ABC (Córdoba)

Miley, el esplendor que usa laca

Pensé, durante demasiado tiempo, que Miley Cyrus no pasaba de ser un vídeo de mucha posturita, pero resulta que ha dado el estirón, y ya tenemos una estrella que resuelve el escenario con electricid­ad única

- ÁNGEL ANTONIO AHERRERA

Venimos gastando mucha lujuria de prosa a propósito de la gente levantina que irá a Eurovisión, y casi se nos traspapela la campeona planetaria del momento, que es como decir del futuro: Miley Cyrus. Ha triunfado en los Grammy, y el vídeo de su actuación es ya un clásico del poderío de la música, de la belleza, del vértigo, o de todo junto. Porque Miley, además, canta.

No me gusta eso de que una imagen vale más que mil palabras, pero échenle ustedes un ojo al vídeo de esta mujer, cantando ‘Flowers’, que les apañará el día. He ahí a una artista. Miley Cyrus tuvo una época en que iba por la vida a bordo de un tutú de Disney, y luego le dio por sacar la lengua sin mucho criterio, cuando se consagró de archiestre­lla del pop. Las portadas le han dado a menudo el título de «la nueva reina del escándalo», porque cumplió un cruce de Britney Spears y Madonna, solo que con menos discografí­a que ésta, y, sobre todo, menos años, que es como decir con un voltaje renovado, estival y apabullant­e.

A menudo da la impresión de que a la chica la desvisten entre varios, y no acaba de aclararse, aunque a lo mejor sí, porque los asesores o promotores no van con despistes. La chavala es siempre un trueno fijo en las redes, y cada vez que hay movida con escenario de lo musical va y triunfa, aunque en ella lo musical ha ido prosperand­o aleatorio, yo creo. Hasta que la hemos visto en los Grammy, sola como un relámpago, y era el esplendor con laca, el esplendor que inaugura un cardado de laca de oro. Divarraca, ha escrito Rosa Belmonte. Pues eso. Miley lleva muchas temporadas en el podio mayor del sexypop, pero yo sospecho que la han celebrado antes los erotómanos que los melómanos. Sospecho. Ya digo que en la red suelen ponderarla como un oscuro objeto de deseo, o no tan oscuro, porque lo que vende, o vendía, Miley es la desinhibic­ión gestual y los pocos años de atleta de sacar mucho la lengua. Yo a Miley la he visto a menudo venial, y probableme­nte por eso logró mucho auge entre adolescent­es, que encuentran en ella travesura, cuando nosotros no veíamos sino una gimnasia sin chándal, tan de vuelta como estamos, ya, de las trampas de marketing. Tuvo hechuras de lolita, eso sí, pero su provocació­n no era tal, sino un cruce de mercadotec­nia y entrenamie­nto.

Lo suyo lo rebautizar­on un día como ‘pornodisne­y’, que no sabemos muy bien lo que es, aunque sí. Se trataba del jaleo de una chica entre mona y monísima, que se desabrocha­ba, después de hacer carrera como Hanna Montana. Estábamos ante lo de siempre, pero un poco más: un ángel con fondo de armario de chica mala. Yo pensé, durante demasiado tiempo, que Miley Cyrus no pasaba de ser un vídeo de mucha posturita, pero resulta que ha dado el estirón, y ya tenemos una estrella que resuelve el escenario con electricid­ad única. Insisto en que, durante mucho rato, Miley me pareció una niñata, un invento de ordenador, y hasta fui a verla, en Madrid, más por comprobar su existencia que por saludar su talento. Y allí estaba, sí, pegando sus brinquitos de criatura contenta, en el escenario, como un rubio arrebato, como una ebriedad dorada. Incluso aduló a sus fans de primera fila regando los rostros con agua de su propia boca. Pero ha resultado que todo eso no era sino el rodeo para el atajo definitivo: encubría a una artista de apoteosis, Miley. Un poderío que se peina despeinada­mente. Insoportab­le, inolvidabl­e.

Hanna Montana Lo suyo lo rebautizar­on un día como ‘pornodisne­y’, que no sabemos muy bien lo que es, aunque sí

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// AFP Miley Cirus bailando su ‘Flowers’ en los Grammy

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