ABC (Córdoba)

El desalojo de los túneles de la vergüenza

Bajo la pompa de los casinos, en la Ciudad del Pecado hay un submundo de gente sin hogar, perdidos por la droga o el juego que las autoridade­s tratan de esconder durante grandes acontecimi­entos como la Super Bowl

- JAVIER ANSORENA ENVIADO ESPECIAL A LAS VEGAS

El cemento en el que se levanta Las Vegas separa dos mundos. Por arriba, la fantasía de los hoteles que imitan a Venecia, Manhattan o la Antigua Roma, lujo artificial y de neón, con casinos luminosos donde nunca para el juego, ‘shows’ de talla mundial, una máquina de hacer gastar dinero. Por debajo, la cara oscura y oculta: una red de túneles de desagüe donde vive una comunidad de indigentes. Son personas que han caído en los márgenes de esta ciudad espejismo surgida del desierto de Nevada. La vida de la mayoría está marcada por la adicción: la droga, el alcohol y, también, el juego. Se estima que puede haber unas 1.500 personas en túneles de toda la ciudad. Viven en la oscuridad, en condicione­s infrahuman­as. Pero con techo.

«Yo no podría vivir fuera del túnel», dice Beverly, una mujer que sin duda es mucho más joven de lo que aparenta. Tiene la cara chupada, la dentadura maltrecha. La piel, las manos y la ropa están teñidas de negro. Habla con ABC a la entrada del túnel en el que vive, bajo la luz roja y azul de los neones del hotel-casino Río. La galería subterráne­a pasa por debajo del Caesar’s Palace, uno de los clásicos de Las Vegas, y recorre casi dos kilómetros hasta el otro lado del ‘Strip’, la avenida de los hoteles de lujo. «El tiempo de Las Vegas es extremo, mucho frío en invierno, calor insoportab­le en verano. Aquí me resguardo, tengo mis cosas, conozco gente, tengo cierta seguridad. Tratamos de mirar el uno por el otro, de tener cierto orden».

Este modo de vida de Beverly está amenazado. Porque ha llovido mucho, lo que convierte los túneles en ríos. Pero, también, porque Las Vegas no quiere que los sin hogar estropeen su día grande.

Esta madrugada se ha disputado allí la Super Bowl, la gran final del fútbol americano, día grande en EE.UU.

Es la coronación de Las Vegas como meca del deporte y los indigentes que se hacinan en sus túneles no quedan bien en la fotografía. Ocurrió lo mismo durante el Gran Premio de Fórmula 1 del pasado otoño. La policía se ha esforzado en desalojar los túneles.

«Vienen tres o cuatro veces al día», explica un vecino del mismo túnel, que se hace llamar Fatty (‘Gordito’, en español, aunque el apodo no ha sobrevivid­o a sus años con adicciones). «Los policías son unos cabrones, nos destrozan nuestras cosas», dice, con una linterna sobre la frente. Acaba de recibir raciones de comida, pilas y calcetines de Shauna McQueen y su marido, Tony, que lideran Holy Smoke, una organizaci­ón que ayuda a las personas sin hogar de Las Vegas.

Ellos sufrieron esa condición en su ciudad de origen, Oakland (California). Se mudaron a Las Vegas por trabajo y ahora recorren los túneles una vez a la semana para repartir bienes de primera necesidad. «El año pasado, la población sin hogar creció aquí un 16%», cuenta McQueen. «En parte tiene que ver con cómo se han disparado los precios, sobre todo de vivienda. Y la respuesta de las autoridade­s, como estos desalojos, no ayuda».

«Vivo en el mejor túnel de Las Vegas», dice Steven, que habla con la rapidez de una metralleta, desde otra de las entradas a este mundo subterráne­o. Pero ahora está fuera, cobijado en una tienda de campaña, donde se percibe a su compañera, Cat, en la oscuridad, en medio de montañas de ropa. Su túnel, con una vista espectacul­ar al horizonte recortado por los casinos de Las Vegas, está anegado por la lluvia. Cerca de allí, pegado a vías ocupadas por trenes de mercancía cubiertos de grafiti, hay un campamento de personas sin hogar. Salen de sus

La Policía detuvo a Nikki por invasión de propiedad: «Me ha dicho que si vuelvo aquí, me detendrá otra vez. ¿Dónde voy a ir?»

carpas ya casi de noche, para recoger comida, camisetas, botellas de agua. Algunos parecen zombies. Otros solo tienen pinta de tener un mal día. Todos viven en la misma condición.

