ABC (Córdoba)

Sólo queda el puño, puñetas

Nada va a quedar en el PSOE tras el paso de Sánchez y a nadie dentro del socialismo parece importarle

- ÁLVARO MARTÍNEZ

NADA va a quedar... Como un ‘doctor muerte’ pero sin la excusa de la piedad para evitar sufrimient­o, el sanchismo está aplicando una especie de suicidio asistido al PSOE, del que nada va a quedar tras el devastador paso del ‘gran estadista de Tetuán’ por Ferraz, donde nunca debió volver una vez que los socialista­s (dirigentes, militantes y simpatizan­tes) habían conseguido librarse de él aquel día que descubrier­on, detrás de un biombo, cómo se las gastaba el personaje y qué estaba dispuesto a hacer con el enorme catálogo de trampas y mentiras que escondía en el maletero del Peugeot 407 con el que preparó el regreso en aquellas primarias.

Nada va a quedar allí una vez que Sánchez ha pasado el buldózer por Ferraz con el traslado de la sede del partido a La Moncloa, neutraliza­ndo la sigla, imponiendo la camisa de fuerza como ‘outfit’ obligatori­o y jibarizand­o su antigua influencia como espina dorsal del proyecto socialista en toda España. Hoy no quedan ni las raspas de aquello, las cifras son aterradora­s: cuando él volvió del destierro tras el episodio del biombo, en 2017, el poder autonómico del partido se ejercía sobre 20,5 millones de españoles; en 2024, sólo quedan 3,7 millones bajo el mando de sus baronías, una de ellas (Navarra) sostenida por cierto por los proetarras. En el camino se han quedado las bases argumental­es sobre la idea de España y las sensatas aspiracion­es de lo que creíamos un partido de Estado y no ha resultado otra cosa que el trampolín de un charlatán sin principios.

Nada va a quedar y a nadie dentro del socialismo parece importarle, instaladas la dirigencia y la militancia en esa especie de Matrix que el chamán Sánchez ha proyectado en sus cerebros. Pastilla azul, pastilla roja. Todos han elegido la primera, la que conduce al rebaño desde el aprisco donde pace a una realidad paralela en la que traga con todo el estropicio y todos son cautivos del cheque en blanco que, a cambio de renovar el alquiler en La Moncloa, el del ‘Manual de resistenci­a’ les firmó a unos socios que lo único que tienen en común es un odio mitocondri­al a las seis letras de la palabra España y la conciencia general de que le tienen cogido a Sánchez por el pescuezo o por tres palmos más abajo.

Nada va a quedar, ni la caseta de la Feria de Sevilla, metafórica­mente expropiada al PSOE y que resume el crepúsculo definitivo de lo que casi funcionó como un régimen en Andalucía durante cuarenta años que cayó finalmente devorándos­e a sí mismo por la corrupción de los ERE, el inmovilism­o pachorroso de quienes todo lo fiaron a lo inexpugnab­le de la plaza y el hartazgo final de los andaluces que dijeron sanseacabó ¡ea!, que pase el siguiente. La metáfora del ocaso final del PSOE se completa con el nombre de la persona que ocupará el escaño de Carmen Calvo, cocinera, fraila y ahora presidenta del Consejo de Estado: se llama Olvido de la Rosa, cuatro palabras que sintetizan que en el logo socialista ya sólo queda el puño y que el que lo aprieta está en Waterloo, puñetas.

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