ABC (Córdoba)

Sassoon, el Picasso de los peluqueros

Sucedáneo de la sensibilid­ad que se disuelve mejor en la leche. ▶ Murió hace algo más de una década, pero su obra sigue ahí, incluyendo la cabeza que le perpetró a Ava Gardner, a Elisabeth Taylor, o a Lady Di. La minifalda es una moda para todos los siglo

- Verbolario Sensiblerí­a, f. ÁNGEL ANTONIO HERRERA POR RODRIGO CORTÉS

Conviene enterarse de que Vidal Sassoon no es un champú, sino un peluquero, y aún más: el Picasso de los peluqueros. Lo digo porque Vidal murió hace algo más de una década, pero su obra sigue ahí, incluyendo la cabeza que le perpetró a Ava Gardner, a Elisabeth Taylor, o a Lady Di.

Comprender­án que un peluquero así no muere nunca. Cuando Mary Quant se inventó la minifalda, una mañana del 57, acababa de ser peinada por Vidal Sassoon. De aquella jornada célebre no se recuerda sólo la minifalda, que ya es mérito. Aquel día histórico tuvo un más allá de unas piernas libres y desnudas, que era un peinado de futuro.

La minifalda es una moda para todos los siglos, pero los peinados de Sassoon también. Ahí tenemos a las gogós de pasarela o a las Marilynes de los Goya de anteayer mismo, que van con pelo de soldado, entre la rebeldía y el morbo, como la maniquí Twiggy, que fue también una apuesta andrógina de Sassoon. A Mia Farrow le improvisó un peinado de susto para ‘La semilla del diablo’. La imagen es histórica. Eterna. Mia quedaba endeble, febril, bellísima de miedo interior. Se puede sacar el alma entera a los ojos, con un rato de peluquería, pero siempre que la peluquería sea de Sassoon, y de muy pocos más.

Era un genio de la escuela del hambre. Lo abandonó la familia, siendo niño. Era inglés, y se casó cuatro veces. Se empeñó en hacer belleza usando unas tijeras. En Rita Hayworth descubrió la melena como lujuria. A Farrah Fawcett le dio esa lámina de guapa con melena peinada despeinada­mente, que imitó medio mundo. Como tantos estetas, sabía que hay siempre en la mujer un apetito de belleza propia, y esa belleza propia la encontraba rápido, en reojo de vampiro, haciendo de la mujer «que ya era», sólo que aún nadie había visto.

Un amigo canallita me repite que hay pocas cosas que la mujer no alivie yendo a la peluquería. No deja de ser una ‘boutade’, pero la ‘boutade’ se cumple a menudo como verdad entre las famosas no de garrafón, que saben que elegir un fino peluquero te mejora la biografía. Y no digamos la postal del día siguiente en las portadas, si has ido de estreno. Si me apuran, la fama es hacerse una cabeza, en el sentido en el que los románticos decían cabeza, donde el pelo es la antorcha del estilo propio. La fama es también el presupuest­o en peluquero. Los peinados de Sassoon no son una fantasía de estilista, que es como llaman ahora a los del ramo, sino obra de hombre intuitivo y demorado que te saca de una actriz las mechas que ya lleva por dentro.

Las peinó o despeinó como nadie, y ahora Mónica Cruz, o Victoria Beckham, o Charlize Theron van arregladas por Sassoon, aunque ya el peluquero sea otro. Porque ha dejado escuela, y una botillería de cosméticos. Padeció cinco o seis años de orfanato, y dejó frases para los gandules de la moda que aún creen que el triunfo es ir de sombra de cualquier Preysler: «El único sitio donde el éxito viene antes del trabajo es en el diccionari­o». Pues eso. Murió hace una década, en Los Ángeles, con 84 años, pero no se ha muerto.

Su legado Ahora las famosas van arregladas por él, aunque el peluquero sea otro. Ha dejado escuela y una botillería de cosméticos

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// KEYSTONE PICTURES Vidal Sassoon, con una de sus clientas

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