ABC (Córdoba)

«La guerra nos hizo más fuertes, los balcánicos no le tememos a nada»

▶El escolta bosnio repasa la dureza de su infancia y su trayectori­a antes del debut del equipo malagueño hoy en la Copa del Rey, donde defiende su corona

- Jugador del Unicaja de Málaga PABLO LODEIRO MÁLAGA

Una mera entrevista es insuficien­te para narrar la vida y carrera de Nihad Djedovic (Visegrad, Bosnia, 34 años). Se necesitarí­a todo un libro para contar la historia de un niño que con solo seis meses huyó, con su familia, de la guerra de los Balcanes para acabar jugando al fútbol en Múnich. Nueve años después volvió a Bosnia, donde descubrió los horrores de la contienda y el baloncesto, deporte que desde ese momento sería su pasión. Un fichaje por el Barcelona a los 17 años, un estrellato en el Bayern y un renacer en Málaga, ciudad con la que ganó la pasada campaña la Copa del Rey, serían algunos de los capítulos obligados del texto. Incluso el bosnio, hace solo unos años, tuvo que cortarse la coleta porque no dejaban de confundirl­o por la calle con la estrella del fútbol Zlatan Ibrahimovi­c. Con humor, madurez y su innato carácter y acento balcánicos, el escolta atiende a ABC antes del debut de los malagueños en la nueva edición de la Copa, donde se miden hoy en los cuartos de final con el Lenovo Tenerife (21.00 horas).

—¿Qué recuerda de su infancia en Múnich? ¿Se sentía un extranjero?

—Muchas cosas ni las recuerdo. Llegué allí con seis meses. Pero la mayoría de recuerdos son positivos, teníamos una vida normal. De lo que sí me acuerdo es de que me aficioné mucho al fútbol. Pasaba mucho tiempo jugando con mi hermano mayor.

—¿Cambió mucho su vida cuando vuelve con su familia a Bosnia tras la guerra de los Balcanes?

—Fue complejo, la situación no era la ideal cuando volvimos a Sarajevo. El país y la ciudad estaban destrozado­s, pero, bueno, nosotros, como niños, solo pensábamos en encontrar algún lugar en el que jugar. No entendíamo­s lo que nos rodeaba. Es algo que he aprendido a valorar con el paso de los años. Criarme en mi hogar, al menos en una parte de mi infancia, es algo que debo agradecer.

—¿Allí cambia el balón de fútbol por el de baloncesto?

—Exacto. Los campos de fútbol no existían, habían quedado todos destrozado­s por la guerra. Pero mi padre quería que hiciésemos deporte y, como él había jugado al baloncesto cuando era joven, nos apuntó a un equipo. Mi hermano siguió con el fútbol, pero yo, desde entonces, no he dejado de jugar al baloncesto.

—¿Sigue habiendo rencillas entre los jugadores balcánicos, como las que tuvieron en su día Petrovic y Divac, por ejemplo?

—Bueno, siempre hay un porcentaje de gente que está loca. Pasa en todos los países. Pero en el mundo del deporte ya no hay problemas, creo que están superados y también defiendo que no los volverá a haber. Pero ya te digo, siempre hay un porcentaje de locos y de tontos.

—¿Los deportista­s balcánicos de su generación son tan competitiv­os por la dura situación que les tocó vivir de pequeños?

—Algo hay, seguro. No solo pasa en el deporte, también en todas las esferas de la vida. Lo que hemos vivido nos empuja a ser mejores que el resto. Los Balcanes están formados por países muy pequeños, pero también son de los que más porcentaje de talento deportivo tienen. Creo que el estilo de vida y cómo crecimos nos ha hecho mucho más fuertes que al resto.

Nos empuja a luchar por una vida mejor. Los balcánicos no tenemos miedo a nada.

—Y de ese ambiente pasa a fichar por el Barcelona a los 17 años. ¿Fue un cambio muy brusco?

—No me afectó demasiado. Desde pequeño, como te he dicho, he tenido que luchar, y con 17 años ya estaba muy hecho. Sí que estaba un poco triste, frustrado, porque no tenía muchos minutos en el primer equipo, pero eso también me ayudó a madurar. Luego vinieron todas las cesiones (Bosna, Cornellá, Obradoiro, Roma, Galatasara­y), donde me hice un jugador profesiona­l de verdad.

—Poco después vuelve a Múnich, pero esta vez como profesiona­l, y se convierte en una leyenda.

—Sí, allí se cierra el círculo. Jugar para la ciudad donde me crie fue muy bonito. Cuando me fichan tenía la idea de quedarme un solo año, pero al final estuve nueve temporadas. Defendí el escudo con mucho amor. Gané títulos, fui capitán y luego toqué fondo con las lesiones. Podría decirse que es el club de mi vida. Solo el futuro decidirá si nos volveremos a encontrar.

—¿Las lesiones hicieron que se plantease la retirada?

—Como en todos los deportes, cuando el jugador se ve afectado por las lesiones de manera continuada piensa en muchas cosas. Los problemas son tanto físicos como mentales. Y sí, yo pensé en la retirada. Pero llegué a Málaga y me reenganché al baloncesto, sentí una felicidad inmensa. Volví a disfrutar, me volví a enamorar.

—¿Cuánta culpa tiene Ibon Navarro de que el Unicaja sea hoy en día uno de los equipos más en forma de Europa?

—De verdad te lo digo. Se le da poco crédito a lo que está haciendo Ibon en Málaga. Él ha crecido mucho como entrenador en estos dos últimos años en el Unicaja. Pero ya no es que sea un gran líder, es que también es una gran persona. Tiene una relación maravillos­a con nosotros, somos sus amigos y sabe cómo manejar las conexiones con la plantilla. Y esa es una de las principale­s razones por las que ahora somos uno de los equipos más en forma del panorama europeo. Nuestro estilo, con un baloncesto muy rápido, es muy reconocibl­e. Solo puedo darle las gracias.

Retirada «Las lesiones me hicieron plantearme la retirada, pero en Málaga me reenganché al baloncesto»

—¿Cómo vivió desde dentro el triunfo en la Copa del Rey del año pasado?

—Una maravilla. Antes de llegar a España hace dos años, me habían contado grandes historias sobre la Copa del Rey. Pero vivirlo desde dentro... Nunca he estado en una Final Four de la Euroliga, pero dudo de que el ambiente sea mejor que el de la Copa. Me han dicho que incluso es mejor. Estos tres o cuatro días son algo muy especial. Además, claro, cuando llegas hasta el final y la ganas es una sensación indescript­ible. Sorprendim­os a todo el mundo, incluso a nosotros mismos. Fue muy merecido.

—¿Ser los actuales campeones y jugar en casa convierte la reválida del título en algo más difícil si cabe?

—Está claro que la expectació­n es máxima. Pero jugar en casa no garantiza nada. Hay muchos parámetros que condiciona­n el torneo. Normalment­e, el que tiene más jugadores sanos, en plena forma, y el que consigue tener un nivel de juego más alto durante tres días es el que se proclama campeón. Además, los equipos de Euroliga tienen el plus de sus plantillas, de mucha calidad y más extensas. No creo que vuelvan a estar por debajo de su nivel.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain