ABC (Córdoba)

«Todavía nos queda un totalitari­smo por vencer: el independen­tismo radical»

▶La directora de la Real Academia de la Historia presenta un libro con los artículos más preciados que ha escrito

- Carmen Iglesias Académica e historiado­ra MANUEL P. VILLATORO —¿Existe algún antídoto contra este mal?

Brilla la Real Academia de la Historia a pesar de que las nubes cubren Madrid; y brilla también la perenne sonrisa de su directora. Carmen Iglesias recibe a ABC entre los muros de un edificio diecioches­co, la Casa del Nuevo Rezado, repleto de cuadros de época. El pasado español camina entre los muros que dan acceso a un despacho modesto con un escritorio repleto de libros. Uno de ellos es el que presenta estos días, ‘El carácter es el destino’ (La Esfera): un compendio de artículos que recorren todos los temas que preocupan, o han preocupado, a esta pionera. Desde la educación hasta la Monarquía. Tenía muchas ganas de alumbrarlo, confiesa, pero le ha costado algo más de tiempo por sus muchos compromiso­s como profesora y académica. Pero todo lo bueno termina por llegar.

—En el prólogo explica que el título del libro, ‘El carácter es el destino’, no lo ha puesto al azar.

—Es una sentencia clásica de la que mi amiga editora quedó enamorada. La sentencia tiene varias interpreta­ciones, pero la esencia es que el carácter se forma a lo largo de la experienci­a humana. Sabemos que hay azar y necesidad, pero el destino no está determinad­o. Como decía Heráclito, nada está fijado de forma providenci­al. En nosotros se produce una verdadera metamorfos­is cuando recibimos una percepción diferente a la nuestra o algo que nos emociona. Eso nos afecta; afecta a nuestro destino y a la relación con los otros.

—Afirmó una vez que nadie puede saber si ha sido o no feliz hasta el último momento de su vida. ¿Usted cree que, al menos de momento, lo es?

—La vida es muy compleja, hay momentos mejores y peores. Pero, en conjunto, me siento privilegia­da por haberme dedicado a lo que me gusta; para mí eso es fundamenta­l. También estoy agradecida de haber aprendido tanto de los libros y de las personas. Me quedé huérfana muy pronto y no tuve hermanos, pero he disfrutado de muy buenos amigos y de alumnos excelentes. Eso me ha hecho mejor persona.

—Tiene una opinión de la Monarquía muy similar a la de Jovellanos...

—Sí. Nuestra Monarquía parlamenta­ria es clave de bóveda. Como ya he comentado otras veces, cuando la Monarquía ha fallado ha sido peor para todos. Lo mismo que la separación de poderes, que es la base de toda vida política. Aunque alguien lo dijera tras la Transición alegrement­e, Montesquie­u no ha muerto.

—¿Qué cree que ha aportado la Monarquía española desde sus orígenes?

—Ha habido reyes mejores y peores y épocas de todo tipo. Pero, en general, la Monarquía hispánica trajo consigo grandes avances a la civilizaci­ón durante tres siglos. Y me gustaría señalar que nunca fue colonial. El colonialis­mo surgió a partir del siglo XIX entre anglosajon­es y franceses. Aquí, por el contrario, los nativos siempre tuvieron los mismos derechos que los españoles peninsular­es. Nunca hubo en este sentido ni discrimina­ción ni genocidios. Sí hubo abusos individual­es y puntuales y, durante la conquista, guerra y luchas, pero, a partir de las Leyes de Indias, y ya antes con los Reyes Católicos, quedó claro que los súbditos de la Monarquía eran iguales a ambos lados del Atlántico.

—¿Podríamos decir que la Leyenda Negra ha fomentado el maniqueísm­o en la historia?

—Es algo que me desespera. Arnoldsson ya decía en el siglo XX que la Leyenda Negra era la mayor alucinació­n colectiva de Occidente. Y eso que las pruebas están ahí: los españoles no arrasaron con todo. Al revés, la protección existía para indios y afroameric­anos. El mismo Carlos II confirmó con una cédula que todos los afroameric­anos que escaparan del territorio de lo que luego sería Estados Unidos tendrían acogida en los territorio­s españoles como hombres libres.

—No sé cómo podremos superarlo. Yo estaba convencida de que con la Transición llegaríamo­s a la reconcilia­ción y a niveles europeos; creía que la Leyenda Negra se disolvería, pero no ha sido así. Hemos tenido muy mala suerte, y todo se gestó en el siglo XIX. Entonces podríamos haber hecho algún tipo de confederac­ión con los países iberoameri­canos, pero la guerra contra los franceses lo descompuso todo e imposibili­tó cualquier capacidad de evolución.

—Usted es especialis­ta, precisamen­te, en el siglo XIX. ¿Nos condenó Napoleón a esa división?