«Es horrible lo que pasa ahí abajo, muy triste», dice Christina, que trabajó durante nueve años en la seguridad de un hotel, en lo que era el antiguo hotel Hard Rock. Está pegado a la salida de uno de esos túneles y decidió dejar su empleo el día en que se encontró una persona muerta por sobredosis de heroína en los baños del casino.

«Viven allí porque tienen techo y es más fácil encontrar y meterse droga.

Y porque están más calientes, encienden fuego. Había muchas quejas porque llega el olor a quemado al casino y los clientes se encuentran a gente drogada entre las tragaperra­s o lavando la ropa en los servicios», añade Christina, que ahora trabaja como conductora y prefiere no dar su apellido.

La Super Bowl se ha convertido ya en un problema para Nikki. Recibe a este periódico en una pequeña estancia que se ha habilitado en un túnel muy cercano al estadio. Justo afuera de la bocana está la famosa señal luminosa de ‘Welcome to Fabulous Las Vegas’, ‘Bienvenido­s a la fabulosa Las Vegas’, que se vende en llaveros, imanes y camisetas en las tiendas de recuerdos. Y pasada la carretera, la zona de aviones privados del aeropuerto, donde hoy habrá dormido el de Taylor Swift.

Donde vive Nikki no hay nada de fabuloso. Hay que atravesar unos sesenta

metros con linternas y con la cabeza agachada para no pegar al techo de losas de cemento. Pero su espacio está bien organizado. Está tumbada junto a su gato en una cama levantada con cajas de fruta. Tiene colgadas lucecitas y todo tipo de adornos en la pared. Un compañero cocina una masa de arroz en un quemador de queroseno. Hay un bate de béisbol apoyado contra la pared. Alguien surge de la oscuridad y acusa al que cocina el arroz de haberle robado. «¡Joder, no nos podemos robar entre los que vivimos al lado!», protesta.

«Estoy muy cansada, me he pasado el día en el calabozo», anuncia Nikki. Explica que se ha presentado la policía y le han detenido por invasión de propiedad. Acusa a un policía, un tal García, de hacerle la vida imposible. «Me ha dicho que si vuelvo aquí, mañana me detendrá otra vez. ¿Dónde voy a ir?».

Desde la heroína

Rob Banghart entiende lo que dice. Vivió dos años y medio en los túneles, después de caer en la heroína. Asegura que la vida ahí abajo es como en ‘El señor de las moscas’ , donde «la gente de fuera no es bienvenida, pero también hay mucha maldad entre la gente de los túneles. Es algo normal cuando hay mucho abuso de droga».

Ahora ha rehecho su vida y es el director de operacione­s de Shine a Light, una organizaci­ón que ayuda a las personas sin hogar y ofrece planes de desintoxic­ación y de transición hacia una vida mejor. «La Policía les exige que se vayan con todas sus pertenenci­as en media hora, ¿cómo te sentirías tú si te hicieran lo mismo?», cuestiona sobre los desalojos.

Asegura que es extremadam­ente difícil dar el paso de salir de los túneles. «La adicción se convierte en tu mundo, no hay otra cosa», explica. Muchos de estos habitantes de los túneles aseguran que saldrán y tendrán una vida normal, feliz, con casa, ingresos, dignidad. Steven dice que a partir de abril recibirá una paga por discapacid­ad y con eso alquilará un apartament­o y saldrá de su túnel. Beverly insiste en que en cuanto tenga documento de identidad comenzará a trabajar y a rehacer su vida. Nikki, que asegura que tiene varios títulos universita­rios, se ve saliendo de ese submundo pronto.

Fatty también está convencido de ello, pero la forma en la que lo cuenta retrata sus dificultad­es: «¿Regresaré a una vida normal? Oh, sí. Solo necesito conseguir un poco dinero. He estado luchando con mierdas personales, ya casi he salido de eso. Me metía muchas ‘azules’, pastillas de fentanilo. Pero acabo de salir de desintoxic­ación y llevo un mes limpio. Ya no quiero más, he terminado con eso. Voy a tratar de no volver. Bueno, quizá en algún momento vuelva a caer. Pero espero que no. Veremos si soy fuerte. Quiero volver a Phoenix, tengo un hijo allí».

«Es horrible lo que pasa ahí abajo, muy triste», dice Christina, que trabajó durante nueve años en la seguridad de un hotel

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// ANSORENA Shauna McQueen y su marido, Tony, de ‘Holy Smoke’, ayudan a la gente del túnel
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Beverly, con cajas de raciones de comida a la entrada del túnel
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 ?? ?? Los túneles ocupados por sin techo bajo el lujo de Las Vegas
Los túneles ocupados por sin techo bajo el lujo de Las Vegas
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// J. ANSORENA La señora sentada en la cama en su túnel es Nikki

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