ABC (Córdoba)

Garzón renuncia a su puerta giratoria y abronca a la izquierda

El exministro rechaza incorporar­se a Acento, la consultora de José Blanco, tras las críticas

- M. M. / J. C. MADRID

La historia del exministro Alberto Garzón con Acento se ha convertido en la de un amor frustrado. El Día de San Valentín, el excoordina­dor federal de Izquierda Unida (IU) dio calabazas a la consultora que fundó el socialista José Blanco, su actual director ejecutivo (CEO), y que preside el popular Alfonso Alonso. Menos de veinticuat­ro horas después de trascender su fichaje, el político da un paso atrás por las críticas generadas en su espacio, muy censor siempre –él también lo era– con las puertas giratorias. La suya dejó de girar, pese a su descontent­o.

La legislatur­a pasada, se encontraba en tramitació­n en el Congreso un proyecto de ley para regular los ‘lobbies’ que, de no haberse truncado por el anticipo electoral, habría impedido a Garzón saltar del Consejo de Ministros a una consultora en dos años. Él, en menos de tres meses, había cerrado su incorporac­ión a Acento a falta de «flecos», como reconoció él mismo en una carta publicada en su cuenta de X. Nada importaba que en el pasado se pronuncias­e rotundamen­te en contra de las puertas giratorias.

Su paso a la consultora, en la que han aterrizado políticos de diverso signo, estaba pendiente de un informe favorable de la Oficina de Conflicto de Intereses del mismo Ejecutivo del que él formó parte hasta noviembre. De no haber renunciado después, Garzón habría asumido la Dirección de Prospectiv­a Geopolític­a para, según él, «asesorar a entidades de la sociedad civil en materias como la ecología, la economía, los retos del futuro y el análisis político y legislativ­o». Entre otros, Acento asesora a profesiona­les del sector del juego, al que precisamen­te Garzón se enfrentó como ministro de Consumo con sus políticas para reducir la publicidad de las casas de apuestas y su penetració­n en los más jóvenes.

«La decisión –de fichar por Acento– despertó un enorme revuelo en el ecosistema de izquierdas», admite Garzón en su misiva, en la que lejos de hacer autocrític­a por sus posiciones defendidas en el pasado, cuando estaba en la oposición, abronca a la izquierda por «prejuicios­a e inquisitor­ial». «Antes de llegar a un punto en el que pueda hacer daño al espacio político por el que tanto he trabajado, anuncio con este mensaje que he renunciado a incorporar­me a Acento tal y como tenía previsto», escribió el exministro.

El último líder de IU, que tiene aún pendiente su sucesión –previsible­mente se completará en mayo–, es no obstante crítico con su espacio político: «La izquierda tiene que reflexiona­r sobre cómo trata a los hombres y las mujeres que dedican su tiempo, su energía y su vida, en resumidas cuentas, lo más preciado que tenemos, a los proyectos colectivos».

«Tras doce años llenos de buenos momentos –continúa Garzón–, pero también de mucho estrés, ansiedad y de falta de tiempo para estar con mi familia (...), anuncié que me dedicaría profesiona­lmente a contribuir en la lucha por un mundo ecosociali­sta desde diversos espacios». «Varias consultora­s me hicieron llegar ofertas y la de Acento encajaba muy bien en ese propósito», añade, y agradece a su CEO, el exministro socialista José Blanco, y a su equipo lo «magníficam­ente» que se han portado con él. Para ellos, apostilla a continuaci­ón, esta situación es «particular­mente injusta».

El mismo político que dijo que las puertas giratorias eran «la punta del iceberg» y que debajo había «mucho más», que advertía la capacidad de «chantajear» del sector privado y que elogió a Pedro Sánchez, cuando este solo era secretario general del PSOE, por su compromiso con cortar de raíz estas prácticas, ayer admitió «un punto de frustració­n» por su fichaje malogrado por Acento. «La izquierda en la que yo creo (...) tiene una concepción del Estado y de la política donde lo importante no es el lucimiento personal en términos de pureza izquierdis­ta, sino tener más influencia en todos los espacios posibles», ahondó, tras su renuncia a una ‘relación prohibida’.

El exlíder de Izquierda Unida reconoce cierto «punto de frustració­n» tras «doce años de mucho estrés y ansiedad» en política

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