La sirena que se sentía impostora
Oro en los Europeos 2014, tras triunfar y sufrir en la piscina, la española es hoy azafata de vuelo: «Después de 20 años en la natación, muy duros, mucha soledad, ya nada se me resiste»
Llegó a Málaga con 2 años. Su madre, brasileña, quiso que naciera en Brasilia. «Pero yo me siento española hasta la médula, vaya, y andaluza, sobre todo», dice Duane da Rocha a ABC con suave acento malagueño y risa contagiosa. Acaba de cumplir 36 años y vuelve la vista atrás, al mundo de las piscinas, con algo de melancolía, cariño y también una mirada crítica.
Su especialidad fueron los 200 metros espalda, el oro en los Europeos de Berlín 2014: «Aquí sí disfruté, no me afectaron la prensa, las entrevistas... fui tranquila, con los nervios lógicos. Para conseguir buenos resultados tienes que disfrutar, estar tranquila y con ganas. No me consideraba favorita, pero los demás sí. Y pude gestionarlo bien. Lo único que hice fue dormir mucho, comer y entrenar. Estaba supertranquila: por eso me salió tan bien».
Sus dos apariciones olímpicas, en cambio, tuvieron aspectos delicados. «Los Juegos de Londres los recuerdo con mucho estrés. Puse en Twitter unas cosas, critiqué a la Federación y eso me puso en el candelero sin pensarlo. No supe gestionarlo y me afectó. Y dos meses antes de los de Río entré en una depresión. Me encontraba en un gran estado de forma y, por una serie de cosas y situaciones personales que se me juntaron, entré en un bucle muy malo. Estuve un mes sin entrenar dos días seguidos. Aún así me clasifiqué. Pero no sentía nada, no comía, no dormía, me tuve que ir de una concentración en Font Romeu, no disfrutaba de lo bueno, era un alma en pena. Llegó un momento en que ni siquiera quería estar más en este mundo».
¿La carga mental de la natación es demasiado pesada? «También influyó que yo soy así», dice, «muy emocional y muy de picos y de bajones. A la larga esto me ha ayudado: trabajar una depresión y superarla te enseña y te da fuerza. Gracias a eso soy una persona diferente: pocas cosas me afectan ahora». Con el tiempo, Duane ha aprendido a diagnosticar lo que le pasaba. «Leí sobre el síndrome de la impostora y me he dado cuenta de que tenía exactamente eso. La gente me decía que era superbuena y yo pensaba ‘‘realmente no valgo para esto’’. Toda mi vida me he sentido así. Siempre he pensado ‘‘no soy quien la gente está viendo que yo soy’’. Y eso me frustraba. El talento real de los que llegan lejos es el psicológico, no el físico. La que sea luchadora, fuerte, poco influenciable por lo que pase en los entrenamientos... es la que triunfa. Yo he visto a Mireia Belmonte o a Melanie Costa hacer entrenamientos flojos y luego salir a competir y arrasar».
Duane no tuvo una despedida bonita de la natación. «No tuve ningún homenaje, me retiré un poco por la puerta de atrás y eso me da pena. En 2018 fui a los Europeos, pero las cosas habían cambiado y ya no me sentía parte del equipo nacional». Y con 31 años, sintió por vez primera que tenía que buscarse una vida fuera de la natación: «Yo no había estudiado. Entonces, hice el curso de azafata de vuelo, que era una profesión en auge y donde hacía falta gente». Unos meses cobrando el paro le permitieron seguir entrenando un poco más, intentar su última preparación olímpica. Pero las cosas ya no funcionaron: «Yo tenía que pagarme un piso, un fisio, suplementos, si quería preparar bien unos Juegos. Y me tenía que gastar 400 pavos en gasolina para ir todos los días a Málaga. Pero realmente en la federación querían que me retirara ya. Y llegó un punto en el que eché cuentas y dije ‘‘se acabó’’».
Actualmente, Duane trabaja como azafata de vuelo. «Este trabajo me encanta. También es un mundo complicado, pero después de 20 años en la natación, ya nada se me resiste. La natación es muy dura, se pasan momentos muy difíciles y mucha soledad ¡Yo ya aguanto lo que sea!».*
«No comía, no dormía, llegó un momento en que ni quería estar más en este mundo»