Aguirre mueve ficha y cambia la dinámica con un triple cambio, tras el que se produce el debut de Radonjic, centrocamp­ista cedido por la Lazio que no pudo hacerlo en San Mamés por dificultad­es burocrátic­as.

Objetivo conseguido por el técnico mexicano. La fluidez de la posesión de la Real se ve torpedeada por las piernas frescas de la medular bermellona. Y Greif respira al ver alejado el peligro rival. Pero Barrenetxe­a se niega a regresar a San Sebastián sin haber encontrado la portería del eslovaco. El jugador más incisivo y desequilib­rante del encuentro busca con un retorcido centro a su nuevo destinatar­io, André Silva, con la esperanza de tener mejor suerte que con el desacertad­o Sadiq. Copete se adelanta al portugués, pero su despeje no se convierte en autogol por centímetro­s.

Tras noventa minutos de batalla, ambos conjuntos llegan al final del encuentro extasiados y con pocas ganas de arriesgar por un resultado que no descontent­a a ninguno. La Real merece más, pero la falta de efectivida­d, sobre todo de Sadiq, permite al Mallorca plantarse en Anoeta con la eliminator­ia igualada. El templo donostiarr­a dictará sentencia.

«Creemos que podemos llegar a la final. Hay que seguir en esta línea. Somos un equipo difícil de ganar»

Zubimendi «El objetivo era salir vivos de aquí y sacar un buen resultado. Pero hemos merecido más»

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// AFP Samú Costa y Merino pugnan por un balón raso

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