Con el corazón en un puño
Al final de la campaña no dejaron de pedir la hora. La última recta de este 18-F les trajo a la memoria la del 23-J
ALGUNOS expertos sostenían que el PP llegaba a las elecciones gallegas casi ‘in articulo mortis’ y que sus meteduras de pata durante la campaña amenazaban con pegarle el tiro de gracia al renqueante liderazgo de Feijóo, malherido tras el fiasco del 23-J. La resolución de ese plebiscito era uno de los grandes atractivos de la noche electoral. El otro era medir la magnitud del castañazo del PSOE. Que se iba a producir era un fijo en la quiniela, pero que nadie se lo tendría en cuenta si Rueda no alcanzaba la mayoría absoluta, también. Daba igual que el ejercicio de espeleología de los cofrades de Sánchez los llevara a las profundidades del agujero más hondo de su historia. Si al final la Xunta cambiaba de manos, pelillos a la mar. En su particular jerarquía de valores, a los trapaceros de Ferraz lo único que les importaba era poder vender a bombo y platillo que su hombre en Galicia salía del envite electoral convertido en el vicecónsul del movimiento político que había desalojado a la derecha de su bastión territorial por excelencia. Le importaba un rábano que el pobre hombre llegara allí hecho papilla, después de haberse metido un hostión morrocotudo, o que quedara condenado a convertirse en el palmero de un gobierno independentista liderado por los socios de Bildu y ERC.
Que el Partido Socialista se vaya convirtiendo poco a poco en el compañero de viaje de los que tienen en la cabeza acabar con la idea de España, incluso ocupando ya posiciones de subalternancia, es algo que a Sánchez se la sopla. Lo único que parecía importarle era ver la cabeza de Feijóo convertida en el badajo de las campanas de la catedral de Santiago. A las seis de la tarde del domingo, Tezanos aún auguraba que tal cosa iba a suceder. Pero se equivocó de nuevo. Ni siquiera hubo emoción durante el recuento. Los populares no tuvieron nunca una estimación inferior a los 40 escaños. A pesar de eso, en Génova estaban de los nervios. Muchos ‘trackings’, en sus horquillas más bajas, abrían trampillas que les arrojaban al abismo. Aunque habían partido con mucha ventaja y siempre dieron por hecho que el viento les soplaría de cola, al final de la campaña no dejaron de pedir la hora. La última recta de este 18-F les trajo a la memoria la del 23-J. Harían bien en hacérselo mirar.
Es evidente que Feijóo no está cómodo en el papel que las circunstancias le obligan a representar. Su trabajo en Madrid le exige un discurso demasiado duro que, como quedó acreditado en el infausto ‘off the record’ con 16 periodistas capitalinos convocados en Ferrol por la lumbrera que asó la manteca, no va con su estilo. Lo suyo es lo del ‘nacionalismo cordial’. Por un momento creyó que haberse alejado de ese discurso podía causarle un serio disgusto en su tierra, del mismo modo que no haberse distanciado suficientemente de él se lo causó en el conjunto de España hace siete meses. Pincho de tortilla y caña a que mientras no resuelva ese conflicto interior vivirá permanentemente con el corazón en un puño.