Las mentiras históricas del independentismo bajo la lupa de un corresponsal extranjero
Michael Reid presenta un libro a caballo entre la historia y la política de España
Aunque no ha pasado un día desde que Michael Reid salió de Perú, nos recibe en el centro de Madrid con energía de sobra para la entrevista. ¿Quién dijo ‘jet lag’? El calendario sonríe al antiguo corresponsal de ‘The Economist’ en España: ha llegado horas después de las elecciones gallegas. Y, como el periodismo no es una enfermedad que se pase a los 71 años, basta una sencilla insinuación para que haga lo que mejor ha hecho durante décadas: zambullirse hasta la nariz en las aguas del análisis político. «Los resultados son noticia por lo que no ha pasado. Al final ha sido una victoria arrolladora del PP, que era en parte lo lógico, pero no lo vaticinado», afirma a ABC.
Sin embargo, el veterano periodista no ha atravesado un océano y recorrido más de 9.000 kilómetros para opinar sobre política; o no solo, al menos. Estos días presenta en nuestro país su nuevo ensayo, ‘España’ (Espasa). Y, por tanto, opta por cohibirse y redirigir con gracia británica la respuesta hacia el contenido de la obra:
«Galicia es un territorio especial; ha encontrado una forma de nacionalismo periférico y cultural que está cómodo con la idea de sentirse español. No tiene nada que ver con lo que ha sucedido en Cataluña y en el País Vasco, por poner tan solo dos ejemplos claros».
El periodista se centra hoy en los nacionalismos; en cómo fueron alumbrados en la península, en cómo se conjugaron y en cómo fluyeron a través de uno u otro meandro para asentarse en los diferentes territorios que conforman España. Su máxima, insiste, es que el ‘Spain is different’ es una engañifa. «Lo de aquí ha pasado también en Francia, Alemania u Holanda», explica. Aunque no tarda en encontrar diferencias: «Sí que es cierto que España cuenta con sus especificidades. Una de ellas es la profunda trinchera ideológica que divide a la sociedad desde la Guerra Civil y que todavía aflora a la hora de forjar pactos como los de las elecciones del 23J», sentencia». Algo ‘different’ sí seremos, Mr. Reid...
Con un acento inglés de esos de academia, Reid confirma que el nacimiento de los nacionalismos tuvo día y hora: «En el siglo XIX, la industrialización provocó la llegada de inmigración. Eso generó ciertas inseguridades que, a su vez, provocaron que la sociedad abrazara su identidad». Cada uno evolucionó de una forma. En Cataluña, por ejemplo, se generó un «nacionalismo cultural» que reivindicó el idioma como un elemento de comunicación y seña de identidad. El problema, insiste, es que derivó a la velocidad del rayo en un «nacionalismo político» que anhelaba reivindicarse frente al resto. «Apostaron por dividir, y no por unir», apostilla.
Reid es partidario de que aquel nacionalismo político no mostró escrúpulos a la hora de forjar un pasado en el que auparse: «El independentismo catalán es un ejemplo flagrante de invención de la tradición». Y, aunque no ofrece casos concretos durante la entrevista, los hay a pares en su libro: hablar erróneamente de unos presuntos Países Catalanes, repetir que la región quedó sumida en la desolación económica por culpa de los Borbones...
Todo ello, a pesar de que el político decimonónico Prat de la Riba, del que beben hoy Puigdemont y compañía, afirmó que lo máximo a lo que podían aspirar era al federalismo: «La vida en común desde antiguo ha creado vínculos con la unidad más amplia de España que no pueden quebrarse».
Con el paso de los años la situación fue a más hasta la llegada del Referéndum ilegal de Independencia del 1 de octubre de 2017. Lo peor para Reid fue que los colegas corresponsales aplicaron entonces una práctica bien conocida en España. «Extendieron una Leyenda Negra similar a las del siglo XVI», desvela. Para ser más concretos, replicaron la larga retahíla de argumentos falaces con los que el independentismo justificó la votación. Y eso, cree, es una verdad que no puede borrar la controversia generada por las, por otro lado, «largas sentencias de cárcel».
Toca la última pregunta: «¿Cree que le tildarán de facha por este libro?». «No. He sido equilibrado. Elogio y critico a la izquierda y la derecha», finaliza.