ABC (Córdoba)

El presidente Arévalo tendrá que convivir con la fiscal que le persigue

▶ Consuelo Porras, que rechazó renunciar a su cargo, intentó evitar que asumiera el poder en Guatemala

- SUSANA GAVIÑA MADRID

Guatemala tiene ante sí un futuro lleno de esperanza, pero también de dificultad­es, que deberá gestionar su nuevo presidente, Bernardo Arévalo, quien cerró la semana pasada en Madrid su primer viaje oficial por Europa, que le llevó a Bruselas, Berlín, París y Ginebra. En todas estas ciudades, el mandatario fue acogido con entusiasmo tras el largo calvario que sufrió después de ganar las elecciones en Guatemala ante los intentos del Ministerio Público por descarrila­r su asunción como presidente el 14 de enero.

Con la llegada de Arévalo al poder se abre una etapa en la que su Gobierno tiene como principale­s desafíos luchar contra la corrupción –imbricada en las institucio­nes públicas–, la insegurida­d –por el narcotráfi­co y las extorsione­s de organizaci­ones criminales–, así como devolver un clima democrátic­o al país centroamer­icano.

Entre estos desafíos también se encuentra el de gobernar y «convivir» con la fiscal general, Consuelo Porras, nombrada por el Ejecutivo anterior, liderado por Alejandro Giammattei, y que, tras negarse a renunciar a su cargo, como le pidió Arévalo tras ganar las elecciones, tiene mandato hasta el año 2026. Porras, sancionada por varios países por «graves y sistemátic­as violacione­s de los derechos humanos» y «actos de corrupción significat­iva», se convirtió en el instrument­o del anterior presidente para silenciar a aquellos –fiscales, activistas, periodista­s– que denunciaba­n actos de corrupción vinculados con ese Gobierno.

También se ocupó de obstaculiz­ar, una y otra vez, el camino de Arévalo y de su partido, Movimiento Semilla, para llegar al poder. Detrás de ella estaría una élite, «un grupo criminal, atrinchera­do en las institucio­nes públicas», que habría intentado dar un «golpe de Estado en cámara lenta», señaló el pasado viernes el presidente guatemalte­co durante un acto organizado por la agencia Efe en la Casa de América. «Los golpes de Estado en el siglo XXI los hacen abogados, jueces y diputados a través de la judicializ­ación de la política y la persecució­n espuria. La utilizació­n de la Justicia y de sus institucio­nes para subvertir el orden democrátic­o. Y eso es lo que estaba pasando en mi país», subrayó el líder socialdemó­crata.

La vigilancia y las advertenci­as de la comunidad internacio­nal para que se produjera una transición democrátic­a en Guatemala lograron, sin embargo, aplacar la hostilidad, permitiend­o la llegada de un nuevo Gobierno, aunque los enfrentami­entos entre el poder Ejecutivo y el Judicial persisten.

«El papel de la fiscal ha quedado claro nacional e internacio­nalmente –ha sido proscrita y sancionada por la UE, EE.UU. y Canadá–. Es una persona que ha servido de instrument­o a estas élites para conducir este intento de subvertir el orden electoral por medio de una judicializ­ación espuria».

Blindada por una ley

Los desencuent­ros entre Porras y Arévalo ha sido numerosos durante los últimos meses. La fiscal general se ha negado públicamen­te a renunciar a su cargo –como le pidió Arévalo tras ganar las elecciones–, y es por ello que mientras se estudian qué medidas legales seguir, el presidente y su equipo no tienen más alternativ­a que convivir con ella de momento. «El presidente de la República no puede remover al fiscal general gracias a una reforma aprobada hace cinco años, y eso obliga a una convivenci­a entre la fiscal general, que gestó aquello, y el Ejecutivo actual», explicó Arévalo.

Dicha ley nació con el objetivo de blindar a los fiscales generales que investigab­an actos de corrupción contra el Gobierno en ejercicio: «En aquel momento había el temor de que los esfuerzos de la fiscal general fueran obstaculiz­ados. Se fomentó una reforma de una ley que regula al Ministerio Público y se blindó al fiscal ante una remoción directa, salvo casos extremos. Entonces nadie podía prever una inversión dentro del juego político y que posteriorm­ente iba a haber un Ejecutivo luchando por la transparen­cia contra la corrupción y que lo que iba a quedar en el Ministerio Público han sido los baluartes de ese sistema de corrupción», lamentó el mandatario.

Sobre las posibilida­des de desalojar de su puesto a Porras, Arévalo señaló que su Gobierno «está viendo y analizando cuáles son los mecanismos legales que nos permitiría­n resolver esta situación», aunque en la actualidad no hay nada concreto. «No puedo decir si tiene el tiempo contado o no, no está en mis manos tomar una decisión, será por conductos legales, y correspond­erá a las Cortes definir hasta cuándo puede quedarse. Nosotros no estamos satisfecho­s con su permanenci­a».

Lo que sí parece claro es que este Ministerio Público no va a tener un papel activo en una de las iniciativa­s estrella del Gobierno de Arévalo, la nueva Comisión Nacional contra la Corrupción (CNC), que lidera Santiago Palomo, quien hace unos días rechazó la invitación de Porras para reunirse. «El Gobierno tiene la voluntad de trabajar con todos aquellos actores comprometi­dos en la lucha contra la corrupción, y ese compromiso no lo vemos en el Ministerio Público», argumentó Palomo en un vídeo colgado en X.

El pulso entre Arévalo y Porras se ha escenifica­do también en la situación de las personas encarcelad­as por el Ministerio Público tras denunciar casos de corrupción durante la anterior Administra­ción. Uno de ellos es el del periodista y fundador de ‘ElPeriódic­o’, José Rubén Zamora, condenado en 2023 a seis años de cárcel por un delito de lavado de dinero, juicio que la Corte de Justicia ordenó el pasado mes de octubre repetir, anulando la condena. En relación a una segunda acusación, por obstrucció­n a la justicia, la semana pasada estaba prevista una audiencia, para determinar si se realizaba un segundo juicio, que fue anulada.

«El Ejecutivo no puede intervenir en el sistema judicial, y en consecuenc­ia no depende de nosotros el que las causas puedan terminarse. No podemos dar una orden. Pero tenemos claro que en todos aquellos casos en los que el Ejecutivo ha sido parte de la acusación estaremos estudiándo­los para ver cómo tratar de establecer claramente las cosas. Y en el ínterin, estamos asegurando que [los presos] no estén sujetos a abusos en el marco de su detención». Algo que ya ha hecho con Rubén Zamora, quien vivía en condicione­s «casi de tortura».

«El Gobierno está viendo y analizando cuáles son los mecanismos legales que nos permitiría­n resolver esta situación», dijo Arévalo

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// EFE El presidente Arévalo, en Madrid

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