«No distingo entre leer y vivir, creo que es lo mismo»
▶ El periodista recoge en ‘Iluminaciones’ sus reflexiones sobre arte y libros, tras una vida dedicada a la cultura
Política y cultura «Los políticos no conocen la historia, no son capaces de interpretar un cuadro. Me parece terrible»
Pedro G. Cuartango (Miranda de Ebro, 1955) está sobrepasado por los libros. «Ya no tengo espacio, he bajado algunos al trastero. Es que los libros te comen. Hoy me han llegado dos libros... y ya no sé qué hacer con ellos», responde, al otro lado del teléfono. Pero algo tendrá que hacer para buscarle un hueco a otra novedad, ‘Iluminaciones’, que lleva su firma. En él, recoge sus reflexiones sobre los libros de su vida, sobre filosofía, sobre arte, muchas de las cuales han salido publicadas en estas páginas; sobre una vida, en definitiva, «permeada por la cultura».
—En otra entrevista me comentó que de pequeño leía a escondidas.
—Yo tenía un vicio enfermizo por leer. Estaba comiendo la sopa y tenía un libro entre las rodillas, y mi padre me reñía. Cuando tenía 15 o 16 años, me entró la pasión por Dostoievsky, por Chéjov, por la literatura rusa, y mi padre me decía: «Deja de leer a esos autores, que te vas a volver loco». Para mí, la lectura es parte de mi vida. Yo no distingo entre leer y vivir, creo que es lo mismo.
—¿Cómo ordena su biblioteca?
—Más o menos está por géneros. Tengo agrupada la literatura inglesa y la literatura francesa, y luego los clásicos griegos y latinos. También ensayos, filosofía y novela negra. Tengo tantos que hay algunos que están en desorden, pero sé dónde está cada libro.
—¿Presta atención a las novedades?
—No demasiada. No las desprecio, pero con el paso del tiempo, cada vez más vuelvo a los clásicos, a Montaigne, Rousseau, Homero, Dante, Balzac, Stendhal, Tolstói, Pushkin... Eso es lo que a mí me gusta. En los clásicos está todo. Es imposible decir nada nuevo. Todo está dicho en los dramas de Shakespeare o en la ‘Divina comedia’ o en el Quijote. Todos los sentimientos humanos están ahí y, cuando uno escarba en esos textos, se descubre a sí mismo. Son libros inagotables.
—¿Cómo se aficionó a la novela negra?
—Empecé a leer novela negra durante la mili, por aburrimiento. Chandler y Hammett fueron mis dos vías de acceso. A partir de ahí descubrí a Simenon, a P. D. James, a Patricia Highsmith... Tengo una gran biblioteca de novela negra, probablemente una de las mayores colecciones privadas de este país. Aparte de que es muy divertida y entretenida, la novela negra funciona como denuncia de la corrupción y como reflejo de la sociedad moderna. No estoy de acuerdo con el estereotipo de que no es literatura de calidad. Hay novelas de Chandler que son grandes clásicos de la literatura.
—¿Se deja los libros sin terminar?
—Lo hago, no tengo ningún problema. Hay una especie de prurito por acabarlo, ¿no? Eso me ha pasado con ‘Ulises’, que es un libro que me fascina y a la vez me repele por la dificultad de entenderlo. Lo he intentado leer muchas veces y creo que he aprendido a amarlo y a sacarle el jugo porque es un libro muy rico en significados. A veces hay que pelear con los libros e intentar acabarlos. Lo he terminado leyéndolo en distintas etapas de mi vida. Algunos libros de Thomas Mann se me han atragantado. ‘La montaña mágica’ es un libro que me fascina, y ‘Doctor Faustus’, pero la serie de ‘José y sus hermanos’ se me ha atragantado.
—¿Qué relación tiene con los ‘best sellers’?
—De rechazo instintivo, no me gustan. Se me caen de las manos. No aportan nada. Se nota enseguida que es una cosa hecha para vender. En el siglo XIX, autores como Dickens o Balzac eran populares. Libros como ‘Grandes esperanzas’ eran de consumo masivo.
—En el prólogo escribe que estamos asistiendo a la muerte de la lectura.
—Sí, ha muerto. O sea, la lectura como hábito solitario: ir un verano al monte, en Burgos, con una novela de Stendhal, como un acto casi de introspección. Hoy la lectura se ha convertido en algo mucho más banal. Yo creo que la lectura tiene que ser un descubrimiento personal. Nadie te tiene que explicar cómo hay que leer un libro.
—Entre los autores que salen en su libro están los periodistas Joseph Mitchell o Gay Talese. ¿El periodismo puede ser literatura?
—Lo es. Mitchell y Talese son los dos autores que más me interesan del nuevo periodismo. Eran grandes periodistas, grandes reporteros y grandes escritores. Demostraban que el periodismo puede ser compatible con la literatura. Cuando se vaya Talese va a desaparecer ese tipo de periodismo que pertenece a la segunda mitad del siglo XX.
—También dedica varios artículos a la pintura. Pla decía que en Madrid, cuando uno no sabe qué hacer, siempre tiene el recurso de ir al Prado.
—Lo comparto totalmente. A mí me gusta ir a los museos, al Prado o al Thyssen. Yo creo que a los museos no hay que ir a dar paseos de tres horas. Hay que ir para ver tres cuadros, de Velázquez, y ya está. Y estar ahí dos horas tranquilamente mirando los cuadros.
—No ha mencionado el Reina Sofía.
—No, es un museo que me deja frío.
—Usted que ha tenido relación con el poder, ¿cómo se llevan los políticos con la cultura?
—Los políticos en general no sienten demasiado amor por la cultura. Lo que me sorprende es el bajo nivel cultural de los políticos actuales. No les gusta la lectura. No han leído a los clásicos. Les faltan muchísimas referencias. Y yo creo que eso contribuye también a empobrecer la cultura. Casi todos los estadistas de la primera mitad del siglo XX sabían griego y latín, y habían estudiado de una forma u otra las humanidades. Esa tradición se ha perdido totalmente. Probablemente ahora tienen más conocimientos técnicos, o saben mucho de economía, pero no conocen la historia, no son capaces de interpretar un cuadro. A mí eso me parece terrible.