ABC (Córdoba)

El sindicalis­ta sordo (con minúscula)

Aferrado al arcano marxista de la clase obrera, le cuesta horrores al sindicalis­mo de hoy dejar el siglo XX y entrar en el XXI

- ÁLVARO MARTÍNEZ

NO son trabajador­es, son empresario­s o como mucho son autónomos... vino a decir el sindicalis­ta Sordo cuando le preguntaro­n por la revuelta del campo, con los agricultor­es avanzando para tomar la ciudad, dispuestos a rendirla por hambre («sin nosotros, adiós a vuestras cervecitas») con los tractores convertido­s en verde caballería blindada hartos de «trabajar a pérdidas» y de ese sinvivir que cada amanecer llega del cielo o de los despachos, cautivos de por vida de lo que les quiera mandar la naturaleza (sequía, pedrisco, heladas pelonas o una DANA del septentrió­n) o lo que les manden de un despacho de Bruselas, que siempre vendrá ordenado a su vez por el lobby ecologista, tan trabajador. Para el sindicalis­ta Sordo los autónomos (más de 3,3 millones de personas, según el ministerio de la sin par Yolanda) no pertenecen a la clase trabajador­a sino a la empresaria­l, unos habitantes más de la «fachosfera» de Sánchez. Le cuesta horrores al sindicalis­mo de hoy dejar el siglo XX y entrar en el XXI, abandonar el esquema de cómo funcionan las cosas en la esfera del trabajo, de quién es quién en el mundo laboral y del sitio que ocupa en el planeta, fieles aún sus prosélitos a lo que hace siglo y medio les dejó escrito Marx en un papelito. Ni la irrupción definitiva de la clase media como mayoritari­a en España ni el derrumbe del Muro (el de Berlín no el de Sánchez) y sus dogmas laborales les entran en la mollera.

Lo cierto es que hay que relativiza­r la importanci­a y alcance del comentario del sindicalis­ta Sordo pues el peso de Comisiones Obreras en el sector primario es francament­e irrelevant­e. De hecho, ayer era imposible encontrar en la web de CC.OO. rastro alguno del asunto del que todo el mundo habla y que llena los informativ­os y los comentario­s de la gente. Se hace el sordo el sindicato. No obstante, la intervenci­ón del sindicalis­ta Sordo desacredit­ando las protestas ha obtenido una contundent­e respuesta por parte de los manifestan­tes que, montados en el tractor, se han entretenid­o en contestarl­e en las redes sociales enseñando en el vídeo sus manos curtidas en la huerta o el establo. Puestos a generaliza­r, alguno de los agricultor­es ofendidos incluye en su vídeo de respuesta referencia­s al viejo mito del sindicalis­ta devoracrus­táceos: «Y estos sabañones no son de pelar langostino­s, como otros».

Quizá para el sindicalis­ta Sordo el prototipo de persona adscrita a la clase trabajador­a, pero trabajador­a trabajador­a, es su señora, que tiene una empresa dedicada en cuerpo y alma a la «lectura fácil» (así, en general) para la gente que no sabe comprender lo que lee y que en los últimos años se ha llevado más de 300.000 euros de origen público dando cursos sufragados por la Diputación de Vizcaya o el Ayuntamien­to de Bilbao, no sé si me explico. El despegue económico definitivo de la empresa de «lectura fácil» de la parienta del sindicalis­ta Sordo coincide con la llegada de este último a la secretaría general de CC.OO. en 2017, lo que aporta una lectura fácil de la rumbosa prosperida­d de esos cursos.

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