ABC (Córdoba)

La historia de Priscilla, la cara oculta de Elvis Presley

Cailee Spaeny, última ganadora de la Copa Volpi en el Festival de Venecia, protagoniz­a la película de Sofia Coppola sobre el primer matrimonio del cantante

- LUCÍA CABANELAS

La última canción que le cantó Elvis Presley a su primera mujer no fue suya, sino de Dolly Parton. Cuando se divorció de Priscilla salieron del juzgado de la mano, como dos enamorados, mientras el rey del Rock tarareaba ‘I will always love you’. La despedida fue, quizás, el mayor gesto de amor público del artista con la madre de su única hija. La última escena de la nueva película de Sofia Coppola, que encaja como reverso de la de Baz Luhrman que encumbró a Austin Butler hace dos años, es también la primera de la nueva vida de Priscilla: un plano en el que ella se aleja sola, libre, de Graceland. «Es un momento muy poético. Es maravillos­o verla irse. Acaba de terminar para ella una parte enorme de su vida, por fin se ha encontrado», reconoce Cailee Spaeny, la protagonis­ta de ‘Priscilla’ y última ganadora de la Copa Volpi del Festival de Venecia por su papel.

Inspirada en las memorias que Priscilla escribió en 1985, la cineasta no está interesada en el icono del rock ni tampoco en la exesposa que nunca renunció a su apellido, solo en contar quién era ella cuando estaba con él, después de que se enamoraran durante el servicio militar del cantante en Alemania, cuando ella tenía catorce años y aún se llamaba Priscilla Beaulieu y él ya era una estrella con veinticinc­o.

Un rey sin corona

Si detrás de todo gran hombre hay siempre una gran mujer, detrás de Elvis Presley lo que había era una niña que obedecía, como cuando se tiñó el pelo porque a él se le antojó, y que esperaba a convertirs­e en mujer mientras Elvis Presley hacía lo que tenía que hacer para ser Elvis Presley. «Ella intentaba encontrar su voz, una voz que fuera suya. Al vivir con alguien como Elvis ella se sentía vulnerable. Lo demuestra en el libro. Habla de su tristeza, de su aislamient­o, de su soledad, incluso también de depresión, y de cómo le quiso, de cómo le amaba, y cómo quería hacerle feliz a pesar de lo que pasase. Cuando se conocieron, eran muy jóvenes. Cuando eres tan joven no sabes realmente quién eres. Priscilla se adaptó a quien Elvis necesitaba que fuera para tener ese amor», justifica Spaeny.

No le interesa a Sofia Coppola el tupé que sudaba bajo la luz de la fama. Tampoco su magnetismo y mucho menos su voz, justo lo que convertía al cantante en alguien de fuera de este planeta. La directora desnuda al mito, le arranca los artificios y lo encadena al hogar. El Elvis Presley de Coppola se arrastra por Graceland como un burócrata en una oficina, preso de la rutina, gris sin sus brillantes, esclavo fuera de los focos, en su casa de colores.

En ‘Priscilla’, que se estrenó el día de los enamorados como si fuera una historia de amor y no una lección de lo que no debe ser amar, no casi se ve a Elvis Presley cantar, ni mover las caderas como si un terremoto estuviera sacudiendo el escenario. Coppola despoja al mito de su arte, de su magia, como única vía para contar la historia que nunca antes se había contado de Elvis Presley, que no es otra cosa que la historia de Priscilla. «Cuando abres la cortina en alguien tan famoso como Elvis, alguien tan icónico, cuando haces que baje del pedestal y miras dentro de su vida… puede ser sorprenden­te y dejar atónita a la gente descubrir historias totalmente cotidianas en las que no es ese símbolo que proyectaba hacia afuera. También puede incomodar ver la otra cara de ese hombre», sugiere la actriz, que consiguió ser la protagonis­ta de su directora favorita gracias a la intervenci­ón de Kirsten Dunst, que la propuso para el papel sin audición previa. «Es la magia del cine», dice Cailee Spaeny. O de la vida, que a veces toca a algunos con una varita.

Al Elvis Presley de Sofia Coppola lo interpreta el actor Jacob Elordi, viste de negro y mira siempre hacia abajo, lacónico. Es controlado­r y se atiborra a pastillas. También le da unas cuantas a la Priscilla, casi siempre inocente, de Cailee Spaeny. El Elvis de Elordi está muy lejos del icono sexual que saltaba de cama en cama, en los rodajes, tras los conciertos, no por su físico sino por su actitud, triste. El Elvis de Priscilla es un hombre ausente y contenido, casi reprimido... hasta que se desfoga. Un hombre que, cuando despierta del sueño en el que es estrella, vive en un profundo letargo. Un muermo, vaya, siempre según la versión de la Priscilla real que adapta y adopta Sofia Coppola. «Sigo siendo fan de Elvis Presley. Era un músico increíble, pero está bien poder separar la parte musical de su personalid­ad», sostiene la intérprete, firme en su idea de que es posible desmontar al mito y seguir idolatrand­o al cantante, al que creció admirando, como manda la tradición en Tennessee. Cuando al rey del Rock se le apagó la voz de tanto gastarla abandonánd­ose a la mala vida, Priscilla empezó a vivir, a ser. Pero eso ya sería otra película.

«Elvis era un músico increíble, pero está bien separar la parte musical de su personalid­ad», dice la actriz Cailee Spaeny

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// ABC Cailee Spaeny y Jacob Elordi en la película

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