ABC (Córdoba)

La nueva travesía por el desierto de Besteiro

El varapalo del PSdeG este 18-F aboca al partido a apretar los dientes. Nada nuevo para su candidato, que volvió del ostracismo tras la persecució­n judicial que sufrió durante siete años

- JOSÉ LUIS JIMÉNEZ SANTIAGO El líder del PSOE gallego // EP

Vienen tiempos duros para el socialismo gallego. Los resultados del 18F se esperaban malos, pero no tanto. Se había interioriz­ado que habría algún retroceso por la tendencia hacia el voto útil al BNG. Pero se albergaba la esperanza de que el orgullo de pertenenci­a al PSOE maquillara el previsible retroceso. Destrozada esta ilusión tras el recuento, el PSdeG contempla el escenario después de la batalla y se aferra a la única esperanza que hoy alberga para su reconstruc­ción: José Ramón Gómez Besteiro. Es la paradoja del socialismo gallego, va a depositar su confianza en el candidato que ha cosechado los peores resultados históricos del partido en unas autonómica­s. Y lo hace porque íntimament­e reconocen que, ni de lejos, la culpa ha sido suya.

Una de las preguntas más habituales en las entrevista­s a Besteiro durante la campaña era si tenía pensado renunciar al acta de diputado en el Congreso fuera cual fuera el resultado del 18F. El candidato siempre respondía afirmativa­mente, asumiendo su «compromiso con Galicia». Eso, a pesar de que la retribució­n de representa­nte en Cortes supera con creces la que percibirá como parlamenta­rio autonómico. En Madrid presidía la Comisión de Transporte­s del Congreso y formaba parte del grupo que apoya al Gobierno, con la relevancia que eso implica; en Santiago va a ser el portavoz de los socialista­s, con solo ocho compañeros a sus órdenes, con el difícil reto de abrirse hueco frente a un BNG crecido e instalado como la única alternativ­a posible tras las elecciones.

Sin embargo, la misma noche electoral, y con un semblante tranquilo –la procesión iba por dentro–, Besteiro confirmó a los periodista­s que mantendría su palabra. Asumiría en primera persona la travesía del desierto que le espera tanto a él como a su partido, en un proceso de reconstruc­ción que le va a ser encomendad­o. Porque lo próximo será un congreso gallego que entregue la secretaría general a Besteiro –previsible­mente antes del verano–, y recupere así el cargo del que dimitió en 2015, víctima de la cruzada que contra él –y otros muchos políticos de Galicia– emprendió la juez Pilar de Lara. Por los defectos en sus instruccio­nes la magistrada acabó siendo suspendida de empleo y sueldo durante siete meses y perdió su plaza en Lugo. Pero los estragos de su mala praxis dejaron un reguero de perjudicad­os, algunos de ellos sin margen para la rehabilita­ción pública.

Fue esta la primera singladura por el ostracismo que tuvo que asumir Besteiro. Cuando la juez añadió a la investigac­ión por la compra de su casa otra más por su gestión en la Diputación de Lugo –ambas archivadas por falta de indicios sin llegar siquiera a juicio–, el entonces líder socialista se apartó de la política. Simplement­e desapareci­ó de la vida pública, para centrarse en su defensa. De aquella soledad forzada extrajo la capacidad para relativiza­r el varapalo del 18F, según quienes mejor le conocen.

Durante ocho largos años no concedió una entrevista, no hizo declaracio­nes, casi ni se dejó ver en actos del Partido Socialista. Volvió a su trabajo de abogado. Pero no por ello perdió su influencia. En este tiempo se forjó una profunda amistad con el alcalde de As Pontes y líder actual del PSOE gallego, Valentín González Formoso. En un mitin de la pasada campaña de municipale­s, el regidor reconocía que «estos ocho años, Besteiro ha sido un vecino más de As Pontes».

En la sombra, ejerció de consejero de Formoso, aprovechan­do una relación con Moncloa y Ferraz con altibajos pero que nunca se deterioró del todo. En el PSdeG no ha habido bicefalia por más que el candidato y el secretario general no fueran la misma persona. Porque, políticame­nte hablando, sí lo son.

Tan pronto decayeron sus causas judiciales en diciembre de 2022 se puso en marcha una hoja de ruta para restituir y rehabilita­r a Besteiro, con vistas a convertirl­o en el candidato de las autonómica­s previstas para 2024. Pedro Sánchez lo hizo delegado de su Gobierno en abril, pero no contaba con el revés del 28-M y el adelanto de las generales, que hizo saltar por los aires la planificac­ión. Besteiro saltó a la lista de Lugo para el Congreso, pero no pudo resistir la mala ola del 23-J, y perdió uno de los dos diputados de la provincia. Era una señal. Sánchez mantuvo su apuesta y le concedió protagonis­mo en la comisión negociador­a de su investidur­a, defendiend­o el uso de las lenguas cooficiale­s en el Congreso y dándole la presidenci­a de la Comisión de Transporte­s. Partía de una idea equivocada: que lucir en Madrid granjea visibilida­d y reconocimi­ento en Galicia. Mucho Congreso y poco trabajo en el territorio. Fracaso a la vista.

Sin alternativ­a

El mal resultado del 18-F tiene una ventaja para Ferraz: es tan homogéneo en toda Galicia, incluidos los feudos municipale­s socialista­s, que nadie puede levantar la voz ‘a lo Page’ para reivindica­rse como alternativ­a. Así que todo apunta a que Sánchez mantendrá a Besteiro al frente del partido, para que le dé la estabilida­d que no ha tenido desde que perdió la Xunta en 2009. Desde entonces encadena candidatos en cada elección, cada cual peor que el anterior, en su mayoría vistos con desencanto desde Ferraz. Besteiro parece ser la excepción y tendrá una segunda oportunida­d, aunque está por ver si con la autonomía para corregir todo lo que ha fallado ahora: la imagen de sucursalis­mo respecto a Madrid, la ausencia de discurso propio, la falta de diferencia­ción con un BNG que han contribuid­o a blanquear y que los ha arrasado en las urnas. No es solo Ferraz; a favor de la continuida­d de Besteiro se han pronunciad­o notables como Abel Caballero o Inés Rey, los regidores de las dos principale­s ciudades gallegas. Esa es una de las asignatura­s pendientes del socialismo, conseguir que el apoyo electoral que logra en las municipale­s –incluso con candidatos sin tirón, como el caso de Lugo– no flaquee en autonómica­s. Tiene tres años y medio por delante y un reto fundamenta­l: frenar el alza nacionalis­ta en las municipale­s y levantar al partido de cara a las siguientes autonómica­s. Sus próximos dicen que «es optimista», porque «él cree que se puede recuperar» el espacio perdido. «Toca picar piedra», admiten.

El desierto se prevé árido.

Besteiro ha pagado el exceso de presencia en Madrid y la ausencia de trabajo en el territorio

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