Siempre hay un Koldo
Para sobrevivir en el mundo nuevo hemos de preparar la democracia para que se defienda de populismos, abusos de poder
SEGURAMENTE aquel comité de expertos era solo Koldo descojonándose. Es posible que aquel supuesto equipo de analistas que concluyó que los niños debían llevar mascarilla jugando al fútbol en el patio acabe siendo solo una mezcla entre leyenda, estupidez y ‘rappeles’. Me alivia bastante: prefiero a un malo que a un tonto. Y, desde luego, esta gente tonta no es.
Ya ha pasado demasiado tiempo para recordar la humillación que sufrimos en aquellos estados de alarma ilegales por los que nadie ha rendido cuentas. Ya han pasado años de aquellas medidas acientíficas, abusivas y estúpidas que todos seguimos como idiotas. Pero a mí no se me olvida. Y si finalmente el ‘koldogate’ es lo que parece pondremos fin al episodio más vergonzoso de nuestra democracia con el broche final. Era la pasta, idiota.
Los medios seguimos entonces el juego de las autoridades, pensando en el compromiso de servicio público y no pudiendo ni sospechar que, en esos momentos, alguien pudiera anteponer su interés al bien común. La realidad es que fuimos correa de transmisión de una sucesión de mentiras interesadas por parte de unas autoridades a las que solo el futuro pondrá en el lugar que les corresponde. No solo nos utilizaron para desinformar, sino que, además, se sirvieron de herramientas ilegales para limitar y suspender derechos fundamentales ante nuestra mirada, como David Copperfield haciendo desaparecer la Estatua de la Libertad mientras comemos palomitas. La consecuencia es lo que ven: una sociedad anestesiada, que sospecha de todo y que no tiene a dónde acudir para comprender el mundo en el que vive. Y que al mirar con sospecha al que cuestione la mentira oficial convierte el mundo en algo puritano, neurótico y prenarcotizado.
Una sociedad así es una sociedad que toma decisiones de modo irreflexivo, precipitado e irracional y que se acuclilla bajo la cama con las manos en la cara, como no queriendo ver la pinta de Viernes Santo que se le está poniendo al mundo. En realidad, el mundo es el mismo. Pero nosotros no. Algunos están heridos de muerte y, por ello, todo ha cambiado. El poder político no solo no lo combate sino que, al contrario, se apalanca ahí para avanzar sin obstáculos. Como dice Gay Talese, entre los ‘intereses nacionales’ y la verdad, el periodista debe estar con la verdad. Y en su momento, debimos apuntar con el dedo a quien mentía –veremos si, además, a cambio de un beneficio– aun a riesgo de ser considerados locos o traidores. No hay mayor interés nacional que la verdad.
Ya hemos visto lo que pasa cuando abusan del poder: nada. Si no somos conscientes, seremos víctimas de la nueva censura, que consiste en convertirte en tu propio Torquemada con mascarilla. Algo me dice que habrá más ocasiones y que para sobrevivir en el mundo nuevo hemos de preparar la democracia para que se defienda de populismos, abusos de poder y, posiblemente, armarnos hasta los dientes. Volverán las oscuras golondrinas. Esperemos haber aprendido porque siempre vienen con un Koldo.