ABC (Córdoba)

Urtasun nos devolverá Gibraltar

Todos tenemos un imán irracional en el estómago que nos ata a nuestro trocito de suelo. Sólo hay que saber pulsarlo

- MARÍA JOSÉ FUENTEÁLAM­O

MI primer ‘urtasunazo’ fue en Edimburgo. Un verano. Galería Nacional de Escocia. Estudianti­lla española de inglés de repente se cruza con la ‘Vieja friendo huevos’ de Velázquez. Pero, ¿qué hace aquí, señora española, españolísi­ma? Me salió una rabia de dentro como de querer descolgar el cuadro, pero de cuajo, y llevármelo. De devolverlo a casa. De organizar una célula activista como las que atacan los museos por el clima, pero en mi caso por mi país. Qué ganas de entrar en Sevilla triunfalme­nte con el lienzo a hombros. En procesión. Yo, la vengadora de don Diego, la superheroí­na del arte, la menina justiciera. Todo el mundo aclamándom­e. Por eso entiendo a Urtasun.

Me pasa con la Dama de Elche. Me resuenan unas castañuela­s por dentro al imaginarla de vuelta en la ciudad alicantina que la parió por tierra. Las tocan mis ancestros, lo sé. Los del marquesado de Villena. Todos tenemos un imán irracional en el estómago que nos ata a nuestro trocito de suelo. Sólo hay que saber pulsarlo. No se me ocurre mentarle la sensación a mi admirada Rubí Sanz, directora del Museo Arqueológi­co Nacional (MAN) en 2006, el año que el Museo, es decir ella, prestó la Dama a Elche. Seis meses. Rubí, como experta, me recordaría las partes racionales de que siga en el MAN, que son todas menos la de mis falsas castañuela­s. Me explicaría también para qué sirven los museos nacionales.

La hoy estrella del Museo Arqueológi­co Nacional se descubrió a golpe de azada. Unos jornaleros que trabajaban en el campo dieron con ella en agosto de 1897. Nadie la llamó entonces Dama de Elche, sino Reina Mora. Fueron los franceses quienes rebautizar­on a nuestra joya del arte íbero. Se la compraron, para su Louvre parisino, por unos 4.000 francos, al dueño de la finca. Nuestra emblemátic­a señora está ahora en Madrid porque fue el Estado español, en tiempos de Franco, quien la recuperó. Para que la dama volviera a España se incluyó un Velázquez, un Greco y un Goya en el ‘pack’ de recompra, como recordó Rubí Sanz aquel 2006. El ‘sacrificio’ de obras lo hizo el Prado. Por ello, fue este museo el que albergó el emblemátic­o tesoro de 1941 a 1971.

Urtasun llama descoloniz­ación a un deshacer o corregir la Historia. Lo quiere explicar con palabras buenistas, pero suena a tendencia en contra del mestizaje, el viaje de las obras y el reconocimi­ento histórico de quienes cuidan del arte. El ministro de Cultura defiende que la tierra está por encima, que debe imponerse al hacer y decidir humano. Quién sabe si no se abre así la opción de ‘parler avec’ París y pedirles lo suyo, que era nuestro. Y ‘with’ Edimburgo, por la ‘Vieja friendo huevos’. Y ‘with’ Londres, por Gibraltar. ‘Urtasunazo’ de mapa clarísimo. A mí no me miren, ha sido el ministro el que ha abierto la caja de las devolucion­es atendiendo a la geografía. Tendrá ganas de ir de héroe.

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