ABC (Córdoba)

El prisionero de la Armada Invencible que se encomendó a las Angustias

▶ Un investigad­or halla las últimas voluntades de Antonio de Ulloa poco antes de su ejecución en Irlanda

- LUIS MIRANDA CÓRDOBA

Antonio de Ulloa y Sandoval escribía el 5 de octubre de 1588 con la muerte llamando a la puerta y la certeza de que no podría detenerla. Estaba condenado, tenía claro que no se iba a salvar y consiguió recado de escribir para sus últimas voluntades. En la angustia de tener cerca la postrera hora contó cosas de sí mismo: era un creyente que rendiría pronto cuentas ante Dios, que tenía que pedir por su alma y rogar a los que quedaban que lo hicieran. Era natural de Córdoba o había vivido en ella y se encomendab­a a la Virgen en su advocación de las Angustias, en el altar que estaba, y está, en la iglesia de San Agustín.

Su historia acaba de salir a la luz después de que la encontrara en el Archivo de Simancas el investigad­or yeclano Pedro Luis Chinchilla, autor de una monografía sobre la Armada Invencible. La flota que había enviado Felipe II había naufragado en septiembre de 1588 frente a las costas británicas tras una gran tempestad y Antonio de Ulloa viajaba en uno de los barcos. «Hicieron unos 3.000 prisionero­s en total, pero en Irlanda, donde había entre 300 y 400, la situación era difícil, porque hacía poco tiempo que pertenecía a Inglaterra y había pocas fuerzas inglesas», relata. Así pasaba en Galway, donde estaba aquel que mandó pedir por su alma en Córdoba.

Los ingleses pensaron que los españoles podrían amotinarse por superarles en número y el gobernador el inglés del condado de Connaught, Richard Bingham, ordenó su muerte. Antonio de Ulloa escribió en un papel sus últimas voluntades con notoria angustia y mirando a la salvación de su alma. Pidió nueve misas a la «Limpia Concepción de Nuestra Señora en Santa Marina, en el altar de San Roque».

Collación de Santa Marina

«Mando que se digan por mi ánima en los Mártires de la Puerta del Colodro cinco misas por los Bienaventu­rados Mártires, para que ellos me sean intercesor­es a mi Señor Jesucristo, que me perdone mis pecados», dice. No se nombra a Córdoba, pero no hay otro convento de los Santos Mártires en la Puerta del Colodro en otro lugar. Se había levantado muy poco antes, en ese mismo siglo XVI, en un lugar asociado a San Acisclo y Santa Victoria. Se acuerda también de la Virgen y pide que se digan por su ánima «nueve misas a las Angustias de Nuestra Señora, para que me sea mi intercesor­a con su Hijo precioso, que se duela de mi alma y me reciba en su santa gloria».

Y más adelante vuelve a pedir otras tres misas de luz «en el altar de Nuestra Señora de las Angustias en San Agustín». No hay ya duda: Antonio de Ulloa debía de ser vecino de la collación de Santa Marina, porque las tres iglesias están en su feligresía.

Las Angustias se había fundado en 1558. Ya salía en procesión de disciplina­ntes el Viernes Santo, pero todavía faltaban cuarenta años para que llegasen las imágenes de Juan de Mesa.

Sus últimas voluntades forman un escrito lleno de repeticion­es y faltas, comprensib­les para alguien en su situación. Incluyen, entre otras, una misa cada lunes en el Colodro y para eso manda a sus hermanos Juan y Gerónimo de Ulloa, «qual guarde Nuestro

Señor muchos años». Deja cien ducados a su primo Andrés Ortíes, «que lo pido perdón de cuantos males he hecho», y también misas en altares de Ánimas y en la Virgen de Gracia de San Agustín. La última frase antes de firmar estremece: «El verdugo no me da más lugar». Como a los demás, lo debieron de enterrar en una fosa común ahora sin identifica­r en el cementerio de Fort Hill, según recuerda Pedro Luis Chinchilla.

El testamento de Antonio de Ulloa llegó a España a través de Baltasar López del Árbol, alférez de los Tercios, natural de Granada y recluido en Drogheda, en Irlanda, que escribió al general guipuzcoan­o Hernando Hurtado de Mendoza para darle noticia de su apresamien­to. Esta misiva y el testamento la trajeron a España dos católicos: el irlandés Jhoannes Stnalie y el inglés Richard Halton, que escapaban de la persecució­n protestant­e.

«Es muy probable, porque el trasiego de religiosos desde Irlanda hasta España está muy documentad­o. Así se fundan los colegios irlandeses en Santiago y Valladolid, porque estaban muy perseguido­s», cuenta. En aquel momento se dio por hecho que el protagonis­ta era de Toro (Zamora) y tal vez naciese allí, pero sus referencia­s son inequívoca­mente de Córdoba, y en la ciudad parecen vivir sus hermanos.

Las últimas voluntades de Antonio de Ulloa quedaron en suspenso, pero se van a cumplir cuando pasan 435 años de su muerte. El investigad­or encontró a la hermandad de las Angustias, a cuya titular de entonces se encomendó el marino, y además en la misma iglesia de San Agustín en que ha residido casi siempre.

Las «siete misas a los siete traspaso que Nuestra Señora tuvo cuando vio a su Hijo precioso en el árbol de la cruz» llegarán esta Cuaresma, en el septenario a la Virgen, entre el 3 y el 9 de marzo, y el mismo Pedro Luis Chinchilla, que ha pagado las intencione­s, se desplazará a una de ellas.

Para hacer cumplir el testamento, la hermandad aplicará por su alma las siete misas del septenario de esta Cuaresma

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// ÁLVARO CARMONA La Virgen de las Angustias, en su camarín de San Agustín

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