ABC (Córdoba)

Biden versus Trump: un duelo marcado por la edad y los tribunales

▶Tres cuartas partes del electorado creen que, a sus 81 años, el presidente es muy mayor para seguir ejerciendo el cargo ▶Su rival, que también se ofusca y dice frases sin sentido, tiene cuatro causas abiertas con 90 cargos penales

- DAVID ALANDETE CORRESPONS­AL EN WASHINGTON

Una pregunta que sobrevuela Washington desde los años del Watergate ha cambiado. En el último escándalo que ha sacudido la Casa Blanca, la pregunta ya no es «¿Qué sabía el presidente y cuando lo supo?», sino «¿Qué olvidó el presidente, y cuándo lo olvidó?».

Joe Biden está mayor, muy mayor. No es una opinión aislada. Ni siquiera es solo algo que manifiesta­n una tras otras las casas de encuestas. Es una de las conclusion­es de una investigac­ión oficial e independie­nte sobre el manejo de documentos clasificad­os que ha sembrado el pánico en la Casa Blanca y ha llenado de regocijo a la campaña de un Donald Trump que se frota las manos.

Los correspons­ales que cubrimos la Casa Blanca y hemos visto de cerca al mandatario estos tres años podemos dar fe de ello, por mucho que enfaden las crónicas sobre su edad al equipo de prensa de Biden y a los cargos nombrados por este dentro y fuera de Washington.

El presidente no camina bien, es propenso a los tropiezos, por la mañana suele lucir en sus mejillas las marcas de una mascarilla de oxígeno. Suele confundir nombres, nada grave: en lugar de Macron dice Mitterrand, en lugar de Egipto habla de México, en lugar de la guerra de Ucrania se refiere a la de Irak. Hasta ahora, informar de esos aparentes traspiés físicos y cognitivos era material de anecdotari­o, historieta­s del presidente que se iban sumando a meteduras de pata extrañas, como cuando llamó «estúpido hijo de perra» a un periodista por una pregunta incómoda.

Desde el jueves, sin embargo, la edad de Joseph Robinette Biden es el gran problema de la presidenci­a y la campaña. Tras un año de trabajo discreto y minucioso, el fiscal especial Robert Hur publicó un informe de 388 páginas en el que afirmaba que no puede imputarle delitos en parte porque tiene las «facultades disminuida­s debido a su avanzada edad», y que su memoria «está significat­ivamente limitada».

La Casa Blanca reaccionó con furia. El equipo demócrata de opinión sincroniza­da, que también existe, se lanzó por tele, radio y pódcast a acusar a Hur, a quien hasta anteayer considerab­a un irreprocha­ble profesiona­l elegido por el propio presidente para investigar­le, de ser una suerte de mamporrero de la campaña de Trump, un infiltrado en la fiscalía con el objetivo de brindarle la presidenci­a al republican­o, enfangado en mil y una batallas judiciales.

Un tema delicado

El de la edad ha sido un tema delicado, asunto intratable que era mejor dejar de lado si uno quería congraciar­se con el equipo de la presidenci­a. El fiscal especial Hur se ha encargado de colocarlo en el centro de una campaña que va a ser una reedición de la de 2020, Biden contra Trump, dos candidatos que suman 158 años, los dos ya pasado el margen de la esperanza de vida, que para hombres en este país es de 73,5 años.

Señal de que el informe ha dolido en el equipo de Biden, la vicepresid­enta, ella misma fiscal de formación, salió airada en defensa del jefe el viernes. «No podría estar más equivocado en los hechos y claramente motivado políticame­nte, gratuito», dijo Harris del fiscal. Lo cierto es que el fiscal alimentó con sus hallazgos, todos ellos razonados en

Durante años, la Casa Blanca ha tratado de acallar preguntas sobre la edad del presidente y sus fallos cognitivos

su informe, una preocupaci­ón que queda reflejada en no pocas encuestas. La última, de la cadena NBC, salió dos días antes del informe. Tres cuartas partes del electorado dijeron que a sus 81 años Biden es demasiado mayor para seguir ejerciendo la presidenci­a.

Estas preocupaci­ones no son nuevas. A finales de los 80, Washington ya temía por el estado de salud de Ronald Reagan, entre rumores de que padecía demencia senil y quien mandaba en la Casa Blanca era su mujer, Nancy. Tenía 73 años al comenzar su segundo mandato. En la campaña de 1984 los demócratas cargaron contra él por su avanzada edad, y Reagan se defendió con una frase que pasó a la historia de la pericia política: «No voy a hacer de la edad un tema de esta campaña. No voy a explotar, con fines políticos, la juventud e inexperien­cia de mi oponente».

La alternativ­a

El problema para Biden es que no ha sido capaz de dar con una forma igual de socarrona de tranquiliz­ar a sus votantes. El jueves, el presidente apareció ante los medios enfadado, agrio, culpando a la prensa de su propia edad y de las palabras del fiscal. «Soy la persona mejor capacitada en este país para ser presidente y terminar el trabajo que comencé», dijo. La alternativ­a tampoco es que sea la juventud y el brío encarnados. Trump no sólo tiene cuatro causas abiertas con 90 cargos penales. A sus 77 años, se confunde a diario, mezcla palabras y nombres, a veces dice frases sin sentido y se niega a admitir error alguno. Dijo que ganó unas elecciones a Barack Obama, que Viktor Orbán es presidente de Turquía, que la republican­a Nikki Haley estuvo a cargo de la seguridad del Capitolio, todo falso.

La preocupaci­ón de los votantes por la edad de los líderes es algo nuevo, porque Biden y Trump son los candidatos más ancianos en presentars­e al cargo, algo además que hacen a la vez. Según Alex Keysar, profesor de Historia y Política Social en Harvard, «la edad es un sustituto de la preocupaci­ón por la enfermedad y la posibilida­d de que alguien muera en el cargo. ¿Esta persona es capaz de hacer el trabajo? Y luego: ¿Va a vivir para terminarlo?».

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