Campo de Narcotraficantes
Si no queremos que el Campo de Gibraltar se transforme en la parte fallida de un Estado denles medios a los guardias civiles o los seguirán matando
HAN tenido que asesinar a dos guardias civiles, y dejar a otro al borde de la muerte, para que la escasa sensibilidad del peor ministro de Interior desde la Transición, se haya dado cuenta de que existe un grave problema, y falta de medios, en la zona en que los mandos de la Guardia Civil le informaron de que existen falta de medios y un grave problema.
El Campo de Gibraltar se ha convertido en un Campo de Narcotraficantes. Le favorece la situación geográfica, pero sobre todo el microclima social, porque las personas no son más listas o más torpes, según hayan nacido en Barcelona o en Algeciras –como creen los estúpidos nacionalistas– sino debido a la estructura económica de la sociedad, y ahí Marx estuvo acertado, al llegar a la conclusión de que «la moral de una sociedad es la moral de su clase dominante». Por eso, a medida que avanza el totalitarismo secesionista en Cataluña, avanza su influencia, porque es más sencillo prosperar con esteladas y lazos amarillos, y obedecer como bueyes el destierro de la lengua materna de muchos –el castellano– que perder el tiempo en rebeldías que nunca prosperan, porque no se cumplen las sentencias de los jueces, o las anula Pedro I, ‘El Mentiroso’, con indultos y amnistías.
El Bronx y Harlem están separados unos nueve kilómetros, pero en uno y otro barrio el porcentaje de delincuencia juvenil es el más alto de Nueva York, porque –desde niños– observan que las personas más respetadas y más prósperas, y las que tienen más dinero, son las que están asociadas a la mafia o al narcotráfico.
En el Campo de Narcotraficantes, uno de cada cuatro jóvenes, está en el paro y, de los que trabajan, los que mejor viven son los jóvenes que trapichean con la droga. No sólo eso, sino que sus enemigos, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, vigilan en zodiacs de goma, mientras la clase dominante –los narcotraficantes– manejan potentes lanchas que permiten asesinar a quienes les vigilan. Un joven de Barbate está viendo eso todos los días, y de su información saldrá su elección.
Un gran ministro del Interior, Rodolfo Martín Villa, dijo en el Congreso: «O terminamos con ETA o ETA terminará con la democracia». A la izquierda le produjo un ataque de hilaridad, pero tenía razón aquel ministro. Si de verdad no queremos que el Campo de Gibraltar se transforme en la parte fallida de un Estado al que se le conocerá como el Campo de Narcotraficantes, denles medios a los guardias civiles o los seguirán matando, como hacía ETA.
(Por cierto, el mundo del cine, siempre tan impresionable y receptivo ante la violencia del exterior, no tuvo una palabra de recuerdo para dos españoles que habían muerto, no hacía siquiera veinticuatro horas, compañeros de los otros guardias civiles, que vigilaban para que se pudiera celebrar SU gala).