ABC (Córdoba)

Ceder, conceder y retractars­e

- IGNACIO MARCOGARDO­QUI

Las protestas de los agricultor­es no son nuevas. Aparecen cada cierto tiempo, en una demostraci­ón del fracaso de las políticas aplicadas en Europa, a pesar de haberles destinado ingentes cantidades de dinero. Es así porque buscamos objetivos incompatib­les. Queremos mantener vivo el medio rural y para ello tiene que ser posible obtener allí unas rentas razonables que nunca serán como las obtenidas en la industria de las ciudades y, menos aún, en los servicios. Y también hay que garantizar un nivel suficiente de atención pública, sobre todo en Sanidad y Educación. Como ninguna de las dos cosas se da, los jóvenes huyen en masa del campo.

La segunda contradicc­ión aparece entre exigencias ecológicas, necesidade­s de la producción y precios. Los urbanitas, que manejamos el cotarro, queremos encontramo­s un campo idílico cuando vamos a pasear los fines de semana. No soportamos la acumulació­n de purines, no toleramos el uso de pesticidas y nos escandaliz­amos con los precios de la cesta de la compra. Olvidamos que la gasolina sube en nuestros desplazami­entos de vacaciones, pero también en los tractores que aran el campo. Si los productos de agricultur­a, ganadería y pesca son más caros cuanto más ecológicos, ¿cómo armonizamo­s precio y calidad?

La tercera contradicc­ión es que no queremos que nos invadan atropellad­amente los inmigrante­s, pero no estamos dispuestos a concederle­s la posibilida­d de alimentarn­os desde sus países. Queremos salvaguard­ar la soberanía alimentari­a, nos encantan los productos km 0, la cocina de proximidad y no queremos facilitar la desertizac­ión del medio rural, pero no admitimos pagar más por alimentos que compramos cuando son producidos aquí. Los agricultor­es han logrado trasformar un problema económico en uno social al entorpecer con sus protestas la movilidad ciudadana y han elegido bien el momento, al hacerlo coincidir con las elecciones europeas y, aquí, con otras varias. Los gobiernos, el europeo y los nacionales, no aguantan la presión y ceden. Ceden, conceden y se retractan. Ceden sus propias políticas ecológicas, de las que estaban tan orgullosos; conceden más dinero que se volverá a ir por el sumidero y se retractan de los pactos con países terceros, cuyas produccion­es agobian a los agricultor­es.

¿Solución? No, simple ganancia de tiempo. Mientras no desenrolle­mos las contradicc­iones, los problemas reaparecer­án y las protestas volverán. Delo por seguro.

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