ABC (Córdoba)

Koldo, ese bombero

Tiene algo de bombero imposible, de pirómano de pillar la tela y salir corriendo

- ÁNGEL ANTONIO HERRERA

Koldo es un bombero al revés. Comparte momento con el bombero propiament­e dicho, en la calle y en el telediario, y es de algún modo otro bombero, sólo que por la otra punta, la punta del pirómano que arrima su hoguera al edificio socialista. Mientras los bomberos de oficio han rematado un trabajo apoteósico, en Valencia, Koldo se emplea en Madrid de bombero de sí mismo yendo al juzgado, donde ya tienen los papeles de empapelarl­e. Yo vivo bajo el lema lírico de que en el instante cabe la eternidad, y esto acaba de cumplirse, porque mientras un bombero levantino salva de la muerte en llamas a una pareja de balcón, un bombero al contrario, el tal Koldo, inaugura el fuego de la corrupción, en la casa del Gobierno, más allá del caso del Tito Berni, que fue caso, pero no un gran caso incendiari­o.

España nunca falla a dos de sus esencias, cuando la ocasión obliga: la solidarida­d y la corrupción, y esto se ha dado a un tiempo en estos días, porque teníamos dos bomberos enfrente, el bombero de remediar la vida ajena, y el bombero contrario de remediarse la vida propia, tirando de la comisión negra y el apaño oscuro, cuando en España la mascarilla era un remedio, y un negocio, según se acredita. Da un poco de melancolía recurrir al tópico básico, pero conviene hacerlo: Koldo, y el Tito Berni, tienen un parentesco no sólo en la picaresca, unas semejanzas de lámina de personajes de Torrente, pero no de ficción, sino de verdad, con gorra y chándal y ‘deneí’ propios. Koldo tiene algo de bombero en la sombra, porque de eso ejerció, con Ábalos, y antes, algo de bombero imposible, de pirómano de pillar la tela y salir corriendo, hasta que te echa el guante la policía. Ya digo que habría salido tal cual es, en una película de Torrente, con la barba de grandón, una sudadera de domingo, y el ánimo alegre de vislumbra un ‘bisnes’ a la sombra del jefe. El aplauso sentido que merecen los bomberos, hoy, debe guardar proporción fija con el desprecio sincero a Koldo. A los tantos Koldos del mundo. Siempre.

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