Salvador Guzmán reelabora al Cristo de la Soledad de Moriles para hacerlo sindónico
Más que una restauración, una renovación completa de la imagen o una reelaboración. La hermandad de la Soledad de Moriles acaba de bendecir al Santísimo Cristo en su Soledad después de un proceso en el que el escultor y profesor egabrense Salvador Guzmán lo ha sometido a un proceso de mejora.
Como recordó el propio autor, discípulo de Juan Manuel Miñarro y director del instituto Aguilar y Eslava de Cabra, el Cristo es una imagen de serie, en madera de tilo, al que se quería dar una mayor entidad artística, acorde con la Virgen, que es obra de Francisco Buiza. Se buscaba que tuviera un aspecto más neobarroco y también rasgos sindónicos, de acuerdo con los estudios que se han realizado de las heridas que aparecen en la Sábana Santa de Turín.
Los trabajos se han realizado a lo largo de nueve meses. En ese tiempo Salvador Guzmán realizó labores de talla completa del sudario, empleando para ello gubias y una fresadora mecánica. El autor también procedió al retallado superficial de diferentes zonas corporales de la escultura, como los pies, las rodillas, la caja torácica, la nueva herida del costado, el cuello, el rostro y las manos.
Heridas
El Cristo debía responder a las características sindónicas y por eso se han cambiado las heridas de las manos, que no están en las plantas, como es tradicional, sino en las muñecas, según lo que muestra la Sábana Santa. Hay consenso en que en las palmas de las manos el peso se habría desprendido.
En la espalda del Cristo en su Soledad están ahora las huellas de la flagelación, también según lo que se ha interpretado en el lienzo, y un orificio de salida de la lanza, que atravesó todo el cuerpo, según las últimas investigaciones. Para finalizar esta fase de tallado, retallado y configuración de nuevas formas anatómicas en la obra, Salvador Guzmán intervino en el rostro mediante el retallado de los ojos, cejas, frente, pómulos y de la boca, con la incorporación de dientes de porcelana y lengua. Nueva es también la corona de espinas, metálica, y que simula una serpiente, símbolo del pecado, y un caracol itinerante. Como aportación personal hay una calavera a los pies, símbolo, según una antigua tradición, de Adán y de la redención de los pecados.