Microalgas, proteína y calidad
YA hemos abordado la carne, pescado, leche, huevos y leguminosas, como fuentes proteicas convencionales. También hemos profundizado en los sectores emergentes de la carne sintética y los insectos. Esta vez entramos en el último de ellos, por el momento: las microalgas, una alternativa novedosa y en avanzado estado de desarrollo tecnológico.
Las microalgas son organismos unicelulares fotosintéticos altamente eficientes en la fijación de dióxido de carbono y con una elevada capacidad de producción de proteínas, tanto en cantidad como en calidad. Tienen una potente facultad de multiplicación en condiciones óptimas y, por tanto, de generar un gran volumen de biomasa de alto valor proteico, debido a que contienen los llamados aminoácidos esenciales, al contrario de lo que sucede en la mayoría de las proteínas vegetales. La cuestión es si esta fuente proteica es viable económicamente. En esta línea se están realizando importantes avances para abaratar tanto los costes de implantación como los de explotación. De hecho, se estima que en 2030 ya podrían estar extendidas en el mercado, con múltiples usos para la industria alimentaria. Y no llegarán antes porque los procedimientos para aprobar nuevos alimentos en la Unión Europea son largos y complejos, con el objetivo de salvaguardar la seguridad alimentaria.
La necesidad de más proteína es un hecho. Pero independientemente de que estas y otras nuevas fuentes puedan entrar con fuerza en el mercado, hay varios factores que nos llevan a nunca olvidarnos de las tradicionales. Por un lado, su papel en la sostenibilidad económica y social de nuestros espacios rurales; también su función esencial en muchos ecosistemas cuando se trata de ganadería extensiva; y, en tercer lugar, y no menor, que la alimentación no es solo una cuestión económica y medioambiental, sino también es parte de nuestra cultura; y hoy por hoy, saborear un chuletón a la brasa o una buena lubina a la espalda es un placer al que va a ser difícil renunciar.