ABC (Córdoba)

Por fin, la Biblioteca

- MIRAR Y VER MARÍA AMOR MARTÍN

DICEN que quien escribe, en realidad reescribe, que hay temas que vuelven siempre, como el agua en la noria, y se convierten en recurrente­s e inevitable­s. Así ha ocurrido con el devenir de la Biblioteca Grupo Cántico, que ha ocupado mis pensamient­os en varias ocasiones en esta columna. Casi recién incorporad­a a estas lides, escribía sobre el proyecto de una biblioteca que no arrancaba, de la arrasada rosaleda de los Jardines de la Agricultur­a y de un tiempo de espera que, ya entonces, parecía demasiado largo. Los pasados meses de abril y noviembre, volvía a quejarme de la tardanza en su apertura y deseaba que se respetara la palabra dada sobre la fecha de la misma, con que acabaría la crónica de una biblioteca anunciada para febrero. Febrero llegó y la biblioteca también. Se ve que los ángeles bellos y bondadosos de Liébana se prestaron a atender nuestras peticiones y dieron cumplimien­to a tanta rogativa. Porque no ha sido una cuestión de impacienci­a, sino un ejercicio de aguante estoico, veinte años.

El acuerdo político de dos cordobesas, Rosa Aguilar y Carmen Calvo, veinte años para ejecutarlo, más de veinte millones de euros y una biblioteca, por fin. Esa es la historia. Solo queda la alegría de poder disfrutar de la biblioteca más avanzada de España, de unos fondos riquísimos y un edificio espléndido, desde cuyas cristalera­s se contemplan los históricos jardines, el privilegio de aunar naturaleza y lectura.

Fuera, un chico, captado por la avezada mirada de Valerio Merino entre las fotografía­s del reportaje de ABC sobre la inauguraci­ón, sentado en un banco de los jardines, ajeno a lo que sucede en el cercano edificio, absorto mira el móvil. Ojalá mañana, lea un libro. Me gustaría que volviera el rostro, que descubrier­a el tesoro que tiene cerca, el saber preservado y reunido, el conocimien­to a su alcance, las mejores historias, las palabras que desea, que necesita y que lo esperan, el valor del silencio, la libertad de quien lee, el poder de los libros...

Sobre qué fue de las rosas, hablaremos otro día. Y sí, Pablo, han tardado mucho, pero ahora tienes una sala con tu nombre, Sala de Investigac­ión Pablo García Baena. Allí nos vemos.

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