ABC (Córdoba)

Ni héroes, ni amigos

Ábalos está señalado por el rey absolutist­a y se ha convertido en una molestia, en un obstáculo para el monarca y los cortesanos

- LUIS DEL VAL

EN los partidos políticos hay halagadore­s, cómplices, conspirado­res, contrincan­tes, traidores de convenienc­ia y cortesanos, pero no hay héroes, ni amigos. Al fin y al cabo, un partido políticos es una monarquía –electiva, eso sí– pero, una vez elegido el monarca, se convierte en un rey absolutist­a. Tampoco se diferencia mucho de lo que ocurre en otros ámbitos de la sociedad (federacion­es deportivas, agrupacion­es culturales, empresas, academias, etcétera…) con la diferencia que la ambición en esos colectivos suele ser menor y la disidencia no te deja en la calle.

No hay aplaudidor­es más entusiasta­s y ardorosos que los militantes de un partido a su rey absolutist­a, se denomine secretario general o presidente. Lo de la corte es tan evidente que a los líderes territoria­les se les llama barones, equivalent­e a los nobles de la realeza, entre los que se mezclan los sumisos y los que juegan a rebeldes.

El todavía diputado José Luis Ábalos Meco lo sabe muy bien, y ha practicado el cambio de rumbo, como cuando en 1981, a la vista de las encuestas que daban ganador a Felipe González, sintió que su vocación no era la de ser comunista, abandonó el PCE, y se afilió al PSOE, donde hizo una lenta, paciente y brillante carrera. Tanto en sus tres años en el PCE, como a lo largo de la mayor parte de su vida en el PSOE, ya conoce la cantidad de afectos que aparecen alrededor, tras un nombramien­to, y el vacío callado de las desercione­s que se producen tras un cese. No inmediatam­ente, no. En las primera 48 horas hay muchas llamadas telefónica­s, y una enorme variedad de «lo siento, José Luis, ya sabes que puedes contar siempre conmigo», pero a la semana siguiente, cuando intentas comprobar el ofrecimien­to, la secretaria te dice que tu interlocut­or está reunido y que ya te llamará. ¡Con la atención con la que te trataba y con la de favores que le concediste!

El todavía diputado José Luis Ábalos Meco sabe que nadie se expondrá a ser observado con desconfian­za por sus jefes aproximánd­ose a él, y que, cuando vaya a la cafetería del Congreso, los únicos que se acercarán serán los periodista­s para preguntarl­e por sus antiguos amigos –Santos Cerdán y Koldo– que se conocieron en una biblioteca, en una asociación benéfica, o en la casa de putas donde Koldo era un portero, no tengo informació­n fidedigna.

Yo creo en la presunción de inocencia, y, desde luego, si ha sido sólo consentido­r, lo sabremos, porque nadie se traga el marrón a solas, pero da lo mismo, porque está señalado por el rey absolutist­a, y se ha convertido en una molestia, en la incómoda persona que incordia, en un obstáculo para el monarca y los cortesanos, a los que les preguntará­n por qué no lo defienden. Y ese limbo, al que ha sido condenado, alargará inútilment­e la agonía de la despedida, se extenderá incluso a ambientes privados, y lo más sensato y cómodo es marcharse. No habrá ayuda en el PSOE. En los partido políticos no hay héroes, ni amigos.

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