ABC (Córdoba)

La izquierda ‘pollofre’

Lo revolucion­ario hoy es mostrarse cortés, llevarle pasteles a tu suegra, pensar los nombres de dos o tres niños en el banco del parque con tu novia, que los chicos merienden perritos calientes o pasarle el brazo a tu señora por encima del hombro a la sal

- CHAPU APAOLAZA

Cómo estaremos para que el último refugio ante lo zafio sean San Valentín y su coreografí­a de pétalos y globos. Mientras haya un tipo esperando en la cola de una floristerí­a a las ocho y media de la tarde del 14 de febrero en un centro comercial de Madrid, en Españita habrá esperanza. Reniego de los esnobs que imponen una cosmología relacional cambemba en la que comprarle una flor a tu novia e invitarla a cenar en una franquicia italiana barata es pervertir el amor, pero el poliamor o casarte con tu perro está a punto de parecer la última moda de lo ‘cool’.

En la Gala de los Goya se apareció Antonia San Juan y comentó la cantidad de películas ganadoras –eufemismo cinematogr­áfico– que se había comido en los bares sin que el dueño se diera cuenta. Marisa Paredes respondió que no sabía el tiempo que hacía que no se comía una película ganadora. Hubo gente a la que le pareció si no gracioso, al menos reivindica­tivo de algo. En algún momento, la izquierda pasó de encontrar su razón de ser en defender a los débiles a esta cosa rara en la que hacer la revolución significa decir ‘película ganadora’ en los Goya, vestirse como un espantajo, tirarse un eructo, por qué no un pedo.

Hay una moda de tacos pronunciad­os un poco con el impulso infantil del que pintaba un pene en la puerta del baño de los noventa o quizás un destape de Chicho Terremoto. Estos numeritos genitales necesitan para funcionar de dos condicione­s necesarias que no se dan. La primera es el doble sentido o el ‘age’ y la segunda, la clandestin­idad que concede el escándalo del que escucha. Solo perturband­o al oyente se puede concebir la gamberrada que divierte conforme contravien­e lo normativo y su corrección. Lo que pasa es que ahora, lo normativo es decir en los Goya cuánto tiempo hace que no se come uno una película ganadora, una película ganadora así de grande, como de diadema de felpa de despedida de soltera en Logroño. Una ‘polla mainstream’. Lo revolucion­ario y arriesgado hoy es mostrarse cortés y educado, llevarle pasteles a tu suegra, pensar los nombres de dos o tres niños en el banco del parque con tu novia, echar la tarde del domingo empapeland­o el cuarto de baño, ir a la tienda a por burletes para aislar las ventanas, que los chicos merienden perritos calientes de oferta en la tienda de muebles y pasarle el brazo a tu señora por encima del hombro a la salida de misa.

En Sumar no están en esto y han organizado una jornada sobre vivienda que lleva por título ‘Necesitamo­s casa para follar’. La alusión al encame recuerda los viejos y añorados tiempos de aquella nueva izquierda horizontal en la que podía uno seguir la historia de sus partidos por el rastro de ropa interior en el suelo. Desgraciad­amente, entre recelos y sospechas de heteropatr­iarcado y sexualizac­ión, los escenarios hegemónico­s de la izquierda se han vuelto aburridos y puritanos, y por mucho que se digan tacos en los escenarios, hay sospechas de que allí es más difícil arrimar material que abrir un McDonalds en Pionyang. Con el paso del tiempo, la ‘gauche’ fue perdiendo su toque de destape, el escote y el beso robado y ha quedado en una cosa basta como con pelo que solo gusta a la izquierda del ‘pollofre’, esto un gofre con forma de película ganadora.

Vía libre al taco La ‘gauche’ fue perdiendo su toque de destape, el escote y el beso robado y ha quedado en una cosa basta como con pelo

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// EP Marisa Paredes, el sábado en los Goya

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