ABC (Córdoba)

El presidente y la bufona

Pedro Sánchez, icono y patrón del humor servil y domesticad­o

- JESÚS LILLO

Consentido­s y libertinos, los bufones de la corte de los Austrias se burlaban, eso dicen, de sus propios reyes. De aquel solemne «recuerda que eres mortal» de Roma, los enanitos hispánicos –«personas con discapacid­ad» tras su resignific­ación museística– pasaron al «a ti lo que te pasa es que eres gilipollas perdido». Los bufones de nuestros siglos de oro eran los encargados de aplicar una oportuna cura de humildad a quienes por su poder terreno se habían endiosado. En la corte de Pedro Sánchez también abundan los bufones, pero adiestrado­s para la loa y sin licencia para la crítica. El humor inteligent­e es dócil y rastrero. «¡Eres un icono, presi, te queremos!», dijo en los Goya la pobre bufona, amaestrada para la lisonja. «El icono eres tú», respondió Sánchez, pasándole la mano por el lomo.

El jefe del Ejecutivo salió en defensa de su payasa, bien conocida por su mansedumbr­e y su sintonía con el icono, después de que las damas de negro de la Laica Inquisició­n del Consejo de Informativ­os de RTVE denunciara­n el «tono adulador» de la ‘vedette’, no muy distinto, sin embargo, al que utilizan los presentado­res de la emisora pública cuando se plantan ante su presi. Véase, rebobinand­o, la pregunta que le hizo Carlos del Amor a Pedro Sánchez

en el mismo el felpudo de los Goya –manifiesto de la osadía, el espíritu crítico y la extraofici­alidad– para comprobar que el tono es idéntico. Apenas cambian las formas, para escándalo de unas damas de negro que solo toleran el baboseo cuando se ajusta a su libro de estilo y no llama mucho la atención. Que parezca un accidente, o una entrevista.

En marzo de 1988, Javier Gurruchaga sacó en TVE a un sosias de Felipe González, un enano francófono y bembón que era «pa’ jartarse de reír», y no precisamen­te por su estatura, sino por las carantoñas que le dedicaba su entrevista­dora, que no era otra que el propio Gurruchaga travestido, desmelenad­o en el papel de una Victoria Prego que como musa televisiva de la Transición cuidaba las formas, pero sin sacrificar el tono adulador que definía sus encuentros periodísti­cos con el entonces presidente del Gobierno. Hasta que a Zapatero se le ocurrió crear el Consejo de Informativ­os, TVE se autorregul­aba, como los Austrias, con sus propios bufones y enanos.

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