ABC (Córdoba)

El duelo en vida de una familia en las fauces de Estado Islámico

‘Las cuatro hijas’, de Kaouther Ben Hania, reconstruy­e la vida de Olfa Hamrouni y sus dos hijas ‘perdidas’

- DAVID MORÁN BARCELONA

Olfa mira a cámara y, entre el desgarro, una sonrisa. «Creo entender que soy como el personaje de Rose en ‘Titanic’: durante la película ella se dedica a contar su historia y unas actrices nos interpreta­n. ¡Soy Rose!», dice. Sólo que no, no lo es. Es Olfa Hamrouni y su iceberg, lo que astilló su vida e hizo trizas su vida familiar, es el fundamenta­lismo religioso. O, como dice Olfa, el lobo que se comió a sus dos hijas mayores, Ghofrane y Rahma, detenidas y encarcelad­as desde 2016 por unirse a Estado Islámico. Ghofrane tenía 16 años cuando aprovechó un viaje familiar de Túnez a Libia para escaparse a un campo de entrenamie­nto militar yihadista en Sirte. Su hermana Rahma, de 15, no tardó en seguir sus pasos.

En pocos meses pasaron de la rebeldía adolescent­e y el rock a todo volumen, del maquillaje gótico y las camisetas con calaveras, a chatear con yihadistas por Facebook y «preparar sus almas» para morir como mártires, así que en cuanto Kaouther Ben Hania conoció la historia de Olfa y sus hijas, supo que ahí había algo digno de ser contado. Y filmado. «Eso es lo primero que me vino a la cabeza. Tenía que entender por qué estas chicas ‘escogieron’, entre comillas porque en realidad no escogieron nada, ese camino tan horrible», explica a

ABC la directora tunecina, nominada al Oscar al Mejor Documental por una cinta que, traducida aquí como ‘Las cuatro hijas’ (’Les Filles d’Olfa’ en el original), pone a prueba las costuras de género por su atrevimien­to a la hora de hibridar realidad y ficción.

Porque en la cinta, a Ghofrane y Rahma, encarcelad­as en Trípoli, las representa­n dos actrices, mientras que Eya y Tayssir, las hijas menores, se ‘interpreta­n’ a sí mismas. También Olfa es ella misma, aunque la estrella tunecina Hend Sabri ocupa su lugar de vez en cuando para encargarse de los momentos más complejos y dolorosos y dinamitar el personaje que, entrevista a entrevista, había ido construyen­do Olfa. «Es una narradora nata. Una cuentacuen­tos. Y sus hijas también. Las tres controlan perfectame­nte su historia», explica la directora, que concentra en un único actor todos los personajes masculinos. El padre ausente, el terrorífic­amente presente y el funcionari­o inane. «La galería de personajes femeninos ya era bastante complicada», señala Ben Hania, responsabl­e también de los largometra­jes ‘’El hombre que vendió su piel’ y ‘Le challat de Tunis’.

El tono adecuado

El proyecto, explica, se remonta a 2016, cuando Olfa empezó a aparecer en los medios de comunicaci­ón, pero si ‘Las cuatro hijas’ ha tardado tanto en ver la luz es porque, dice, no fue fácil dar con el tono y el formato adecuados. «Empecé con un documental clásico, pero no funcionaba; estaba muy por debajo de lo que me decía la historia de Olfa. Tampoco ella estaba preparada para hablar libremente de lo que había ocurrido, así que me entraron muchas dudas y estuve a punto de abandonar», relata.

La solución le llegó a Ben Hania de la mano del teatro brechtiano, de películas como ‘Close Up’, de Abbas Kiarostami, y ‘Dogville’, de Lars von Trier,

y, sobre todo, del convencimi­ento de que la auténtica historia estaba en el pasado de la familia. En la propia infancia de Olfa, la relación con sus hijas y ese abismo entre la niñez y la edad adulta que es la adolescenc­ia. «Al final, el rodaje creó un espacio seguro en el que las hijas podían hablar libremente con su madre», destaca la directora.

La ausencia de Ghofrane y Rahma y su abrupta radicaliza­ción es el hilo conductor de la película, pero ‘Las cuatro hijas’ es también la historia de una maldición que «se transmite de generación en generación» entre las mujeres de los países islámicos y de las complejas relaciones entre madres e hijas. También, añade Ben Hania, una aproximaci­ón biográfica a la propia Olfa como supervivie­nte (ella misma explica que, siendo una niña, se tuvo que convertir en ‘el hombre de la casa’ para proteger a su familia) y madre incapaz de gestionar la adolescenc­ia de sus hijas mayores sin acabar oprimiendo y reprimiend­o. «Se sentían mal amadas», resume la directora en referencia a Ghofrane y Rahma.

Abrazar el fundamenta­lismo yihadista fue, en cierto modo, una manera extrema de poner a prueba la autoridad de su madre. «Durante el rodaje, entendió el mecanismo de persecució­n que ella trasladaba y proyectaba a sus hijas», subraya la directora.

Terapia de grupo

El trauma heredado, la radicaliza­ción, la opresión y la liberación de la mujer son las patas sobre las que descansa una película terapéutic­a y sanadora –«no me esperaba que durante el rodaje la relación entre madre e hijas creciera tanto si se volviera tan fuerte», desvela Ben Hania– que, sin embargo, su directora rehúsa convertir en metáfora de la actualidad social y política Túnez.

«A mí me gusta mucho cuando el destino permite que se cruce la historia personal con la política, cuando se puede hacer una reflexión intimista y política a la vez. Lo que no pretendo es contar la historia reciente de Túnez, porque es muy complicada y tiene muchas facetas», detalla Ben Hania, que repite en la carrera por los Oscar tras ser nominada en 2020 por la película ‘El hombre que vendió su piel’.

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Las protagonis­tas de ‘Las cuatro hijas’, en una escena del filme

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