El Pórtico de San Lorenzo Donde beben los poetas
Carta de corte tradicional cordobés y con pequeños guiños al mestizaje y variedad de vinos cordobeses que es de agradecer
En esta ocasión vamos a iniciar nuestro paseo desde el Jardín de los Poetas. Unos poyetes con balaustrada, delante de una fuente circular y cerca de Ollerías será el punto de partida. Se trata de un jardín de excelente factura, hermosamente construido que no necesita recurrir a exagerados monumentos para adquirir preponderancia. A la izquierda, la muralla almohade del Marrubial que encamina el recorrido y protege de los ruidos de la Ronda. A la derecha los vestigios arqueológicos del Hospital de la Misericordia donde posteriormente se ubicó la que fue conocida popularmente como ‘casa de los locos’, de triste recuerdo para los que la conocieron. De frente, a lo largo, se desarrolla nuestro jardín, que fue diseñado en 1992 por dos miembros relevantes del Equipo 57: Juan Serrano y Pepe Duarte.
Bajando, nos encontramos un estanque alargado flanqueado por dobles hileras de naranjos amargos que abrazados en sus copas han creado una compacta bóveda vegetal. Haciendo guardia, a su lado, poderosos ejemplares de pinos piñoneros y cipreses que resguardan a palmitos, boneteros o azahares de la china.
Al final el jardín se abre como una panza de guitarra para acabar en un estanque semicircular donde pérgolas engalanadas de plantas hacen suyo este espacio. Se trata de un jardín fresco, cautivador, discreto, comedido, alejado tanto de la afectación como de la rudeza; simple en lo arquitectónico y complejo en su expresividad, que coquetea sin estridencias con su entorno más cercano. Pero sigamos adelante que la sed apremia y seca el gaznate, no vaya a ser que tantas palabras den lugar a que cierren las tabernas. Seguimos caminando y dejando el jardín a nuestras espaldas, nos metemos por la calle Costanillas y después a la izquierda por Rosalas que desemboca en el último tramo de la carnavalesca calle Montero.
A nuestro alrededor, casas de distinto tipo, nuevas y antiguas, que, en general, guardan el aspecto tradicional de este barrio; salvo algunas tan desafortunadas que están como «un paquete mal hecho en un crucero de lujo» que diría John Le Carré. Más adelante cogemos Trueque para ver, sin duda, uno de los patios más bellos y cuidados de la ciudad. Al salir, por la derecha, vamos caminando tocando el muro lateral de la iglesia de San Lorenzo para vislumbrar, al fin, nuestra añorada taberna: El Pórtico de San Lorenzo. Haciendo esquina en la bifurcación que deja la portada de la iglesia fernandina.
Hojeamos la carta de corte tradicional cordobés y con pequeños guiños al mestizaje gastronómico. Mesitas dentro y una terraza exterior que aprovecha el recoveco de callejuela para cuando el sol permite estar fuera. La variedad de vinos que tienen de nuestra la tierra es admirable y un valor que agradecer a esta taberna. Elegimos un fino Gran Barquero, complejo y elegante, que acompañamos de unas patatas bravas de ligero picante, que hacen buena pareja. Y si le quedan fuerzas, puede subir los 125 escalones de la torre de la iglesia para deslumbrarse con las vistas de nuestra inigualable ciudad.