Coloso para todo
Nuestro carácter saturado de envidias nos impide admirar una progresión como la de Koldo
NUNCA valoramos lo nuestro y la infravaloración que nos enajena irrita. Tanto cacarear sobre el almibarado sueño americano que cristaliza en ese chaval que empezó vendiendo periódicos puerta a puerta para acabar de magnate de, por ejemplo, las salchichas de Frankfurt, y nunca comentamos que nosotros también disfrutamos de un formidable sueño español, sólo que no nos fijamos. De portero de puticlub a ocupar butacón en el consejo de Renfe. Eso sí es un sueño, un ensueño, una fantasía hecha realidad, un prodigio de socialista alquimía comegambas, un birlibirloque gozoso, ‘delicatessen’ y espectacular. Pero nuestro carácter saturado de envidias, celos y maledicencia rampante nos impide admirar una progresión como la de Koldo.
Koldo, un español colosal, cruce entre peñón de Gibraltar y Primo Carnera, demostró un férreo carácter que le elevó hacia las alturas. Queridos compatriotas, ¿vamos a censurar a una persona que huyó del barro del lupanar para alcanzar otros horizontes de genuino fulgor? ¿En serio somos así de chungos? Vale, de acuerdo, arrastra un par de condenas, pero tampoco es para tanto, sin duda aquello no fueron sino bagatelas de callejón sucio donde reverberó el estallido de bofetones chuscos, que en aquellos lances nadie aplicaba depurada técnica a lo Topuria. Y la de babosos que soportó durante largas horas ejerciendo de muralla humana en la cancela del putiferio o en la boca del lobo de las entradas de las discotecas. Y la de portezuelas de coche que abrió cuando actuaba de diligente chófer para que el señorito no se mancillase las manos de manicura. Y la de espaldas que cubrió cuando curraba de aguerrido escolta. ¿Acaso no podía prosperar mediante (presuntos) negocios turbios? Los miembros de nuestro amado Gobierno opinan que debemos dejar actuar a la Justicia. Estoy de acuerdo. Justo lo que Vicente Guilarte viene exigiendo, o sea que dejen en paz a los jueces. Que permitan, en efecto, trabajar a los jueces sin cornadas bellacas, pero a los que investigan la tropilla ‘indepe’ también, ¿no?