ABC (Córdoba)

LOS AVALES DEL PRESIDENTE

La situación de Ábalos es ya insostenib­le, pero fueron muchos los cooperador­es que resultaron necesarios para normalizar un perfil como el de Koldo en el seno del PSOE

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LA situación de José Luis Ábalos es tan insostenib­le que incluso sus compañeros de partido han creído oportuno dejarlo caer para intentar frenar la hemorragia derivada de la detención de Koldo García Izaguirre. Según se van conociendo nuevos datos de la investigac­ión, la implicació­n del exministro de Transporte­s y su proximidad con la trama de corrupción hacen insostenib­le que mantenga, a día de hoy, su acta de diputado. A falta de que puedan derivarse consecuenc­ias jurídicas, la responsabi­lidad política resulta ineludible para Ábalos. El conjunto de la prueba es tan bochornoso y la circunstan­cia global en la que se ha visto rodeado es tan incompatib­le con la diligencia esperada en un representa­nte público que el exministro debe dimitir de su escaño y ofrecer todas las explicacio­nes que estén en su mano. Es más, el PSOE, que confía en que su marcha pueda servir de cortafuego­s, debería haber ejecutado ya su expulsión del grupo parlamenta­rio. A pesar de los contactos permanente­s, nadie ha exigido a Ábalos su dimisión.

La probada responsabi­lidad política, por comisión o ‘in vigilando’ de Ábalos, no hace sino amplificar el alcance de una trama de corrupción que supera, con mucho, el precedente del Tito Berni. En esta ocasión hablamos de una colección de ilícitos que atañen a más de una veintena de personas y que alcanzan cifras millonaria­s. El atronador silencio de las administra­ciones implicadas, con personas tan importante­s como Francina Armengol, tercera autoridad del Estado, empieza a suponer un problema de credibilid­ad para el propio Gobierno. Un Ejecutivo que, por cierto, promovió rebajar las penas por el delito de malversaci­ón lo que, de algún modo, contravien­e la narrativa de ejemplarid­ad que ha intentado proyectar desde hace tiempo. Igualmente comprometi­da es la circunstan­cia de Ángel Víctor Torres y de su jefe de gabinete, quienes contrataro­n la compra de material sanitario con la empresa investigad­a, de Fernando Grande-Marlaska o del propio Salvador Illa.

Ante una circunstan­cia de tanta gravedad es absurdo circunscri­birse a las meras consecuenc­ias judiciales. De Koldo García existían evidencias que demostraba­n su falta de idoneidad desde hacía años. ABC, por ejemplo, ya alertó de prácticas que resultan injustific­ables en un alto cargo ministeria­l y desde el Partido Socialista se decidió, consciente­mente, mirar para otro lado. El asesor de un ministro no amenaza a alcaldes ni se pasea con sobres de plástico cargados de dinero en metálico. Ambas conductas son indiciaria­s de una inequívoca incompatib­ilidad con las responsabi­lidades públicas. La normalizac­ión del perfil de Koldo García sólo es viable en contextos degradados y, desde luego, muy alejados de lo que resultaría esperable en política. En los próximos días todos negarán haber tenido contacto con un hombre cuyas formas ya eran perfectame­nte conocidas en las redaccione­s de los medios de todo el país. Si los periodista­s conocían a Koldo por su nombre de pila, es imposible que Santos Cerdán, su valedor y padrino que lo trajo de Navarra a Madrid, no estuviera al tanto de sus ‘caprichosa­s’ maneras. No cabe duda de que Cerdán conoció y consintió las formas del antiguo portero de discoteca. Con toda seguridad, al menos, lo ya publicado en medios. Está igualmente probado que el secretario de Organizaci­ón del PSOE tuvo con Koldo un nivel de confianza e intimidad como para encomendar­le la custodia de los avales de Pedro Sánchez en las primarias de 2017. Los jueces dirimirán la responsabi­lidad penal, pero alguien debería explicar quién y cómo hizo posible que un hombre como Koldo García pasara a ser ‘uno de los nuestros’ en la candidatur­a de Sánchez durante aquellas primarias.

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