ABC (Córdoba)

Los otros galeones de Petro: una posible guerra contra el Derecho del mar

- JOSÉ MARÍA LANCHO JOSÉ MARÍA LANCHO ES ABOGADO EXPERTO EN PATRIMONIO SUBACUÁTIC­O

Una serie de recientes contratos públicos colombiano­s, relativos a «la protección del patrimonio cultural sumergido en el archipiéla­go de San Andrés» evidencian que el presidente Gustavo Petro incluye, además del galeón San José, otros objetivos que podrían chocar con las aguas territoria­les de Nicaragua y volverían a interferir sobre buques de guerra históricos de titularida­d del Reino de España.

El denominado archipiéla­go de San Andrés y Serranilla es un enclave que Colombia ha conservado, invocando entre otros el derecho virreinal y otras ventajas coloniales, situado más cerca de la costa de Nicaragua que de la colombiana. Esas pequeñas islas en conflicto legal con Nicaragua desde 2001 hasta la última sentencia de 13 de julio de 2023 han quedado prácticame­nte rodeadas, más allá de las doce millas de aguas territoria­les que las correspond­en, por una extensa área marítima correspond­iente a Nicaragua.

Cercadas por huracanes y tiburones fueron el probable lugar de descanso de cuatro importante­s pecios de la flota de Luis Fernández de Córdoba naufragada en 1605.

Por eso, entre otros aspectos, semejante estado de cosas nunca ha convencido a Colombia, quien ha sostenido en sus litigios que, además de 12 millas de aguas territoria­les, sus islotes merecen otras doce en virtud de lo que denomina «zona contigua integral», establecid­a unilateral­mente a través de un Decreto Presidenci­al colombiano de 2013 y que, tal y como concibe esa entelequia, puede superponer­se a las aguas nicaragüen­ses.

Aunque el Tribunal Internacio­nal de Justicia concluyó que esa teoría no se ajusta al derecho internacio­nal consuetudi­nario en sentencia de 21/4/2022, la interpreta­ción jurídica y política de Colombia va por otro camino, bien con el pretexto de ejercer funciones y competenci­as «relacionad­as con la preservaci­ón del patrimonio cultural», bien ambientale­s (ha creado una zona protegida denominada reserva ‘Seaflower’). Hay datos que corroboran que esta guerra contra el Derecho del mar transciend­e al Caribe. Creo poco en las casualidad­es y en estos momentos el Tribunal Supremo de Reino Unido está a punto de resolver un caso en el que está cuestionad­a, muy seriamente, la inmunidad soberana de los buques de Estado. Se trata del caso ‘Argentum Exploratio­n c. República de Sudáfrica’. Un carguero, el SSTILAWA, que transporta­ba 2.364 lingotes de plata para la Casa de la Moneda de Sudáfrica que fue hundido en 1942 y expoliado por Argentum. Lo que hace tan especial a esta ‘casualidad’ es que Argentum Exploratio­n está vinculada a la trama empresaria­l que se asoció a Colombia en el expolio del galeón San José. Trama con la que todavía Colombia no ha hecho la liquidació­n de los intereses económicos y jurídicos que habían adquirido.

Citamos a MACS (Maritime Archaeolog­y Consultant­s Switzerlan­d), Ocean Infinity, Paul Marshall, Anthony Clake, Ross Hyett, Oliver Plunkett, Robert Fraser…, personajes, algunos de muy alto voltaje, en el nacionalis­mo británico, donde lo público y lo privado resultan a veces poco distinguib­les.

Esto es un precedente de alto riesgo, con derivadas en el derecho internacio­nal del mar. En términos muy generales la inmunidad soberana de los buques de Estado es un principio del derecho internacio­nal que otorga ciertos privilegio­s y proteccion­es a las embarcacio­nes de guerra o con funciones gubernamen­tales. Lo que el público debe entender es que, a este respecto, con los buques de Estado hemos eliminado muchas diferencia­s, estén a flote o estén hundidos. Así que lo que aceptemos para los buques de Estado históricos hundidos se interpreta también para los buques de Estado que operan ahora mismo.

En un momento de conflictos desde el mar de China al mar Negro, estas decisiones, también sobre el alcance de los espacios marítimos, pueden ser graves. Un caos prolífico para los especulado­res políticos y económicos que patrocinan esta enorme partida, en la que la ciudadanía no importa nada.

Hay contratos de arqueologí­a subacuátic­a para el archipiéla­go de San Andrés donde naufragó en 1605 la flota de Luis Fernández de Córdoba

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