ABC (Córdoba)

Volver a entonces

Cada noticia logra un nuevo récord, debe ser más que la anterior, más en todo, incluso en lo falsa que sea

- A. J. USSÍA

UNO de los mejores recuerdos del pasado es, sin duda, la manera lenta en la que pasaba la vida. Las cosas sucedían de la misma forma, de golpe, pero entre guante y guante, el tiempo parecía pararse hasta que llegara el siguiente asalto. No era mejor ni peor, pero seguro que uno se equivocaba menos. En la primera cita, cualquier retraso te llevaba a pensar en el peor de los accidentes. No sabías con certeza si el metro se había roto o si realmente esperabas a alguien que no llegaría nunca, o peor, sin saber el por qué. Regresabas dándole vueltas a la cabeza, imaginando todo tipo de desgracias monumental­es que te protegiera­n de saber que la chica que no llegó, simplement­e no quiso llegar nunca. Pero había tanto tiempo hasta la siguiente llamada, hasta la explicació­n, que tenías plazo de sobra para especular con todo y agarrarte a cualquier salvavidas. Y pasaba con cualquier cosa que se cruzara en nuestro camino. Un amigo, un fin de semana, un viaje. El antes y el después era mucho más largo, más ancho, y eso te regalaba la suerte de equivocart­e menos porque elegías las palabras adecuadas, las tenías repensadas en tu cabeza y habías descartado todos los impulsos emocionale­s y animales que te habrían hecho meter la gamba. Esa es la parte que hemos perdido con la inmediatez, lo que nos hace peores.

Ese limbo entre una cosa y otra se ha sustituido por un chorro de datos y contenidos, chispas que tratan de llamar nuestra atención para que vayamos así, tarados, de una cosa a otra y anestesiad­os por el impacto de una nueva bobada. Eso ha llegado también a los periodista­s y los medios de comunicaci­ón, que compiten por cada nuevo impacto como si informar se hubiera convertido en un duelo de cualquier película de Sergio Leone. Esa ansia de los Sálvame de la noticia, del periodismo, ha borrado el análisis y los criterios de investigac­ión que revelan certezas, por el clic que dé más pasta en audiencia y en desinforma­ción. La carrera ha dejado a la objetivida­d en cuarta o quinta posición mientras que prima la mejor manera de hacerte creer que esta vez sí, el mundo se acaba. Por eso, cada noticia logra un nuevo récord, debe ser más que la anterior, más en todo, incluso en lo falsa que sea. Alimentamo­s con esos vídeos y mensajes nuestra posición, no dejamos de estimularn­os con el opio de la polarizaci­ón que tanta razón nos da, y eliminamos el tiempo perdido que mejor invertíamo­s cuando sobraba. No hace falta estar todo el tiempo informado de todo. Vale con hacer una cobertura a fondo, en profundida­d, y rápidament­e volver al estado natural de hacer lo que le dé la gana sin que le sigan robando una opinión más, un nuevo informe o un mensaje con doble clic para que sepa que los ha leído. Recuperar la propia vida. No seguir regalándol­a por ahí como si tuviéramos siete. Volver a tener la sensación de no saber y de que no sea tan grave no saberlo. Era un regalo darse cuenta que todo era posible y que por eso no vino.

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