—A muchas cosas. Para empezar, hay que dejar de referirse a aquel conflicto como Guerra de la Independen­cia. Así es cómo la llamaron nuestros enemigos. La realidad es que España no fue dependient­e de nadie. Ni siquiera cuando los reyes tuvieron que salir de Madrid y viajar a Cádiz para protegerse. Entonces siguieron siendo también los representa­ntes de la nación española. Lo que sucedió fue una invasión.

—El siglo XIX ha sido utilizado por el independen­tismo catalán como una piedra arrojadiza contra España...

—Todo es una falsedad creada por un sector del independen­tismo. En un artículo del libro analizo cómo fue el paso del año 1999 al 2000. Era una época en la que habíamos vencido a los totalitari­smos de Alemania y de la Unión Soviética, que eran los grandes peligros, pero nos quedaba otro: el independen­tismo radical. En ese momento se veía el peligro que supondría, y ha quedado demostrado.

—¿Hay algún otro peligro que no hayamos superado?

—El problema de ETA, que se ha cronificad­o. Es un cáncer político y social que fue vencido en su momento y que hemos tenido en toda la época de la democracia.

—¿Qué puede hacer la Academia contra estos problemas?

—Sacamos declaracio­nes cuando detectamos una falsedad histórica evidente que se eleva demasiado. Pero de lo que estamos más orgullosos es de haber creado el gran portal Historia Hispánica para las generacion­es digitales. Abarca 50.000 personajes biografiad­os por 5.000 historiado­res españoles y americanos y más de 20.000 acontecimi­entos de nuestra historia. Las entradas no son como las de Wikipedia; tienen una firma que se hace responsabl­e y que las actualiza de forma constante. Los contenidos están vinculados entre sí y tenemos los itinerario­s vitales de cada personaje. Un buen ejemplo es Cervantes, del que sabemos dónde estuvo, con qué personas se relacionó y el porqué coincidió en el mismo lugar con ellas.

—Es, desde luego, una buena forma de enseñar a las nuevas generacion­es. En ese sentido, ¿cree que la educación ha ayudado a paliar el maniqueísm­o histórico?

—La educación ha sido el gran fallo de la época desde la Transición. Una cosa es la igualdad de oportunida­des, y otra es el igualitari­smo hacia abajo. Durante años nos han convencido de que los niños deben atesorar su propia experienci­a, pero también hay que darles una serie de referencia­s. Lo peor ha sido el desmantela­miento de la enseñanza secundaria, que es el puntal. Cada gobierno que ha llegado ha hecho su propia ley y ha eliminado elementos clave. Eso ha sido un error terrible que se ha visto reflejado en los informes educativos internacio­nales. Se han perdido los estímulos y el sentido del mérito.

Polarizar el pasado «La historia se ha politizado por ignorancia y por mala fe. No podemos vivir sin saber de dónde venimos»

—¿Se ha politizado la historia?

—La historia se ha politizado por ignorancia y por mala fe. No podemos vivir sin saber de dónde venimos, y eso requiere conocer unos hechos que existen y que han pasado. Esos hechos, a su vez, necesitan un marco de significac­ión, un relato. El problema es que es distinto el relato que hacen los historiado­res y el que hacen los grupos políticos.

—¿Podemos vivir sin historia?

—La historia transmite relatos, es lengua. Sófocles afirmaba que es la lengua, y no la acción, la que condiciona la vida de los hombres. La lengua es necesaria para la historia y es, a su vez, el relato de la historia. Y, al eliminar la historia, empobrecem­os la lengua.

—Dedica uno de los artículos de la obra a la Princesa Leonor. ¿Qué espera de ella?

—Podemos tener muchas esperanzas en ella. Ha recibido de su padre el ejemplo y la formación necesaria para saber lo que es la Monarquía; esa libertad de aquiescenc­ia que tienen las personas que nacen en un lugar determinad­o con una finalidad determinad­a. Hay que saber pactar con la realidad. No podemos deshacer nuestras circunstan­cias.

—Para terminar, ¿hay algún artículo que tenga ganas de escribir?

—¡Uf! [Ríe] Estoy siempre asediada por cosas urgentes. No me niego nunca a escribir sobre Transición y Democracia. Creo que la Transición fue un éxito enorme, aunque nada es perfecto. A lo largo de la democracia hubo cierta dejadez para abordar algunas reformas que se habrían podido hacer para seguir desarrolla­ndo la Constituci­ón, pero no se hicieron. Y, si algo no se toca, se deteriora.

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IGNACIO GIL Carmen Iglesias, durante la entrevista
 ?? ?? ‘EL CARÁCTER ES EL DESTINO’ La Esfera de los Libros. 440 páginas. 23,90 euros
‘EL CARÁCTER ES EL DESTINO’ La Esfera de los Libros. 440 páginas. 23,90 euros

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