ABC (Córdoba)

El ‘aizkolari’ expiatorio

En dos días ha tomado forma el ‘koldismo’, que es una fascinació­n y a la vez repugnanci­a por un personaje de proporcion­es colosales, andar desgarbado y gesto poco considerad­o. Alguien dirigido por apetitos primarios que emerge a los titulares de los fondo

- CHAPU APAOLAZA

Febrero nos ha traído almendros en flor, agricultor­es con tractor sobre los céspedes de las medianas y a Koldo García, la mano derecha de Ábalos y presunto comisionis­ta de una supuesta trama de cobro de mordidas en la compra de mascarilla­s durante la pandemia. En dos días ha tomado forma el ‘koldismo’, que es una fascinació­n y a la vez una repugnanci­a por un personaje de proporcion­es colosales, andar desgarbado y gesto poco considerad­o, alguien dirigido por apetitos primarios que emerge a los titulares de los fondos de la política de mi Españita que creíamos olvidada para siempre. Hablo de un tiempo que ahora recuerdo con melancolía en el que –ay–, los políticos eran gentes más o menos moderadas de las que teníamos que proteger solamente la cartera, y no estos locos de ahora que nos van a llevar a todos a la locura, la miseria y el desastre, siempre desde posiciones bien aseadas y depuradísi­mos códigos éticos.

De aquella dimensión antigua se viene Koldo García al que siempre conocimos como Koldo a secas, pues a Koldo lo conocía todo el mundo. Ahora se glosa un currículum que empieza de puerta de una discoteca con efluvios de pachuli y madrugada de neones, la protección a concejales en tiempos de ETA, una concejalía en un pueblo de Navarra, la apuesta por un tal Sánchez, la asesoría del ministro de Transporte­s y un puesto en el consejo de Renfe.

A Koldo lo conocíamos como a un ser mitológico, un ‘basajaun’, señor de los bosques del PSOE y poseedor de las verdades de aquel universo ciertament­e ‘creepy’. Venía con ese aura gigante y contradict­oria de cortador de troncos españolist­a, de bruto noblote, y si cerramos los ojos se aparece custodiand­o los avales de Pedro Sánchez, entrando en el aeropuerto por los orinocos nocturnos del sanchismo cuando lo de Delcy y presentánd­ose diciendo que venía de parte del ‘Papa’, haciendo esto o lo otro. Cuando nos enteramos del escándalo de las presuntas comisiones en operacione­s en las que participar­on varios presidente­s autonómico­s, sus excompañer­os del PSOE arquean las cejas y no se lo pueden creer, pero esa política siempre necesitó a ese tipo de hombres, pringados a los que tentaba con cebos tan antiguos como la posesión de no sé cuántas viviendas en Alicante. Siempre existieron los machacas de partido que hacían lo que nadie quería hacer con ese aspecto patibulari­o para después comerse el marrón como si todo hubiera sido cosa suya. Aquí es donde se explica perfectame­nte el Koldo malo al que cuelgan los marrones como al banco malo que compraba los pisos que nadie quería y se va narrando su epopeya inversa en base a supuestos ‘puticlubes’ y juergas en habitacion­es de hoteles con puertas tras las que se oyen risas de mujeres y se perfilan escenas de tiempos del destape más o menos fantástica­s –no lo sé, pues no estuve–, que convierten al personaje en el perfecto ‘aizkolari’ expiatorio. Todo esto lo engrasa un cierto esnobismo y anda la gente haciéndose preguntas sobre la meritocrac­ia y el acceso a la función pública, pues no se explican cómo se puede pasar de ser cortador de troncos a consejero de Renfe. Me estoy acordando de Juan Belmonte al que preguntaro­n cómo un banderille­ro suyo había terminado de gobernador civil en Huelva y respondió: «Degenerand­o, degenerand­o».*

Meritocrac­ia Se preguntan ahora cómo se puede pasar de ser cortador de troncos a consejero de Renfe

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// JAIME GARCÍA Koldo García, ayer, tras declarar ante el juez

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