El PP se centra en arrasar en las europeas y crecer en las vascas
Génova ve en Galicia la continuidad de un ciclo alcista tras ganar en 11 autonomías desde 2022
Las elecciones gallegas constituían para el PP el principal foco de incertidumbre que aparecía en el camino dentro de la primera parte de la legislatura nacional. Un camino que termina cuando se celebren las elecciones catalanas, todavía sin fecha, pero que deberían celebrarse como tarde dentro de aproximadamente un año. El consenso de los actores políticos coincide en señalar ese hito como el punto clave para determinar si existen opciones o no de un mandato largo o si, por contra, la legislatura toca a su fin precipitadamente.
Y en ese trayecto aparecían antes tres citas electorales. Importantes todas ellas para el PP. Gallegas, vascas y europeas. Pero era este 18 de febrero cuando el partido más se jugaba. Primero, porque era el único escenario en el que ponía en juego poder institucional. Segundo, por el vínculo emocional y político de la dirección nacional con ese territorio. Y tercero, porque era la primera elección tras el shock del pasado 23 de julio.
Por eso el sentir generalizado del partido ayer era más de alivio que de euforia, que también. Pero la sensación creciente era la de haber cumplido los objetivos, incluso con más solvencia de lo previsto. Distintos dirigentes consultados apuntaban ayer a la necesidad también de «tomar nota» de lo sucedido en esta campaña. «Ha vuelto a dar la sensación de que se nos hacía larga, pero el PP gallego ha hecho un trabajo inmenso en el territorio y nuestra gente se ha movilizado porque se ha entendido el riesgo real que se corría», resumía un miembro de la dirección.
Para Génova todas las lecturas que salen de la noche electoral son positivas: descalabro de los partidos de la coalición de Gobierno y falta de empuje de Vox. Es cierto que Galicia es un territorio, ya le pasó a Ciudadanos, donde no han cuajado las alternativas al PP que carecen de pedigrí autonomista. Pero haber contenido totalmente a Vox era una de las cuestiones que más satisfacción ha generado. En el PP se interpreta que el proyecto de su socio está en una clara fase de retroceso y que se va a consolidar el retorno de buena parte de su base electoral.
Superado este hito, el PP afronta dos escenarios distintos y a los que también llega con muchos deberes por cumplir, aunque sin la presión que conllevaban las elecciones en Galicia. El primero es en el País Vasco en fecha todavía pendiente de fijar pero que se espera para finales de abril. Allí los populares van con la tranquilidad de que será difícil lograr un resultado peor que el de ahora. Los seis escaños actuales tienen que ser un suelo. Su candidato, Javier de Andrés, acude con un marco de campaña muy claro: el PP es el único partido no sanchista que concurre a estas elecciones. El objetivo es erosionar parte de la base electoral del PNV disconforme con esa dependencia del PSOE y el creciente protagonismo de Bildu. No obstante, a Feijóo siempre le ha preocupado que este momento le haya llegado al PP vasco demasiado pronto. Con el partido regenerando sus cuadros en muchos lugares y sin el suficiente arraigo como para poder capear el que será el principal marco de acción de la campaña: la disyuntiva entre Bildu o PNV. Ahí teme Feijóo que los de Ortuzar puedan no solo aguantar sino atacar también a su electorado para resistir al empuje de los de Otegi.
El objetivo del PP en esas elecciones vascas será crecer hasta unos niveles similares a los obtenidos en 2016, cuando se lograron nueve escaños. Génova siempre ha confiado en que el perfil de Feijóo, al contrario que el de otros líderes nacionales del PP, puede generar menos rechazo en el País Vasco.
A comienzos de junio será el turno de las elecciones europeas. Génova se las quiere tomar muy en serio para lanzar un mensaje rotundo al Gobierno.
La victoria se da casi por hecha. Y de lo que se habla es de que no vale solo ganar, sino lograr una victoria muy abultada que posicione también al PP español como una de las fuerzas de referencia dentro del espacio conservador europeo. Esa será la tercera contienda de carácter nacional que medirá a Sánchez con Feijóo. Y en Génova buscan una tercera victoria en ese cara a cara tras las municipales y las generales.
Porque el PP defiende que, si algo han confirmado las gallegas, es que la aritmética del 23 de julio salvó a Sánchez por los pelos, pero que no puede ocultarse que los populares viven un ciclo alcista. En la sede nacional presumían ayer de un mapa teñido de azul desde la llegada a la planta séptima de de Alberto Núñez Feijóo.
De las 16 elecciones autonómicas celebradas desde entonces, el Partido Popular ha sido la fuerza más votada en once territorios, cuatro de ellos con mayoría absoluta. El PSOE lo ha sido en cinco, siendo uno de ellos Castilla-La Mancha, donde Emiliano García-Page
resiste como el único barón con mayoría absoluta con un discurso en lo que tiene que ver con los pactos con los independentistas diametralmente opuesto a Pedro Sánchez. Los otros cuatro territorios son Asturias, Navarra, Canarias y Extremadura. En este último el PP empató en escaños y María Guardiola gobierna porque es la primera vez en la historia en la que en este tradicional feudo de la izquierda hay mayoría de derechas en el Parlamento regional. En Canarias tampoco gobierna el PSOE, lo hace Coalición Canaria y el PP.
Los de Feijóo tienen siete Gobiernos autonómicos más que cuando Feijóo se puso al frente de la dirección nacional, mientras que el PSOE tiene siete menos que cuando llegó Sánchez, que son más si se tiene en cuenta los que ha perdido ahora pero había ganado en 2019 gracias a la división en tres de la derecha. Génova reivindicaba ayer que incluso la insuficiente victoria del 23 de julio en las generales es un resultado mejor que ninguno de los que haya conseguido Pedro Sánchez.