Madrid es una fiesta
Hace pocos días el semanario ‘The Economist’ publicaba unas líneas muy elogiosas sobre Madrid. Una ciudad en estado de gracia, que ha dado un salto enorme en los últimos años. Nada que no intuyéramos los que paseamos a diario por la ciudad, pero bien está que se reconozca en la prestigiosa cabecera británica. Aunque el planteamiento es algo condescendiente –son así, no lo pueden evitar–, ya que anticipa que el crecimiento que estamos viendo pueda acabar con el encanto pueblerino de la capital, es buena noticia que se hagan eco de lo que está pasando por aquí. Pero más importante que lo que piensen por ahí fuera es lo que realmente está pasando. Madrid es la punta de lanza del nuevo paradigma económico que ha emergido en el mundo tras el confinamiento al que nos obligó la pandemia. Es la máxima expresión del ‘solo se vive una vez’ que se ha impuesto últimamente y que está detrás del mejor comportamiento económico de los últimos tiempos. Se juntan las ganas de recuperar el tiempo perdido con una ciudad abierta y una administración local y autonómica que no mete palos en las ruedas. Y es el anticipo de lo que ya está llegando al resto de España, que también se beneficia de estas dinámicas.
Para otros, los menos, constituye el mejor ejemplo de lo que podría haber sido pero no es, porque así lo han decidido. Es el coste de los planteamiento más pacatos y cortos de miras por los que optaron. Y de no enmendar el rumbo, probablemente este sea solo el principio. Las diferencias pueden llegar a ser abisales, como demuestra donde ha acabado Quebec tras la deriva de estos últimos años.
Y aunque el corresponsal de ‘The
Economist’ no lo señale, probablemente lo mejor está por llegar. España está en los albores de una fiesta que tiene visos de ser larga. Al viento de cola en la economía se le va a sumar más pronto que tarde la política –eso dicen los que saben de la cosa–, con unas instituciones que han dado o están dando buena muestra de su solidez, lo que es una muy buena medida de la seguridad jurídica. Por eso es bueno que nos lo recuerden desde fuera, para que terminemos de creernos lo que vemos a diario con nuestros ojos. Madrid es la capital de una fiesta que acaba de empezar en la economía española y, hoy más que nunca, a pesar del Gobierno.
Ladrillo cotizado
El ladrillo forma parte de nuestra cultura. Es algo que el español lleva incrustado en el hipotálamo. Y como pasa con el fútbol, la gran mayoría considera que tiene muy buen criterio sobre el asunto. Y no es así. De igual forma que cualquiera de los seleccionadores nacionales que ha tenido
España en los últimos años sabe mucho más de fútbol que la gran mayoría de los españoles, hay quien conocen mejor el sector inmobiliario que el común de los mortales.
Por eso, y aunque pueda resultar contraintuitivo porque atenta contra una de nuestras creencias más arraigadas, existe una forma de invertir en ladrillo mucho más efectiva que la adquisición directa de inmuebles: a través de las compañías cotizadas del sector.
Suena como un anatema, lo de comprar acciones para canalizar nuestras inversiones en ladrillo, pero es así. A través de las empresas cotizadas del sector inmobiliario se tiene exposición al ladrillo pero de una forma mucho mejor de la que cualquier inversor particular y la gran mayoría de los institucionales llegarán nunca a tener. En Bolsa cotizan las mejores compañías del sector, las que tienen mejores activos y están dirigidas por los mejores profesionales. Además se tiene una exposición al ladrillo de forma diversificada, a través de distintos usos: oficinas, centros comerciales, logística… Y no solo con los usos tradicionales sino también con los emergentes, por lo que normalmente optas a rentabilidades más altas: centros de datos, alquiler vitalicio, ‘coliving’... Y todo con liquidez diaria, es decir, das la orden de venta hoy y mañana tienes el dinero en tu cuenta corriente, algo que a cualquiera que tenga la mínima experiencia comprando o vendiendo inmuebles le debe sonar como música celestial.
Hoy, además de las ventajas anteriores, y como se enfatizaba la semana pasada en un seminario de socimis, las compañías con presencia en Bolsa cotizan con unos descuentos sobre el valor de sus activos que hemos visto pocas veces. De alguna forma, a través de las empresas que cotizan en los mercados puedes comprar oficinas en el cotizadísimo paseo de la Castellana con descuentos de en torno al 40% sobre como se están comprando y vendiendo en el mercado. Y como con el subsector de las oficinas podemos encontrar ejemplos de todo tipo.
Las razones para ese descuento las podemos resumir en dos: tipos de interés y relatos. La subida de los tipos de interés se traslada de forma inversa a la valoraciones bursátiles de las compañías porque aumenta los retornos que hay que exigir a la inversión ajustados por el incremento de las rentas que normalmente trasladan las subidas de la inflación. Los relatos se refieren a las historias que mueven los mercados unas veces de forma más acertada que otra. Hoy los tipos han dejado de subir y todo apunta a que van a empezar a bajar a lo largo del año. Y eso hace que los miedos sobre el futuro de los centros comerciales o las oficinas estén mucho más atemperados que hace unos meses. Sin embargo estas compañías cotizadas están con descuentos similares a 2008 cuando el mundo descarriló. Ahí está la oportunidad que aunque suene muy evidente no serán muchos los que la aprovechen por aquello de que el ladrillo se puede tocar. En fin.