«Las cárceles tienen que ser centros de rehabilitación, no refugio de mafiosos»
▶ El presidente de la AN de Ecuador cree que su país puede recuperar la senda de la paz con el Gobierno de Noboa
El Gobierno ecuatoriano está luchando contra reloj para intentar acabar con la grave espiral de violencia que azota al país. En 2023 se registraron 7.592 muertes violentas, lo que supone un incremento de casi un 65% respecto al año anterior. El presidente Daniel Noboa ha anunciado la construcción de megacárceles de máxima seguridad y ha desplegado por las calles al Ejército para preservar la seguridad de los ciudadanos y hacer frente al narcotráfico.
El presidente de la Asamblea Nacional (AN), Henry Kronfle –nacido en Guayaquil hace 51 años–, ha tenido un duro aterrizaje en la política. Ingeniero mecánico por la Universidad de Miami y con gran experiencia empresarial, afronta un momento de máxima tensión en su país. Perteneciente al Partido Social Cristiano, fue elegido presidente de la AN tras recibir 128 votos a favor de 137 asambleístas (9 abstenciones). Para ello contó con los votos del correísmo, el PSC, la alianza ADN y Construye.
Kronfle afirmó en su toma de posesión que «vamos a trabajar para enfrentar la peor crisis de nuestra historia y a dar una dura batalla a la crisis de inseguridad que vivimos». Se refirió a la necesidad de enderezar el rumbo de Ecuador para que sea «el país de la paz y no de la pesadilla». Hace un hueco en su intensa agenda para atender a ABC.
—El asalto armado a la sede del canal TC TV confirma la gravedad de la situación. ¿Temen que pueda ponerse en peligro la libertad de expresión?
—Sin duda, la incursión armada en un medio de comunicación con señal al aire ha sido un momento muy crítico. Estos niveles de violencia ponen en riesgo la libertad de expresión y a la sociedad entera.
—¿Es Guayaquil el epicentro de los problemas?
—Al ser la capital económica del país y su puerto uno de los mayores de la región, por el que salen casi el 80% de las exportaciones, es una de las principales ciudades afectadas por la violencia.
—La seguridad en el país es la asignatura prioritaria del Gobierno de Noboa. ¿Tienen realmente los medios y la suficiente fuerza para enfrentarse a las pandillas y grupos armados? ¿Han tenido que pedir ayuda externa?
—De acuerdo con la Ley ecuatoriana, la seguridad del país es responsabilidad de la función ejecutiva. Este Gobierno está tomando medidas muy firmes para devolver la paz a los ecuatorianos, y se comienzan a ver poco a poco los resultados. Todos los poderes del Estado, desde sus competencias, han manifestado el apoyo irrestricto a la gestión del Gobierno para erradicar la violencia.
—¿Tiene credibilidad en la opinión pública el nuevo y joven presidente?
—Yo, personalmente, creo que es una persona capaz, seria y bien intencionada, y en este corto periodo en funciones hemos podido articular políticas y decisiones en beneficio de la estabilidad política del país y de sus ciudadanos. Las encuestas reflejan un altísimo nivel de aceptación de su gestión.
—¿Ha habido muchos fallos de seguridad en las cárceles o es que es imposible el control de tantos miles de presos hacinados?
—De ninguna manera. La fuerza pública del Ecuador es altamente capacitada y seria, pero necesitan un Ejecutivo firme, decidido y serio. Eso es lo que le ha faltado al país. En escasos dos meses del nuevo Gobierno se han ejecutado acciones contundentes contra la delincuencia, y poco a poco el Estado va recuperando el control de las cárceles y de barrios que por años han estado bajo el dominio de grupos violentos.
—¿Han crecido mucho los cárteles de la droga? Ecuador es más bien un paso intermedio para que la droga llegue a otros países, ¿cierto?
—Ecuador es un territorio de paso de droga. Lamentablemente, igual que en el caso de otros países de la región, desde Ecuador salen toneladas de drogas a Europa y EE.UU. En consecuencia, la presencia y actividad de las mafias se han incrementado.
—Supongo que estarán huyendo muchos ecuatorianos del país ante la tensa situación que se está viviendo…
—Sí, el aumento de la migración ecuatoriana es una consecuencia directa de la crisis de inseguridad, que ha alcanzado niveles similares a los años de la
crisis financiera de finales de siglo XX. En la medida en que las acciones del Gobierno comiencen a dar frutos, esperamos que estos niveles se reduzcan.
—Decía Noboa en la BBC que «luchamos todos los días para no convertirnos en un narcoestado»...
—El Ecuador no es hoy un narcoestado, porque no está gobernado por estas organizaciones. Sí operan en Ecuador, como en muchos otros países de la región, organizaciones transnacionales dedicadas al comercio de droga, las cuales, aprovechando la debilidad de nuestras instituciones, que se ha agravado en los últimos años, han encontrado espacio en ciertos funcionarios públicos y empresarios privados. El actual Gobierno está dando importantes pasos en el combate a estas organizaciones y, los demás poderes del Estado, conjuntamente con la sociedad civil, debemos apoyar su gestión.
—¿Qué papel está jugando el Ejército?
—Las Fuerzas Armadas gozan de un alto nivel de respeto y credibilidad en nuestra sociedad por su gran nivel técnico y tradición de defensa del régimen constituido y de sus ciudadanos. Su actuación desde el inicio de este estado de excepción ha sido determinante para comenzar a recuperar la paz.
—¿Es el alto índice de desempleo el caldo de cultivo para que muchos jóvenes acaben en grupos armados, etc.?
—La falta de oportunidades y la necesidad de cubrir necesidades básicas es una de las razones más poderosas que explica la cantidad de jóvenes que son seducidos por las organizaciones criminales en Latinoamérica. En la medida que la economía mejore, y con ello, las oportunidades de trabajo digno y progreso en libertad, la penetración del crimen organizado irá disminuyendo, y las capacidades del Estado para combatirlo se incrementarán.
—Entiendo que la reforma de prisiones es un objetivo urgente.
—Por supuesto. Pero no basta con recuperar el control de las cárceles. Hay que convertirlas en verdaderos centros de rehabilitación y no en lugares de perfeccionamiento de delincuentes, y menos, como ocurrió hasta hace unos pocos meses, refugio de líderes de mafias, desde donde dirigían sus operaciones contra el Estado y la sociedad.
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