ABC (Córdoba)

Adiós, amigo

Alejandro Echevarría (1942-2024) Fue un gestor magnífico y un empresario crucial en la historia de la Comunicaci­ón en España. Su huella es ancha y profunda. De Bilbao a Madrid, de Lekeitio a Marbella. De El Correo al Grupo Vocento y de ABC a Telecinco.

- IGNACIO MARCO-GARDOQUI

Alejandro Echevarría fue un gestor magnífico y un empresario crucial en la historia del sector de la Comunicaci­ón, sin cuya intervenci­ón resulta imposible escribir su evolución en la España de los últimos cincuenta años. Pero a mí no se me ha muerto un gran gestor.

A mí se me ha muerto un gran amigo. Un amigo entrañable que se marcha con un gran exceso de equipaje, repleto de favores concedidos, de controvers­ias dirimidas y de ayudas entregadas. Sin restriccio­nes, sin pensarlo, sin pedir nunca nada a cambio. Bastaba con acercase a él y contarle un problema, personal o profesiona­l, para que inmediatam­ente se entregase a su solución. Era muy grande de cuerpo e inmenso de alma. Ocupaba mucho espacio en la vida de sus amigos y deja un vacío que nos será imposible rellenar.

Alechu fue una de esas raras personas de las que todo el mundo habla bien, pero no solo ahora que se ha ido y es más fácil. También antes, cuando estaba en medio de la refriega habitual que forma el hábitat natural de los medios.

Y todos hablamos bien de él, porque todos le debemos algo. Una palabra cariñosa, un buen consejo, tan desinteres­ado como oportuno, un abrazo entrañable, un favor importante o un apoyo sólido.

Su huella es ancha y profunda. Va de Bilbao a Madrid, de Lekeitio a Marbella. De El Correo al Grupo Vocento y de ABC a Telecinco.

Tengo tantas y tan buenas experienci­as junto a él, tan cercanas, que no quiero transforma­rlas nunca en lejanos y vagos recuerdos. El pasado sábado, una parte muy pequeña de su larga lista de amigos, teníamos prevista una comida.

Cuando le ingresaron esa misma mañana le advirtió al médico de que tenía que salir del hospital para asistir a ella. No fue posible, no le dejaron, pero no se le olvidó mandarnos desde la sala de urgencias una caja de vino, casi tan buena como él.

Brindamos por su salud.., pero no nos oyeron y eso que tenía enchufe en el cielo.

Adiós, Alechu. Te hemos querido mucho y te recordarem­os siempre agradecido­s. Tenemos tantos motivos para hacerlo.

Se marcha con un gran exceso de equipaje, repleto de favores concedidos, controvers­ias dirimidas y ayudas entregadas

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ISABEL PERMUY

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